Por Mariana Castro Azpíroz
En sus marcas, listos… ¡fuera! Arranca la carrera contra el cambio climático. ¿Quién ganará?

Un estudio de 2018 concluyó que incluso alcanzando el objetivo del Acuerdo de París de limitar el calentamiento global a 2°C, algunas zonas como las islas Galápagos y la Amazonía perderán una cuarta parte de sus especies. Una investigación publicada en 2016 había encontrado que el 47% de las 976 especies estudiadas ya se habían extinto a nivel local; es decir, desaparecieron por completo de una zona en específico, aunque aún quedaran ejemplares en otra parte del mundo. Estas extinciones locales ocurrieron en todos los hábitats y regiones climáticas del planeta.

¿Correr o morir?

Cada ser vivo necesita de condiciones específicas para vivir: temperatura, presión, cantidad de agua y oxígeno. Cuando el ambiente se modifica, las especies reaccionan de algún modo: deben cambiar de lugar (emigrar) o cambiar ellos mismos (adaptarse), ya que si no lo hacen, no sobreviven. 

Si alguna vez te has mudado, podrás reconocer lo caótica que puede llegar a ser esta situación. Ahora imagina que llega el día de entregar tu vieja casa al casero o a los nuevos compradores y todavía no terminas de empacar. Para huir de las altas temperaturas, los animales suelen mudarse a regiones de mayor altura, pero muchas veces el clima cambia demasiado rápido como para que las poblaciones puedan escapar. Todavía están reuniendo las maletas y ya los dejó el camión.

Foto: Pixabay

Por el contrario, hay especies que prácticamente viven en una casa rodante y no tienen problema con mudarse de improviso. Desafortunadamente, se convierten en especies invasoras y desequilibran todo el ecosistema. El sapo neotropical gigante es venenoso y ha causado extinciones locales de marsupiales y reptiles en Australia al echar raíces en otras vecindades.

Nuevo uniforme

Llegar a un lugar nuevo no suele ser fácil. ¿Has experimentado ese ambiente hostil cuando llegas a una zona desconocida? Lo mismo le sucede a las especies que intentan colonizar un ecosistema que no es su hábitat natural. Se enfrentan a nuevos depredadores y compiten por comida con todos los demás seres vivos. Sus necesidades hacen que no estén disponibles algunos elementos que los otros requieren y además generan nuevos productos de desecho que antes no estaban ahí, rompiendo con toda la dinámica que solía ser familiar para los locales. 

Es por eso que, al igual que los seres humanos cuando llegamos a un nuevo círculo social, muchas veces cambian su forma de ser para poder encajar. Los cambios que experimentan pueden ayudarles o perjudicarles y cuando son benéficos se dice que se adaptan. Si los cambios se conservan tras varias generaciones, ocurre la famosa evolución y las nuevas instrucciones quedan permanentemente escritas en su código genético para asegurar que se mantengan. 

Hay grupos sociales de humanos a los que les gusta distinguirse por su ropa. A veces hay que vestirse de rosa los miércoles para no quedarse fuera. Otros animales tienen motivos ligeramente más importantes para determinar el color de su pelaje: poder fundirse con el entorno para esconderse de los depredadores. Por eso muchos zorros, liebres, búhos y hurones cambian a tonos blancos o grisáceos en invierno: para confundirse con la nieve. Sin embargo, el cambio climático hace que haya menos nieve y que el nuevo pelaje resulte contraproducente. No es tan fácil modificar esto a corto plazo, así que se necesita de la evolución para lograrlo.

Algunas orugas están madurando antes cada año conforme la primavera llega más temprano. Sus depredadores, las aves “carbonero común” están comenzando a cambiar la época en la que ponen huevos para adaptarse, pero aún no se sabe si podrán evolucionar lo suficientemente rápido porque sus poblaciones ya están decayendo. 

A la cabeza

¿Quiénes tienen más probabilidades de sobrevivir? Considerando que el problema comienza con un aumento en la temperatura, las plantas resistentes al calor y la sequía son un buen candidato. También aquellas cuyo método de dispersión de semillas les permite viajar largas distancias, ya que así tienen más probabilidades de encontrar un hábitat apropiado. Este sería el caso de las semillas que, en lugar de ser esparcidas por las hormigas, se dispersan por corrientes de viento o marinas, como los cocos. 

Otro punto a tomar en cuenta es la dieta de los animales. Los menos quisquillosos tienen más probabilidades de encontrar comida, aunque desaparezcan algunos de sus manjares favoritos. Por el contrario, los que se rehúsan a probar platillos que no estén en su menú a la carta, están en peligro de extinguirse si se reduce la disponibilidad de ese alimento. Aquí tenemos a los koalas, que principalmente se alimentan de eucalipto. 

Entre las especies que van liderando esta carrera encontramos algunos corales que están aprendiendo a dejar de blanquearse aunque aumente la temperatura del océano (el blanqueamiento sucede porque se desprenden las algas coloridas que viven en ellos, así que las que se adaptan no pierden sus algas). Otro ejemplo son las plantas de tomillo, que emanan un aroma que hace que los herbívoros no quieran devorarlas. Como efecto secundario, los compuestos que generan el olor (fenoles) también las hacen más sensibles a congelarse. Ya que los inviernos son cada vez más cálidos y hay menos probabilidad de congelarse, estas plantas están comenzando a producir más fenoles e incluso a crecer en regiones donde antes no lo hacían. 

“Es complicado”: la relación que no sabías que tenemos con los arrecifes de coral

El cambio climático produce un efecto dominó, modificando los hábitats y obligando a los organismos a intentar adaptarse. En esta carrera contra el tiempo, ya no solo sobrevive el más apto, sino el más rápido. Por eso los humanos debemos ayudar a frenar el cambio climático.

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Mariana Castro Azpíroz estudió biología molecular en la UAM Cuajimalpa. Ha realizado investigaciones en colaboración con el Centro de Investigaciones Biológicas y Acuícolas de Cuemanco (CIBAC, UAM-X); además, se ha dedicado al cuidado y conservación de especies acuícolas endémicas. Desde 2019 se dedica a la divulgación científica y actualmente hace educación ambiental a través de redes sociales.

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