Por Gerardo Farell

Han pasado 39 años desde el inicio de la Revolución Sandinista en Nicaragua, y Daniel Ortega y su esposa lo conmemoran en medio de protestas estudiantiles y represión por parte de la Policía Nacional Nicaragüense y paramilitares afines a su gobierno. La crisis actual en Nicaragua nos deja en claro que no podemos ser tolerantes de los regímenes perpetuos en Latinoamérica, quienes se suelen escudar de unos cuantos avances y triunfos para perpetuarse.

Fue el pasado 19 de abril cuando el presidente anunció una reforma al Instituto Nicaragüense del Seguro Social (INSS) —un aumento de contribuciones por parte de los trabajadores y patrones— que el pueblo inició las protestas en contra del gobierno de Ortega, que desde 2007 gobierna Nicaragua y hace todo en sus manos para no dejar el poder. Desde entonces, más de 350 personas han perdido la vida. Muchas de ellas, estudiantes.

Hoy, tras el fracaso de las mesas de diálogo por la paz, las protestas continúan, pero las consignas han cambiado. Ya la reforma a la seguridad social no es prioridad. Ahora se pide la renuncia de Ortega y su esposa, Rosario Murillo, quien se desempeña como vicepresidenta y quien ha descrito a los manifestantes como “”vampiros que reclaman sangre”. También se pide garantizar la justicia por el asesinato de manifestantes y, además, la implementación de elecciones anticipadas. Estas demandas han sido respaldadas por la Organización de los Estados Americanos (OEA).

Foto: Gregorio Marrero/LatinContent/Getty Images

Pero no siempre  fue así.

El 19 de julio de 1979 el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) entró a la capital y derrocó al gobierno de Anastasio Somoza Debayle, poniendo fin a décadas de control por parte de la familia Somoza. Después de eso, se implementó una Junta de Gobierno conformada por Daniel Ortega como presidente y otros miembros prominentes del sandinismo.

Las cosas no mejoraron para el nuevo gobierno revolucionario, ya que los Estados Unidos, en el Gobierno de Ronald Reagan, financió a La Contra o Los Contras, un grupo armado contrario al FSLN, con dinero enviado a través de  Irán. Un escándalo que casi derrumba la administración de Reagan.

En 1984 hubo elecciones y ganó Ortega,  gobernó hasta 1990, cuando la Unión Nacional Opositora, coalición de 16 partidos políticos de centroderecha liderados por Violeta Barrios de Chamorro, ganaron las elecciones en ese año; poniendo fin a la Revolución sandinista. En una entrevista para El Comercio, Luis Carrión Cruz, ex ministro de economía y ex comandante del FSLN, mencionó que esta derrota afectó mucho a Ortega, que había intentado volver al poder desde entonces y lo logró, en 2007, después de dos elecciones y 17 años.

¿Y ahora?

El país centroamericano pasa por una de sus peores crisis desde que acabó la revolución Sandinista. El pasado 17 de julio, el gobierno implementó una Operación Limpieza en la ciudad de Masaya, lugar donde comenzó la lucha revolucionaria y donde murió el hermano de Ortega, Camilo Ortega. Donde los residentes han creado barricadas y usado armas caseras para defenderse del asedio oficialista y sus armas de alto calibre. Fue ahí que las fuerzas gubernamentales tomaron a la fuerza una universidad, matando a dos estudiantes atrincherados.

De acuerdo con la Comisión Interamericana de los Derechos Humanos (CIDH), desde que iniciaron las protestas el pasado 18 de abril, han muerto 277 personas mientras que la Asociación Nicaragüense Pro Derechos Humanos (ANPDH) da una cifra de al menos 351 fallecidos. La CIDH creó el Mecanismo Especial de Seguimiento para Nicaragua (MESENI) y ha concluido que en estos meses se han identificado las agresiones por parte de la Policía Nacional y grupos paramilitares.

Foto: Shutterstock

Nicaragua está en crisis, con un pueblo polarizado entre quienes desean llevar el mandato de Ortega a elección y quienes defienden el status quo hasta las próximas elecciones de 2021. La violencia ha llegado hasta niveles que pueden desencadenar una guerra civil entre las fuerzas oficialistas y la oposición. No faltan las fuerzas que buscan mediar la situación, como Cuauhtémoc Cárdenas, quien se sumó al #SOSNicaragua. Lo cierto es que los gobiernos de la región fueron demasiado tolerantes con las medidas autoritarias de Ortega que fueron minando la democracia: sus ataques al legislativo, la represión de la oposición y la reforma a la constitución para eliminar los términos presidenciales. Daniel Ortega es la muestra perfecta de que el libertario se puede volver el tirano.

Mientras Ortega continúe en el poder, la crisis no podrá resolverse. El gobierno sigue descalificando a todos los que lo señalan y critican. Necesitamos mayor presión internacional y, por nuestra parte, una política exterior más asertiva que imponga sanciones al régimen nicaragüense. Mientras no, las cosas no van a mejorar para los nicaragüenses que decidan luchar como alguna vez lo hicieron Ortega y el Frente Sandinista.

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Gerardo Farell es parte de Wikipolítica CDMX, una organización política sin filiaciones partidistas.

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