Por Javier Medina
Cuando hablamos de desarrollo sostenible, en términos muy generales, nos referimos a gestar un desarrollo que sea capaz de armonizar aspectos económicos, sociales, ambientales y políticos. Y como siempre es bueno retomar las bases, ésta es una buena oportunidad para recordar y entender al desarrollo sostenible desde la expresión que nos regaló Gro Harlem Brundtland: “Satisfacer las necesidades de la generación presente sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras para satisfacer sus propias necesidades”.
Esa idea, a lo largo del tiempo, se ha sujetado a diversos análisis e interpretaciones, pero algo que sin duda mantiene vigencia es la necesidad de pensar de manera permanente en las próximas generaciones y sus posibilidades de desarrollo y uno de los retos más importantes se encuentra en la ocupación del territorio y en la manera en que lo concebimos. Por ello, los corredores biológicos se posicionan como una herramienta que abona a esquemas de desarrollo más generosos, responsables y de menor impacto a los ecosistemas.
El fin primordial, aunque no el único, de los corredores biológicos es el de mantener la biodiversidad dentro de los ecosistemas, evitar que éstos queden fragmentados; por tanto, mejorar su conectividad. Y como lo establece la CONABIO, “el requisito indispensable es que mantengan la conectividad entre los extremos para evitar el aislamiento de las poblaciones”. Los corredores pueden generarse principalmente a través de franjas estrechas de vegetación: bosques ribereños (éstos son los que están a las orillas de cuerpos de agua como ríos y lagos); túneles por debajo de carreteras, plantaciones, conservación de vegetación remanente y la conservación de grandes extensiones de bosques cercanos a áreas agrícolas o a asentamientos humanos.
Es necesario que el desarrollo esté vinculado con la naturaleza y sus procesos. Expandir fronteras agrícolas y asentamientos humanos a costa de bosques y espacios naturales es el origen de muchos problemas que vienen después y que nos cuestan en términos económicos, sociales y ambientales. El agotamiento de los recursos hídricos, las inundaciones en las ciudades y las variaciones en el clima muchas veces encuentran su explicación en un manejo inadecuado e irregular del territorio. Es urgente que los esfuerzos de conservación no se vean rebasados por la depredación y que los esfuerzos gubernamentales, poco a poco, dejen de centrarse en la restauración de ecosistemas afectados para pasar a un enfoque integral de protección, conservación y aprovechamiento sostenible.
Para lograr esta conjunción es indispensable la presión y empuje social, que los gobiernos cumplan con sus funciones a través de visiones integradoras de desarrollo y que el sector privado atienda más a los intereses de una población cada vez más interesada y cargada al lado de la protección y conservación de la naturaleza.
En éste, como en muchos temas ambientales, los retos son grandes pero también son impostergables y el ideal de un desarrollo sostenible necesita acompañarse de aplicación efectiva de instrumentos de planeación (como los ordenamientos territoriales) y de mecanismos de regulación (leyes y reglamentos) que sirvan para reorientar las actividades económicas y que el desarrollo de éstas no esté por encima de las personas y de los ecosistemas.
En Jalisco existen ejemplos sobre la incorporación de corredores biológicos. Uno de los más representativos es el Nevado de Colima – Manantlán y, de manera más reciente, también es relevante destacar los esfuerzos que ha emprendido el Patronato del Nevado de Colima y Cuencas Adyacentes para efectuar reforestaciones en la cuenca de la Laguna de Zapotlán con un enfoque no sólo de plantar árboles, sino de salvaguardar la integridad de la cuenca que ya bastante se ha visto afectada.
Otro ejemplo de lo que sucede en Jalisco, lo tenemos en la incorporación de los paisajes bioculturales en la legislación local. La Ley Estatal del Equilibrio Ecológico los define como “territorios reconocidos como tales a través de una certificación otorgada por la Secretaría, que contribuyen a la gestión territorial integral, teniendo por objetivo proteger el patrimonio natural y cultural que les da identidad, mediante la planificación de los usos tradicionales del suelo y la promoción del crecimiento económico local a través del desarrollo rural y urbano sustentable”.
La integración del paisaje biocultural es un avance más hacia la conservación de nuestro patrimonio natural que merece de respaldo político y gubernamental, pues proviene de una lucha de sociedad civil organizada y justo en el respaldo a estas iniciativas es que se pueden construir puentes entre gobierno y población.
Proteger y conservar nuestros espacios naturales es una apuesta siempre necesaria desde las agendas de gobierno y es también una labor de responsabilidad y reconocimiento que tenemos como generación. Es honrar a nuestros abuelos que labraron la tierra con esmero y respeto y es también otorgarles oportunidades de desarrollo a las niñas y niños que en algún momento estarán en nuestro lugar.
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Javier Medina es abogado por la Universidad de Guadalajara con enfoque en políticas públicas y medio ambiente. Militante de Futuro.
Twitter: @javier_medinaP
Nota de apoyo: https://letrafria.com/que-son-los-corredores-biologicos-y-por-que-son-clave-para-salvar-la-biodiversidad-en-el-mundo/