Por Aramis Olivos Ortiz

En la actualidad los medios digitales a través del internet han puesto a nuestro alcance un elevado número de documentos que buscan contribuir a la difusión de información de todo tipo, ¿pero bajo qué calidad o criterios de veracidad? Por otra parte, existe mucha información técnica o científica que no está al alcance de todos de forma clara, entendible o de fácil comprensión para su apropiación y uso, preferentemente para solucionar problemas de manera práctica. Entonces estamos ante un exceso de información subutilizada, con contenidos actuales que todos deberíamos conocer para entender cómo los problemas ambientales que nos afectan se relacionan con nuestras actividades diarias y qué podemos hacer para minimizarlos.

Un caso actual

Una encuesta realizada en 2020 por la Unión Europea, entre los habitantes de los países que rodean el océano Atlántico, arrojó que el 93% de sus habitantes de zonas céntricas no se identifican con este, lo que cambia drásticamente los resultados si se compara con los habitantes de las zonas costeras. Al mismo tiempo esta encuesta mostró que la percepción emocional de la población menor a 25 años respecto a los océanos es de frustración ante el panorama ambiental que habla sobre su contaminación, acidificación, sobre explotación de recursos, cambio climático, afectaciones por tormentas, etc

Lo anterior nos deja ver que hay información que llega principalmente a los jóvenes y que éstos no saben qué hacer o cómo actuar debido a la magnitud de sus repercusiones. Esto abre una oportunidad de actuar, ¿cómo? A través del empoderamiento de la sociedad por medio del conocimiento bien dirigido, como una de sus definiciones lo indica, se trata de hacer fuerte a un individuo o grupo social desfavorecido o dar a alguien autoridad, influencia o conocimiento para hacer o actuar ante algo.

Ciencia, conocimiento, divulgación y acción

El conocimiento se puede entender como los hechos o información valiosa adquiridos por una persona a través de la educación o experiencia, mediante lo cual comprende la realidad por medio de la razón, entendimiento o inteligencia. Esto nos lleva al punto de reconocer que hoy en día hay muchos especialistas, entre ellos científicos vinculados a las ciencias del mar que generan conocimiento, además de los oficios que con su práctica diaria lo generan, por ejemplo, pescadores; pero que este conocimiento no está siendo bien empleado y está subutilizado.

Entonces, debemos reflexionar sobre nuestros océanos, en su rescate y el uso sustentable de sus recursos para nuestro beneficio, pues es preciso mantenerlos saludables para nuestra supervivencia. Esto me lleva a pensar que la basta información que existe sobre el océano Atlántico y el resto de los mares y océanos debe ser puesta en manos del público en general, pero no es una tarea fácil el poner accesible y de manera entendible esta información científica. Aquí es donde los jóvenes tienen un papel determinante, con sus habilidades y capacidades en el uso de las tecnologías de la información y el manejo de las redes sociales pueden ser capaces de llevar a todos información de calidad para catalizar el conocimiento de la población, y con ello encaminarlos hacia acciones que nos lleven a cambiar nuestras malas prácticas por iniciativas razonadas para el gozo y continuidad de nuestros océanos, una especie de empoderamiento científico.

¿Cómo lograrlo?

Los jóvenes son catalizadores de cambios, orientemos su labor en generar aplicaciones como herramientas amigables y accesibles para el manejo de información con ejemplos prácticos, que sean creadores de contenidos atractivos que sensibilicen a la población, es decir, que transformen el conocimiento teórico y práctico en aplicaciones de difusión de conocimiento. Esto debe ser en todos los idiomas y lenguas posibles… si bien el inglés es un idioma fácil y se ha convertido en el medio universal de comunicación, en todo el planeta la gran mayoría de la población no lo entiende o habla y, por tanto, no puede poner en práctica lo que esté en este idioma.

Además, el poner el conocimiento en un lenguaje que no es de una población hace que la problemática parezca ajena, y debemos considerar que cada país tiene regiones con poblaciones originarias, culturas distintas y problemáticas particulares que deben ser consideradas. Por ejemplo, la vulnerabilidad ante tormentas se vive de forma distintas en la costa alemana, brasileña, africana o en el archipiélago del Caribe, pues su realidad socioeconómica y cultural es distinta.

Sensibilizar el conocimiento

Los saberes de distintas poblaciones costeras de todo el mundo son importantes y diversos, por tanto, su visión del mundo y de los procesos naturales es distinto. Así que, si no potenciamos su conocimiento con el conocimiento científico mundial, pero en su legua, no los estaremos sensibilizando, pero sobre todo no recibiremos sus valiosas experiencias o conocimientos. Las tecnologías de la información y la educación son herramientas esenciales y poderosas para el proceso enseñanza-aprendizaje actual con trascendencia mundial. Pero si sólo está disponible en inglés de poco sirve. ¿Por qué esperar a que la toda población mundial aprenda inglés para tener acceso a esto y lograr cambios? 

Sería mejor que ayudemos a que unos jóvenes preparados de distintas regiones emprendan labores de comunicación a través de aplicaciones en distintas lenguas integrando distintos saberes de esas comunidades originarias. De esta forma no estaríamos segregando a la mayor parte de la población mundial que son los más vulnerables, estaríamos incluyendo a científicos de distintas disciplinas con grupos de otras disciplinas, grupos sociales, instituciones y gobiernos en un proyecto que busca el empoderamiento del conocimiento, aprovechando distintos conocimientos y experiencias, haciendo ejemplos reales de acuerdo con las distintas comunidades y culturas y, logrado esto, traducirlo al inglés para que las culturas “más avanzadas” también conozcan y aprendan.

Esto implica que quienes hacemos ciencia debemos acercar nuestro conocimiento a nuestra comunidad y buscar a los jóvenes de nuestras regiones para impulsarlos en esta labor, no todo debe ser publicado en inglés y en revistas de alto impacto. Debemos ser capaces de llevar nuestros aportes a nuestro entorno, trabajar con y aprender de nuestra comunidad, socializar nuestros conocimientos y transformarlos en aplicaciones directas a través de este empoderamiento.

Reflexión final

No digo que aprender otro idioma no sea útil. Digo que para que se logren cambios a corto plazo, tal vez hemos tomado el camino más largo. Ya somos vulnerables a los problemas ambientales que nosotros hemos creado en todo el planeta, para revertirlos de manera práctica y rápida podríamos implementar este cambio por medio del manejo de la información de calidad a través de distintas aplicaciones o medios de comunicación para el bienestar de la sociedad y el ambiente. Con la participación de nuestra juventud puede ser posible este tipo de difusión de información útil y verás para sensibilizar a la población mundial. Si rescatamos la salud de nuestro planeta podremos aprender otros idiomas, no sólo el inglés, viajar, convivir y aprender de otras culturas. Quiero pensar que esto es posible, ya que solos podemos llegar lejos, pero, si en realidad queremos trascender, debemos caminar en equipo.

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Aramis Olivos Ortiz es investigador del Centro Universitario de Investigaciones Oceanológicas de la Universidad de Colima. Campus Manzanillo.

Mail: aolivos@ucol.mx

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