Por Luis Fernández Carril
Vivimos tiempos de pandemia, de cambio climático, extinción masiva de especies, colapso de ecosistemas y escasez de recursos. Se trata de crisis que habían estado latentes por mucho tiempo y ahora se presentan como problemas cuya complejidad aumenta con el paso de la inacción; peor, de la aceleración de la devastación ambiental a nivel global. Todo lo anterior no sólo se transforma en un riesgo sino en una amenaza a la civilización.
Para evitar el aumento de 1.5 grados de la temperatura global, el reporte de 2018 del Panel Intergubernamental de Expertos en Cambio Climático da en el panorama más optimista lo que resta de la década para que caigan las emisiones radicalmente a través de cambios rápidos, de gran escala y sobre todo sin precedentes para disminuir en casi 50% las emisiones globales. Pasaron dos años y estos cambios a gran escala que se requieren no llegan. Ahora quedan ocho años antes de sobrepasar un límite con implicaciones muy serias.
Frente a esto, vemos titulares en los medios como “Diez años antes de que se acabe el mundo”. Y entonces con esto nos damos cuenta de que la noción de lo que ocurrirá al sobrepasar el límite de 1.5 grados es muy equivocada y trae consigo implicaciones importantes.
Frente a los datos de la crisis, puede surgir el impulso dentro de nosotros de decir: “Bueno, pues ¡ya ni modo!, “Ya nos fregamos” y nos cruzamos de brazos, ya sea deprimidos o con una extraña indiferencia reconfortante. Pensamos que el problema es demasiado grande como para que lo podamos enfrentar; ante esto, no queda más que la resignación.
No obstante, cuando pensemos en la crisis ambiental y el cambio climático, debemos pensar que no podemos simplemente pensar “Ya ni modo”. Tal vez la cultura hollywoodense ha marcado nuestras visiones apocalípticas para que imaginemos un fin como un evento terrible e instantáneo. Pensamos el fin del mundo como un meteorito que impacta y devasta en un día todo; morimos instantáneamente y todo acaba. Esta noción no podría estar más lejos de la realidad.
El aumento de la temperatura global y la crisis climática que se desencadena no son desastres instantánteos. No habrá un día climático apocalíptico donde todo acaba. Ser conscientes de esto no sólo da un mejor entendimiento, sino que además tiene implicaciones directas sobre nuestra capacidad de actuar.
Los impactos del cambio climático no traerán un día apocalíptico. Es un proceso donde la mejor metáfora no es un meteorito sino un cáncer. Al igual que el cáncer, la crisis ambiental será un proceso degenerativo a largo plazo. Uno no se muere de cáncer súbitamente; va degenerando el estado físico lenta pero letalmente. Así, con la crisis veremos por momentos eventos hidrometerológicos extremos como huracanes de gran magnitud, lo que resuena más con nuestra visión hollywoodense, pero será en gran medida lo que no vemos, lo que ocurre de forma no inmediata y a largo plazo lo que podrá provocar un colapso. Son las sequías, las ondas de calor, los impactos indirectos, la exasperación lo que irá minando la capacidad de adaptación de algunos. Tenemos impactos diferenciados del cambio climático, lo que significa que no golpea a todos de la misma manera y al mismo tiempo. Además, tenemos capacidades radicalmente diferentes para enfrentarlos. Como ahora se ha visto con la pandemia, los países pueden estar enfrentando la misma tormenta, pero no estamos en el mismo barco. Algunos irán en chalupas y trajineras, mientras otros en portaaviones y barcos trasatlánticos.
Aunado a lo anterior, al igual que el cáncer, la degeneración ambiental se da en gran manera silenciosa hasta que se transforma en un proceso de gravedad. Podemos asomarnos por la ventana y ver el cielo azul, pensar que la vida sigue igual y que no veo por la ventana lo que anuncian los científicos en los reportes. Parece que puedo permanecer en mi comodidad porque no veo lo que ocurre silenciosamente hasta que emerge, como un día emergió el coronavirus para cambiar nuestras vidas para siempre.
De tal manera, no es simplemente esperar al día del apocalipsis. Decir “Ya ni modo” no es un lujo que nos podemos dar, porque no es un proceso instantáneo que podemos simplemente esperar para caer un día fulminados. Es un proceso largo de mucho sufrimiento para millones de personas a nivel global.
Es por lo anterior que resulta fundamental comprender que hemos sido engañados por las películas de desastres hollywoodenses. Los impactos de gran magnitud no serán como las imaginamos. Así, comprender lo anterior, nos muestra con claridad que no se puede uno simplemente quedar deprimido cruzado de brazos en resignación. No es “Ya ni modo”; es “Actuemos ahora porque puede ser mucho peor”.
Muchas veces pensamos que la lucha contra el cambio climático y por defender la naturaleza es una batalla de hippies por un mundo ideal, de paz, donde hay arcoíris y animalitos corriendo; un mundo de felicidad para todos mientras se toman de las manos y cantamos. No es así. No es una lucha idealista por Disneylandia. La batalla es por evitar el colapso y la extinción; es por que haya al menos algunas condiciones para que encontremos bienestar en un mundo seriamente dañado. La lucha es por aminorar el sufrimiento de millones y pelear por la justicia en un mundo donde apenas un puñado de personas son realmente responsables de lo que ocurre; la lucha es porque haya razones para sonreír y agua que tomar.
De tal manera, si entendemos que frente a los riesgos catastróficos que escuchamos sobre la crisis ambiental global no habrá un apocalipsis instantáneo, sino un proceso largo de degradación, entendemos que se debe actuar. Entendemos entonces que siempre se puede hacer algo porque, a su vez, siempre puede ser peor.
Así que para aquellos cómodamente resignados en su sillón pensando que no hay nada que hacer, me temo que no habrá final de película y que, si queremos evitar los embates del largo proceso degenerativo, el mejor día para actuar fue ayer y el segundo mejor es hoy.
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Dr. Luis R. Fernández Carril es investigador de ética ambiental y política climática internacional y profesor de planta en el Tecnológico de Monterrey, Campus Puebla. Actualmente es miembro y Autor líder del Grupo de Trabajo II del Panel Intergubernamental de Expertos en Cambio Climático (IPCC) de Naciones Unidas para el 6to Reporte de Evaluación. Se desempeñó como asesor legislativo y posteriormente como Secretario técnico de la Comisión Especial de Cambio Climático del Senado de la República, LXIII Legislatura de 2015-2018. Sus principales líneas de investigación son la Gobernanza ambiental internacional, las negociaciones climáticas internacionales, adaptación y resiliencia y ética del cambio climático. Ha publicado artículos e impartido conferencias a nivel nacional e internacional en lugares como la Universidad de Oxford, la UNESCO en París, la Universidad de Yale y la Glasgow Caledonian University en Escocia.
Twitter: @fernandezluis83