Por Verónica V. Zentella
Que tu alimento sea tu medicina y tu medicina sea tu alimento.
-Hipócrates (460 a. C. – 370 a. C.)
Sobrepeso y obesidad
Entre las muchas enseñanzas que nos está dejando la pandemia podemos contar, sin lugar a dudas y como ha señalado en numerosas ocasiones Hugo López-Gatell, las consecuencias de la mala alimentación; en México, siete de cada diez adultos y uno de cada tres niños presentan sobrepeso, lo cual aumenta los riesgos por COVID-19.
La alimentación de los mexicanos ha cambiado de manera drástica en los últimos cincuenta años en los que se ha reducido el consumo de frutas, verduras y leguminosas como el frijol; en cambio, ha aumentado el consumo de golosinas y bebidas azucaradas a tal grado que México es el segundo país con mayor consumo de refrescos per cápita del mundo. Las bebidas endulzadas (refrescos, jugos y tés embotellados, bebidas deportivas y aguas vitaminadas, entre otras) no sólo se han implicado como causa significativa de la obesidad y la diabetes, sino también del desarrollo de enfermedades cardiovasculares y osteoporosis, como se muestra en el documental Dulce agonía. Los estragos de la chatarra. Por lo cual, y de acuerdo con El Poder del Consumidor, nuestro país encabeza la prevalencia de muertes atribuibles al consumo de bebidas endulzadas, con 24 mil 100 muertes anuales.
Alimentación y crisis ambiental
Ahora bien, nuestra alimentación, además de tener un mayúsculo impacto en nuestra salud, también incide -y de manera importante- en el deterioro ambiental. El tipo y la cantidad de alimentos que consumimos tienen repercusiones globales en relación con el cambio climático; también en la preservación de la biodiversidad, el uso de la tierra y el mar; asimismo, con la disponibilidad y calidad del agua dado que el sistema alimentario es responsable de un tercio de las emisiones globales de gases de efecto invernadero (GEI). Esto ocurre porque todos los alimentos conllevan, a lo largo de su ciclo energético (es decir: cultivo y procesamiento; transporte y empaquetamiento; empaquetamiento para el consumidor; transporte; almacenaje y distribución; refrigeración y exhibición), cierta cantidad de emisiones de GEI.
Sin embargo, no todos los alimentos suponen la misma cantidad de emisiones, por lo que mediante nuestras elecciones alimentarias podemos acrecentar o disminuir la emisión directa e indirecta de GEI. Para ello, es importante entender que existe una correlación entre el incremento de la malnutrición y el deterioro ambiental dado que los alimentos procesados –conocidos también como chatarra–, además de ser altos en densidad calórica y bajos en nutrimentos (es decir, engordadores y poco nutritivos), también utilizan demasiada energía para su producción y disponibilidad, lo cual genera una gran cantidad de emisiones directas e indirectas de GEI como resultado.
Alimentación sustentable
El sistema agroalimentario actual no es sustentable ya que, por un lado, ha generado y extendido la malnutrición en todas sus formas: desnutrición, carencias de micronutrientes, sobrepeso y obesidad al ofrecer alimentos altamente industrializados (o sea, alimentos procesados y refinados, desprovistos de fibra y nutrientes, adicionados con colorantes, saborizantes y conservadores) que se caracterizan por sus altos contenidos de azúcar que devienen en sobrepeso y obesidad acompañados de carencias de micronutrientes. Por otro lado, depende del uso de combustibles fósiles, agroquímicos y pesticidas, demanda energética, largos trayectos de transportación, mano de obra barata y pérdida cultural y de la biodiversidad como suscribe en su artículo Ana De Luca.
Por si esto fuera poco, además de propiciar la malnutrición y el deterioro ambiental, el sistema agroalimentario actual es profundamente injusto, inequitativo y desigual.
No obstante y de cara a esta problemática, los consumidores podemos hacer la diferencia al elegir dietas saludables, las cuales son bajas en carbono y densidad energética, y altas en micronutrientes. A través de nuestras elecciones alimentarias jugamos un papel fundamental ya que tenemos el poder de rechazar la comida chatarra y demandar alimentos saludables y bajos en carbono.
Consejos para elegir una alimentación sustentable
A fin de elegir una dieta saludable y baja en emisiones de carbono, es importante seguir los siguientes lineamientos:
- Evitar el consumo de bebidas azucaradas. Por lo general, las bebidas endulzadas están embotelladas en PET, lo cual, además de presentar una ingesta calórica importante, implica un incremento en la circulación de este tipo de residuos sólidos.
- Evitar los alimentos procesados. La comida procesada es alta en grasas, sal y azúcares. Además, los alimentos procesados (incluyendo los enlatados) necesitan más envases que utilizan energía y se suman a los flujos de residuos sólidos. Así también, con frecuencia, dicha comida procesada no es de producción local. Esto significa que tuvo que haber sido transportada, creando así aún más emisiones de GEI.
- Elegir productos locales. Una forma segura de evitar las emisiones de GEI es evitar o minimizar el transporte de los alimentos y el almacenamiento de los mismos. Lo mejor es obtener los alimentos directamente de la fuente, o mejor aún, cultivar los propios alimentos por medio de huertos comunitarios, caseros o escolares.
- Evitar los alimentos congelados. Entre menos alimentos refrigerados o congelados se compren, se hace menos necesaria la energía para mantener todos los frigoríficos, congeladores y la utilización de camiones con refrigeración.
Aprendamos de nuestros errores, ¡optemos por una alimentación sustentable!
Verónica V. Zentella es Doctora en Pedagogía por la UNAM. Autora y co-autora de libros y artículos varios, se desempeña como docente universitaria e imparte cursos, talleres y diplomados a maestros de enseñanza básica y superior en la República Mexicana.
Twitter: @verozentella