El pasado domingo 16 de abril se llevó a cabo un referéndum en Turquía. ¿Cuál era el objeto de la votación? Decidir si se aprobaba la modificación de 18 preceptos constitucionales. El resultado ya lo conocemos todos: por una ligera diferencia, los turcos le dieron el ‘sí’ al sistema presidencialista propuesto por el mandatario Recep Tayyip Erdogan. Tal como lo dicen los números, las reacciones cruzadas no se han hecho esperar. La sociedad turca está totalmente polarizada. Quienes votaron a favor de la iniciativa, arguyen que el nuevo modelo ayudará a modernizar el país y se dará continuidad al proyecto actual. La oposición ha declarado que las elecciones fueron manipuladas, que estuvieron sesgadas y que el resultado del referéndum encamina a su nación al totalitarismo.  En medio de estas versiones, vale la pena conocer cuáles son las nuevas facultades y atribuciones que adquiriría el presidente Erdogan en caso de que su triunfo sea ratificado.

La decisión que se tomó el domingo pasado es histórica. Desde su fundación, en 1923, Turquía siempre se había regido bajo un sistema de gobierno parlamentarista. Esto podría cambiar en caso de que la victoria del mandatario se confirme. Lo cual sabremos en doce días a partir de hoy. Vamos por partes: una de las partes primordiales del referéndum era la programación de una fecha para celebrar elecciones presidenciales y parlamentarias. Así, pues, se decidió que el próximo 3 de noviembre de 2019 se llevarán a cabo los comicios en Turquía. En la votación también se establecía la duración y los candados para el nuevo mandatario: el nuevo presidente tendrá un mandato de cinco años y podrá reelegirse una vez. O lo que es lo mismo: el próximo presidente turco podría permanecer en el poder hasta 2029.  Ahora vamos a hablar de algunos de los puntos más alarmantes del proyecto del político que ha acusado de nazi a Angela Merkel, primera ministra de Alemania, y que ha implementado una férrea persecución contra periodistas.

Con la reforma de Erdogan, se busca eliminar el cargo de primer ministro y concentrar en una sola persona —el presidente— sus funciones. En caso de que el ‘sí’ prevalezca y se asiente, el presidente turco no podría ser sujeto de escrutinio por parte del Parlamento, podría intervenir de manera directa en las asignaciones del presupuesto y tendría autonomía completa para constituir el Poder Ejecutivo a su antojo. Es decir, Erdogan —o cualquiera que se convierta en nuevo presidente de Turquía— podría nombrar ministros del gabinete, elegir jueces, emitir decretos y poner uno o varios vicepresidentes. En pocas palabras, el nuevo mandatario se tendría control total del Poder Ejecutivo y Legislativo. Lo más preocupante de esta reforma es que le daría poder a quienquiera que ostente el cargo a disolver el Parlamento.

Recep Tayyip Erdogan, presidente de Turquía
Foto: Elif Sogut/Getty Images

La victoria de Erdogan iría acompañada —dicen sus detractores— de autoritarismo. En su discurso de agradecimiento del pasado domingo, el presidente de Turquía esbozó la posibilidad de un nuevo referendo, esta vez se pondría a votación la posibilidad de restablecer la pena de muerte en aquella nación. ¿Cómo se podría encomendar tal poder a una persona que encarceló a 152 periodistas y despidió a más de 100 mil empleados del sector público por la sospecha —infundada— de que tenían vínculos con los autores del golpe de estado? El triunfo del ‘sí’, como todo pareciera apuntar, podría traer un cambio total a Turquía, alejándola de la Unión Europea y acercándola a la religiosidad del Medio Oriente. El político apoyado —en su mayoría— por el sector más conservador y religioso del país, quitó la prohibición de vestir velo en público, durante 2013, además de imponer más candados para cosas tan cotidianas como comprar bebidas alcohólicas. Erdogan también ha hecho declaraciones respecto al papel de las mujeres en la sociedad, de acuerdo con el mandatario, las féminas deberían centrarse en su rol tradicional: en la maternidad y el cuidado de niños.

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