Con esta pequeña modificación – que uno pensaría que ya existía – en el Estado de México queda establecido que 18 años será la edad mínima para matrimoniarse.
Por medio de un comunicado, el Congreso del Estado de México informa al respetable que los diputados avalaron las reformas para prohibir el matrimonio infantil y adolescente. Es decir, antes de los 18 años, nada de contraer nupcias.
La reforma a la Ley de los Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes del Estado de México fue aprobada por unanimidad. Y cómo no iba a ser, si se sabe que el Edomex es una de las entidades de la República en la que se dan más los matrimonios entre los que ni siquiera tienen edad para echarse una caguama (de manera legal)… el primer lugar, de hecho, según datos soltados por el impulsor de la reforma, el diputado Rigoberto Vargas Cervantes.
“Las modificaciones homologan la legislación local con la federal y buscan la prevalencia del interés superior de la niñez, pues el hecho de que niñas o niños sean obligados a casarse antes de los 18 años afecta su desarrollo y les niega su derecho de elegir, sin coerción o miedo, con quién casarse y en qué momento hacerlo”, señala el boletín del Congreso del Estado de México.
“No, que déjennos amarnos”, dirán quienes ven con malos ojos que los legisladores del Estado de México interfiera con los deseos nupciales de menores de edad… los hay. Sobre todo, se da por el respeto a usos y costumbres. Pero, pues ni modo: muy sus tradiciones, pero eso de andar matrimoniando a niñas a la fuerza, como que ya no va.
Una de las varias justificaciones para prohibir que los menores puedan casarse está en el hecho de que un matrimonio a temprana edad “interrumpe la educación de las niñas incrementa su vulnerabilidad ante la violencia, la discriminación y el abuso”, se indica en el comunicado difundido por la cuenta Twitter del Congreso del Estado de México.
Al permitir que un menor se aviente una bronca como lo es el matrimonio (a la que hasta gente que ya está en el “cuarto piso” le huye) se le condena a tener plena participación, no sólo dentro de la misma pareja, sino a nivel social: en lo relativo a lo económico y política y social.
Además, cuando es el caso, expone a las personas a “embarazarse antes de que sus cuerpos maduren, lo cual eleva el riesgo de muerte de la madre y/o del bebé”.