En los últimos años, la palabra “Odebrecht” ha aparecido cada vez más en la prensa internacional. “Odebrecht” no es un insulto alemán, ni un detergente que destroza tu ropa: es el apellido de Marcelo Odebrecht, un empresario brasileño responsable de una de las redes de corrupción más grandes de la historia.

Acá en México, sin embargo, apenas a principios de 2017 empezó a sonar el nombre. Pocos lo sabían, y quienes lo sabían se lo habían mantenido callado. Pero “Odebrecht” llevaba, desde el sexenio pasado, metido en contratos con el gobierno mexicano. Y, lo había hecho, como ya era costumbre, a través de sobornos.

Acá una explicación de un escándalo (sí, otro más), al que debemos prestar atención.

El origen

La cloaca de Odebrecht se destapó en Brasil en 2015 en la operación conocida como Lava Jato (o “lava autos” en español). La operación, cuyo nombre proviene de una investigación a una red de autolavados en las que no sólo se lavaban coches, sino también dinero, involucró a más de 500 personas, así como centenares de funcionarios de diversos niveles del gobierno brasileño.

A la mitad del escándalo estaba la compañía de Odebrecht, la constructora más grande de Latinoamérica (168,000 empleados y operaciones en 28 países). Su dueño, Marcelo Odebrecht, cercano al expresidente Luiz Inácio Lula da Silva (Lula), llevaba, desde 2006, sobornando a diversos miembros del gobierno y de compañías paraestatales, en particular Petrobras (el equivalente brasileño de Pemex).

¿Para qué? Para hacer lo de siempre: ganar contratos en licitaciones chuecas y cobrarle sobreprecios escandalosos al gobierno para hacerse (todavía más) millonario a costa de los ciudadanos brasileños.

La única diferencia en el caso de Odebrecht con lo que sucede en nuestro país (y con Pemex) cotidianamente, es que la investigación de Lava Jato sí llegó a un lado: Odebrecht fue detenido a mediados de 2015 y condenado en 2016. Su sentencia, 19 años en la cárcel. Parecerá poco, pero resulta que Odebrecht negoció la condena. A cambio de contar todo lo que hizo recibió una pena menor a la que le tocaba.

Te preguntaras, querido sopilector, qué tuvo que contar el magnate brasileño para que le rebajaran la condena. Pues bien, resulta que no sólo andaba sobornando gente en Brasil (donde se gastó más de 30 millones de dólares en sobornos), sino en el resto del continente. Y sobornando en serio.

 

Argentina, Brasil, Colombia, Ecuador, Perú… nadie se salva

A Odebrecht le funcionaba tan bien la técnica del soborno que la llevó a niveles increíbles. En Colombia, por ejemplo, se le acusa de intentar sobornar no sólo al presidente –y Premio Nobel de la Paz–, Juan Manuel Santos, sino a las FARC, la guerrilla con la que, curiosamente, Santos ha negociado un cese al fuego durante los últimos años.

A Santos, según la Fiscalía General de Colombia, Odebrecht le “disparó” una encuesta que costaba un millón de dólares durante la campaña presidencial de 2014. La idea era que el presidente aceptara el favor y a cambio diera contratos.

A las FARC, por su parte, le tocó mucha menos lana. Entre 50,000 y 100,000 dólares según estimaciones de la prensa colombiana. Eso sí, eran pagos recurrentes desde hace varias décadas: a cambio del dinero, la guerrilla permitía que la constructora brasileña pudiera realizar obras en territorio controlado por ellos.

En Perú ocurrió algo similar con el entonces presidente Alejandro Toledo, quien actualmente se encuentra prófugo de la justicia. Ahí fue tal el descaro de Odebrecht –y tal la corrupción del gobierno–, que la compañía brasileña obtuvo un contrato de 5,000 millones de dólares para construir una red de pipas de gas natural. Sí, 5,000 millones de billetes verdes.

Para llevarse el contrato, Odebrecht desembolsó 30 millones de dólares, de los cuales, según la la Fiscalía de Perú, 20 fueron a dar a los bolsillos de Toledo, de quien, como decía la voz de Canal 5, se desconoce su paradero.

(A Toledo ya se le había acusado de haber lavado cinco millones de dólares a través de su suegra, por cierto.)

Estos son algunos de los ejemplos. Acá hay una nota de la CNN en español que detalla cada acusación de soborno en al menos 10 países.

¿Y México? Bien, gracias

Lo de Odebrecht parecía algo ajeno a nuestro país hasta principios de año, cuando salió a la luz que el gobierno mexicano, a través de Pemex, también estaba metido en el lodo.

Sobra decirlo, pero la investigación no se hizo aquí. Fue a través de un testimonio en un juicio a Nueva York que los mexicanos comenzamos a enterarnos de que nuestro gobierno también había recibido dinero de la trasnacional brasileña.

Aunque bueno, el gobierno mexicano ya estaba enterado, al menos desde 2010, que Odebrecht también andaba aventando billetes en nuestro país. Tanto el gobierno de Felipe Calderón como el de Enrique Peña Nieto habían otorgado contratos al gigante brasileño.

¿Para qué los sobornos? Para lo mismo que en el resto de Latinoamérica: a cambio de 10 millones de dólares entregados a funcionarios del gobierno, Odebrecht se llevó 1,429 millones de dólares. El soborno les rindió casi 150 veces más. Hasta para eso salimos chafas: sobornar a otros países latinoamericanos fue más caro.

Lo del soborno resultó un gran negocio, salvo por el pequeño detalle de que era ilegal.

¿Y qué se llevó la compañía a cambio del soborno?

  La construcción de un gasoducto de 450 kilómetros.

Pero estos no son todos los contratos, dado que la PGR, mientras investiga qué pasó, mantiene el expediente en categoría de “reservado”. ¿Quién fue sobornado? ¿Cómo? Estas preguntas tienen respuesta, pero mientras el gobierno se rompe la cabeza tratando de entender cómo es que lo sobornaron, seguiremos sin saber.

Y eso porque la investigación apenas empieza. Tal cual. En febrero de 2017, siete años después del primer soborno y ya que otros países buscaban hasta a sus expresidentes para llevarlos a la justicia, Pemex y la Secretaría de la Función Pública decidieron empezar su propia investigación.

Pero si Marcelo Odebrecht se hubiera robado un jersey de Tom Brady…

Esteban Illades
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