Por Raúl Bravo Aduna

Luis Felipe Fabre (Ciudad de México, 1974) es quizá uno de los poetas más sugerentes de su generación y, en general, del panorama cultural mexicano contemporáneo. Su poesía, desenfadada al mismo tiempo que erudita, socarrona y divertida al mismo tiempo que terrorífica, lo ha llevado a ocupar lugares privilegiados no sólo entre las páginas culturales del país sino entre lectores asiduos de su obra. Pero ahora Fabre se aleja de los poemas para acercarse todavía más a la poesía con su recién publicado Escribir con caca (Sexto Piso, 2017), un ensayo sobre la vida de Salvador Novo, que no es una biografía; un ensayo literario, personal (casi íntimo), que se enarbola al mismo tiempo como un estudio riguroso sobre la obra de Novo que incluso atisba una sociología literaria sobre su impacto; que, sin embargo, paralelamente, se vuelve una defensa firme sobre el descreimiento frente a la literatura y sobre lo poderosa que puede ser la escritura ligada al cuerpo, la ocasión y la entraña—en palabras de Fabre, para describir a Novo, la escritura que viene desde el ano.

So pretexto de la publicación de Escribir con caca, conversé con Fabre sobre su libro, sobre el ensayo como género literario y sobre lo caduco de seguir pensando en la Gran Obra cuando de literatura se trata.

Foto: Twitter
Más allá del contenido e ideas de Escribir con caca, hay algo que me llama mucho la atención: el tipo de ensayo que construyes, es un ensayo que raya entre lo académico, pero también lo personal, al mismo tiempo que es un tipo de crítica literaria a la que no estamos tan acostumbrados en México, en la que se combina la biografía, con el análisis, pero también incluyendo creación propia, como es el caso de “Novo en el Mictlán” [un poema que se articula como el último capítulo del libro y que fue llevado a escena en 2016], como una suerte de apéndice, o tal vez no. ¿”Novo en el Micltán” y Escribir con caca se escribieron de manera paralela o Escribir con caca es el corolario del poema o…

Son productos de un mismo intento. Se escribieron de manera paralela, claro que conforme uno va haciendo el libro, pues de pronto ya lo vas modificando para que la cosa como que cuadre, pero en algún momento… Sabía que quería escribir un libro sobre Novo. No tenía muy claro cómo; hay muchos borradores y muchos intentos, y de pronto te vas más para acá, más para allá. Me di cuenta que a la parte académica le hacía falta una parte más literaria, porque si no brincaba demasiado. Uno lo va haciendo un poco como vas pudiendo en la marcha.

Pero sí tenía claras un par de cosas: una, que a mí me interesa mucho poder hacer poesía desde fuera de los libros de poesía. Me harté bastante del mundo de los poetas, pero me sigue interesando la poesía. ¿Cómo escribir poesía, pero no en un libro de poesía? Entonces creo que es una cosa como personal.

Segundo, me gustó mucho cuando Fassbinder adaptó Berlin Alexanderplatz. Adapta esta novela en una serie de televisión increíble, muy a la manera de Fassbinder, pero el último capítulo no pertenece a la novela, el último capítulo es el sueño de Fassbinder sobre el personaje y como que dinamita todo: hasta ese momento había sido como que muy estricto, muy estricto, muy estricto con la novela, pero el último capítulo es un delirio, el último capítulo es totalmente de las cosas más extremas que hizo Fassbinder y que, de alguna manera, esta narrativa como sostenida, rigurosa, que iba manejando en todos los capítulos, de pronto le pone una bomba y hace una cosa que no entiendes de qué va. Esa estructura me parece fascinante. Entonces, aquí quería algo similar. El ensayo termina en un punto, pero me gustó hacer algo un poco más impensable, no quiero echarme una flor, no quiero que suene así, pero hacer algo menos esperable y continuarlo cuando se supone que ya habías terminado. Me interesó esta cosa fassbinderiana de que cuando crees que se acaba, estirarlo más… porque entonces lo llevas a un lugar menos pensado, en vez de hacerlo un poco más sensatamente. Por eso me interesó pasarlo un poco más hacia la ficción—más que a la ficción, hacia lo poético, hacia la poesía, algo también dramático—y que el final sea Novo muerto ahí, que se retome lo que está en el libro, pero también puesto desde otra parte. Como un giro. Llevarlo a otro lugar.

