México es uno de los países más corruptos del mundo, eso no es noticia. En materia de corrupción, nuestro país ocupa la deshonrosa posición 28 de 32 países en América, el lugar 18 de todas las naciones integrantes del G-20, el sitio 123 de 176 a nivel mundial en 2016, aunque los estudios más recientes indican que ha caído hasta 28 posiciones en el ranking sobre corrupción durante 2017. La cereza del pastel: México también ocupa el último lugar tomando en cuenta a los 32 miembros de la OCDE. Este mal, considerado por algunos como un fenómeno cultural, podría tener solución, o al menos eso indica un estudio reciente realizado por las universidades de Harvard, Zurich y Chicago. ¿Cuál es la clave para volverse más honrado? La respuesta tendría que ver con un poco de electricidad.
De acuerdo con el estudio, las personas podemos volvernos más honradas si se nos estimula con impulsos eléctricos en ciertas regiones del cerebro. Para llegar a esta conclusión, el equipo de científicos realizó un experimento con 300 jóvenes: el ejercicio consistía en tirar dados para ganar dinero. Tan simple y tan complejo como eso pueda sonar. El punto medular de la investigación recaía en que cada uno de los participantes tenía que anotar sus propios resultados, por lo que tenían la posibilidad de manipular las cifras a su favor y ganar hasta 89 dólares. Los sujetos del estudio se dividieron en dos grupos: a quienes se les estimuló la corteza dorsolateral prefrontal —una región del lóbulo frontal— con una ligera corriente eléctrica y a quienes no se les puso ningún electrodo en el cuero cabelludo.
¿Cuál fue el resultado del experimento? Los jóvenes que no recibieron estimulación hicieron trampa en 37% de los casos, mientras que solamente 17% de los que sí recibieron impulsos eléctricos aplicaron la Duartinha. De acuerdo con Walter Paulus, director de la clínica de neuropsicología de la Universidad de Göttingen, en Alemania, varios estudios han comprobado que la aplicación de estímulos eléctricos al cerebro pueden provocar cambios estructurales y funcionales en las personas.
El problema de la corrupción
En el país de los Duarte, los Medina, los Borge, los Padrés, los Moreno Valle —y los que se junten en la semana— es común pensar que la corrupción es exclusiva de la clase política. Lamentablemente esta afirmación es incorrecta: la corrupción se puede manifestar en cada uno de nosotros. Sin importar nuestro sector social, nuestro estrato socioeconómico o la actividad profesional que desempeñemos. De acuerdo con cifras del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) la Ciudad de México, Tabasco, Chiapas, Guerrero, Jalisco son las entidades federativas con un mayor índice de percepción de corrupción en México y es la segunda preocupación más grande de la ciudadanía, sólo detrás de la violencia y la inseguridad.
Aparte de la falta moral que implica la corrupción, este fenómeno tiene otros costos. Ser corruptos impacta la economía, deslegitima las instituciones democráticas e incrementa la desigualdad. En el lado económico, afirma la doctora María Amparo Casar, los países más corruptos obtienen menos inversiones, hace que las empresas pierdan hasta 5% de sus ingresos y se traduce en menos empleos. De acuerdo con lo expuesto en su libro Anatomía de la Corrupción, se estima que anualmente se pierde entre 2% y 10% del Producto Interno Bruto debido a este mal de nuestra sociedad. Para ponerlo en contexto, esta cantidad de dinero equivale a 1.5 veces el presupuesto del IMSS, 9.1 veces todos los programas de subsidio de la Sedesol y 23.1 veces el presupuesto de la UNAM.