Por Omar Masera Cerutti y Andrea González Márquez
La acción humana está alterando de manera crítica e irreversible el clima del planeta. Los expertos lo confirman una vez más, y la ciencia climática consigue una mayor certeza en sus predicciones sobre el futuro. Frente a las conclusiones más recientes, urge una respuesta decidida y radical de nosotros, los ciudadanos, para exigir a los gobiernos la puesta en marcha del cambio que necesitamos.
El informe
El pasado 9 de agosto, el Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés) publicó la primera parte de su Sexto informe de evaluación. Se trata de la contribución del Grupo de Trabajo I. En ella, 234 científicos de 65 países sintetizan el estado actual de la comprensión física en torno al sistema climático y el calentamiento global, y alertan a su vez sobre los escenarios a los que nos enfrentaremos si no se toma acción en la presente década. El reporte implicó la revisión de alrededor de 14,000 publicaciones científicas y respondió a más de 78,000 comentarios de revisión.
¿Qué está sucediendo?
De acuerdo con el IPCC, el calentamiento del planeta que experimentamos ahora se debe de modo inequívoco a la influencia humana. Cada una de las últimas cuatro décadas ha sido sucesivamente más caliente que cualquier otra desde 1850. Como resultado, hoy la temperatura global es mayor de lo que ha sido en al menos 125,000 años. Las siguientes gráficas, tomadas del informe del IPCC, presentan del lado izquierdo los registros de la temperatura desde 1850 y una reconstrucción de los siglos previos; del lado derecho, se contrasta dicho registro con el efecto simulado en naranja de la actividad humana y no humana, y con el efecto simulado en verde únicamente de la actividad no humana.
El calentamiento global es fundamentalmente resultado del aumento en las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) ocasionado por la actividad humana. Dicho aumento comenzó a acelerarse a partir de la posguerra y sobre todo desde finales del siglo XX. Por este motivo, en los últimos diez años se han registrado las concentraciones de dióxido de carbono más altas de los últimos 2 millones de años, y concentraciones de metano y óxido nitroso mayores a las presentadas en los últimos 800,000 años.
El aumento de la temperatura del planeta está afectando la extensión y cantidad de hielo, el nivel del mar y los patrones e intensidad de lluvias. Se está verificando un rápido derretimiento de los glaciares, y un adelgazamiento también rápido de las masas de hielo en la Antártida y Groenlandia. El promedio anual de hielo marino ártico ha alcanzado su punto más bajo desde 1850. De acuerdo con la NASA, tan sólo en 1980 había más de 7 millones de km2 de hielo marino ártico, y la cifra se encuentra en la actualidad por debajo de los 4 millones. El derretimiento de los glaciares ha elevado el nivel del mar aproximadamente 20 cm desde 1900, a un ritmo más rápido que en cualquier siglo anterior en los últimos 3000 años. Al mismo tiempo, el aumento de temperatura ha ocasionado una mayor concentración de agua en la atmósfera, causa directa de la aparición de precipitaciones, inundaciones y huracanes más fuertes y recurrentes.
El cambio climático está generando fenómenos meteorológicos extremos y cada vez más frecuentes en todas las regiones del mundo. A los ya mencionados, se suman olas de calor, sequías e incendios. Aunque el hecho de que algunos cambios sean irreversibles puede ser abrumador, debemos tener presente que otros cambios para nada triviales pueden ser desacelerados o detenidos dependiendo de lo que hagamos ahora.
¿Qué puede suceder?
El IPCC ha elaborado cinco escenarios contrastantes para describir las posibles transformaciones del sistema climático en el futuro. Éstos incluyen desde escenarios en los que seguimos la tendencia actual, consumiendo ingentes cantidades de combustibles fósiles y deforestando el planeta, hasta escenarios en los que se toman medidas rápidas y efectivas para transformar el sistema energético y los patrones de consumo hacia modelos sustentables. Del análisis de los escenarios, se puede concluir que si no actuamos de manera clara y decisiva en el corto plazo, el aumento en la temperatura global superará los 4ºC hacia fines de este siglo.
En este contexto, de seguir la trayectoria actual:
- En 20 años se alcanzará un aumento de 1.5ºC, el límite máximo tolerable establecido en el Acuerdo de París.
- Aumentarán la frecuencia e intensidad de olas de calor, precipitaciones, sequías, ciclones tropicales y reducciones en el hielo marino del Ártico, la capa de nieve y el permafrost.