Foto: gob.mx
No he visto Berlin Alexanderplatz, pero leyendo Escribir con caca me acordé mucho de Adaptation de Charlie Kaufman y Spike Jonze. Es algo similar. A Kaufman le entregan El ladrón de orquídeas de Susan Orlean para que lo adapte al cine y la película se convierte en cómo Kaufman está tratando de adaptar la película, pero al mismo tiempo se termina extendiendo porque él queda involucrado en la misma historia… ¿Y ahí cómo ves tú a Escribir con caca, digamos, en el panorama del ensayo literario mexicano contemporáneo? Porque es curioso, pareciera que tenemos extremos muy palpables. Por un lado, es la anecdotita extendida del ensayo personal, pero que termina siendo vacuo y vacío, y nada más son 300 páginas de “Mírenme qué chingón soy mientras me pasa algo” o, el extremo opuesto, la cosa…

Densa, dura…

Densísima. Y que hasta en Twitter esos dos tipos de escritura ensayística siempre están confrontados.

Se hacen esos debates imposibles, de que si el ensayo académico no es ensayo y entonces los ensayistas dicen que el ensayo es el ensayo del “yo”, nosotros venimos de Montaigne y el yo es el no sé qué. Yo, al final, lo llamo “selfie en prosa”. Hablando de Twitter, alguien puso “Hipster es lo que pasa cuando le dices a los niños que son especiales”… y creo que hay una cosa ahí de este tipo de ensayo que en algún momento tuvo cosas muy interesantes, pero que se empieza a reproducir, como las selfies, que es la misma selfie, ¿no? Al final, todos los pies más o menos se parecen, todos los cafés, los desayunos del mundo más o menos se parecen… Y esta cosa nomás de gente que se siente como muy especial y habla de sí mismo y de sí mismo y de sí mismo, y eso me da un poco de pereza.

Curiosamente Novo es alguien que siempre habló de sí mismo, pero lo interesante es uno mismo ensayado con lo exterior, contrastado, siento que uno puede partir de sí mismo y volver a sí mismo y el “yo” creo que debe estar presente, por supuesto, en el ensayo. Hay algo al final que siempre acaba siendo un autorretrato, pero porque es uno proyectándose en las cosas, tratamos de ir al otro. Si no hay ese esfuerzo de tratar de ir hacia lo otro y leer lo otro, entender el mundo, probar el mundo, se quedan en una cosa de mirarse el ombligo. Si al menos fueran nudes, se agradecen. Pero, generalmente, ni nudes son. Y creo que en todo caso lo que hace Novo son nudes. Y nudes muy interesantes, porque rompen con los paradigmas de belleza que uno esperaría. Pero siempre hay también en Novo una enorme curiosidad (hablando de alguien que hizo ensayo), y fue de los primeros que empezó a interesarse por lo popular en el espacio de la literatura. Una literatura que en México siempre se quiso saber como una casta superior, una cosa como bastante aspiracional, como aspiracional París, y Novo escribió mucho sobre lo popular, sobre lo que otros no escribían. Creo que ahí hay una escuela de ensayística que me parece muy interesante. Y hablando un poco de este libro y su combinación de géneros, el primer libro de Novo incluía ensayos y poemas juntos. Ya tenía esa mezcla ahí. También lo pensé un poco con esta mezcla.

Básicamente a mí lo que me interesaba era hacer literatura. Me interesaba el asunto de la escritura, creo que incluso para mí era un descubrimiento: permitirme soltarme en espacios un poco más narrativos, que no hubiera yo, como poeta, jamás explorado, permitirme un poco este tipo de exploraciones que fueron diversión y un reto y un descubrimiento.