- Se intensificará aún más el ciclo global del agua, incluida su variabilidad, las precipitaciones monzónicas globales y la gravedad de los eventos húmedos y secos.
- Los sumideros de carbono oceánicos y terrestres serán cada vez menos efectivos para frenar la acumulación de dióxido de carbono en la atmósfera.
Hoy se encuentran en curso, de modo irreversible, cambios en el océano, las capas de hielo y el nivel global del mar, poniendo en riesgo a las comunidades y ciudades costeras donde vive gran parte de la población terrestre.
El cambio que necesitamos
Varias consecuencias de la acción humana sobre el clima se sentirán durante cientos de años. Sin embargo, si conseguimos que la temperatura del planeta no se eleve más de 1.5ºC durante este siglo respecto al nivel preindustrial, se podrían evitar cambios catastróficos. Para cumplir este objetivo, el informe del IPCC concluye que en la presente década es imperativo:
- Reducir las emisiones de dióxido de carbono hasta alcanzar cero emisiones netas para 2050. Para ello, debemos tener presente que la mayor parte del dióxido de carbono proviene en primer lugar de la quema de combustibles fósiles y en segundo lugar de la deforestación.
- Reducir de modo fuerte, rápido y sostenido las emisiones de otros GEI, como el metano y el óxido nitroso, producidos en su mayoría por el sistema alimentario.
La acción ciudadana será crucial
Entrar en márgenes de seguridad climática requiere de cambios profundos en la forma de vida de nuestras sociedades a lo largo y ancho del planeta. Esto implica cambiar la forma en que generamos y utilizamos la energía, el modo en que nos transportamos, lo que comemos y de dónde lo obtenemos, así como los productos que consumimos y nuestra relación con los bosques y selvas de la Tierra. A su vez, implica terminar con desigualdades aberrantes en las que un pequeño porcentaje de la población dilapida recursos en detrimento del resto de la humanidad. De acuerdo con Oxfam Internacional, el 10% más rico de la población mundial es responsable del 50% de las emisiones totales de GEI.
Desde el status quo se siguen buscando salidas a la crisis climática por medio del “crecimiento verde”, pero los presupuestos de dicho modelo son insostenibles. La evidencia científica muestra que no es posible mantener el crecimiento económico indefinidamente y reducir al mismo tiempo, de modo suficiente, las emisiones de GEI y los impactos al ambiente; las propuestas de desmaterialización de la economía son una quimera; y las energías renovables no podrán satisfacer la elevada demanda energética actual de nuestras sociedades, si sólo las queremos usar como sustitutos del petróleo. Hemos llegado al límite del modelo capitalista que nació con la revolución industrial y ahora nuestra única alternativa es construir un nuevo imaginario. Debemos pasar de lo global a lo local, promover la autonomía y la autogestión social, poner en práctica esquemas de consumo responsable y economía circular, impulsar un sistema alimentario agroecológico, comer menos carne, transitar hacia energías renovables locales, descarbonizar el transporte y apoyar alternativas de movilidad como el transporte público y la bicicleta.
Los gobiernos del mundo, incluyendo el de México, no están respondiendo a los grandes desafíos que representa el cambio climático. Las negociaciones internacionales llevan años de retraso, trabadas por grandes intereses geopolíticos y transnacionales, así como por el apego a un modelo de desarrollo económico obsoleto e insostenible. Pese al Acuerdo de París, pese a los reportes del IPCC, pese a los innumerables artículos publicados por miles de científicos en todo el mundo, se ha avanzado muy poco a nivel gubernamental, con una marcada tendencia a posponer acciones y medidas para un momento en el que ya no será posible evitar los peores escenarios del calentamiento global. Se necesitan políticas, leyes, acuerdos y acciones contundentes. En la medida en la que a cada uno le sea posible, esta década es crucial que todos contribuyamos a hacer presión para exigir estos cambios a nuestros gobernantes. Sólo la acción ciudadana colectiva, solidaria, diversa y muy organizada podrá movilizarnos en la dirección del cambio que necesitamos con tanta urgencia.
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Omar Masera Cerutti es uno de los coordinadores del Programa Nacional Estratégico de Energía y Cambio Climático de Conacyt. En 2007, recibió el Premio Nobel de la Paz como parte del Panel Intergubernamental de Cambio Climático.
Andrea González Márquez se especializa en divulgación científica y difusión cultural, y colabora en el Pronaces de Energía y Cambio Climático de Conacyt.