Creo que no hay una pregunta detrás, pero me parece curioso que más o menos en un lapso corto de tiempo se hayan publicado tu libro, Caída del búfalo sin nombre de Alejandro Tarrab (que igual lo llevaba trabajando años en línea), Mudanza de Verónica Gerber, tres ejemplos que identifico claramente, pero creo que hay otros destellitos…

A lo mejor podrías pensar en el de Cristina…

¿El de Rulfo? No lo he leído, pero tal vez entre en lo mismo. Siento, tal vez, y es una intuición basada en la nada, que son libros que quizá son una respuesta a este tipo de selfie en prosa.

Que yo creo que también hay una suerte de crisis de este tipo de prosa, de la posibilidad del ensayo como una vía de exploración del mundo, de ir hacia lo otro. Creo que, por ejemplo, aunque los de Tumbona son muy defensores del ensayo personal es cierto que no nada más publican eso y le dieron un impulso muy interesante al ensayo. Verónica estaba más cerca de ese proyecto, pero he leído unas cosas ahí fabulosas que también me han ampliado mi idea del ensayo y sí me gustaría reconocer la labor que hizo Tumbona. Incluso de sacar el tema… porque decir “ensayo personal” es un poco sospechoso. Claro, el énfasis está puesto ahí en un “yo” que a veces me parece más posado, pero de entre los libros de Tumbona, sobre todo la colección Versus (que el “versus” te saca un poco del “yo”, porque tienes que pensarte frente a alguien más), hay un gran aporte al ensayo en México y, para muchos, nuestro concepto de ensayo se vio ampliado gracias a la labor de Luigi [Amara] y Vivian [Abenshushan] y el resto del equipo de Tumbona.

Y siguiendo por ese camino, en el tercer apartado de Escribir con caca, justamente hacia el final, hay un gran énfasis en el pleito con la Gran Obra, el pleito de Novo con la Gran Obra y el pleito del circuito cultural vs Novo por no ser capaz de entregar esa gran obra, que es ridículo…

Porque además hay una gran obra en Novo, pero que no cumple con la idea de lo que tenía que ser una gran obra. Aparte, la idea misma de la gran obra… ¿qué es una gran obra?

Desde un “yo” estás cuestionando esa idea, la idea de la Gran Obra… ¿dónde está, hasta qué punto todavía tiene sentido o no? Y en alguien como Novo que, como decías, sí hace su selfie en prosa, pero son sus nudes…

Una nudes que son bastante hardcore…

Pero sobre todo divertidos, que ésa es una de las grandes cualidades también de tu libro. Pero parece ridícula la idea de la gran obra cuando uno ve tu descripción de la obra de Novo, porque claro que eso es gran obra, es una obra que viene desde la tradición satírica, tal vez desde Homero,  y creo que eso es algo padrísimo de la concepción de Novo en tu libro. Regresándonos como al circuito cultural contemporáneo, ¿qué tanto valdría la pena frente a esta selfie en prosa quizá reivindicar algún tipo de gran obra? ¿O por lo menos repensarla?

Yo creo que vale la pena pensar que el modelo de gran obra es inoperante para cierto tipo de escrituras. Pero, incluso, a veces la gran obra tiene que ver con la idea misma del libro. Cuando, por ejemplo, dicen “En México sólo se lee medio libro al año”, creo que estamos en un momento en el que ya no podemos pensar eso. O cuando se quiere cuestionar a un escritor se pregunta “¿Pero dónde está su libro?”. A Monsiváis, por ejemplo, se le achaca eso. Yo creo que a Monsiváis hay que leerlo desde los efectos que la escritura de Monsiváis ha tenido en esta sociedad, no sobre dónde está ese texto perfecto, que es una idea muy conservadora de tratar de entender qué es una obra. Creo que el caso de Novo es distinto al de Monsiváis, porque en la obra de Novo hay textos extraordinarios, pero cuando la gente dice “¿Dónde está la gran obra?” o está pensando en una novela (como dónde está ese artefacto, o ese Pedro Páramo) o están pensando en un poema largo. ¿Sabes qué? Les gustan las cosas grandes. Es muy fálico todo el asunto. ¿Dónde está su Estela de Luz, tu Suavicrema? Quiero ver así… ¡PAS! Y dije “Paz” en un lapsus ahí… ¿Dónde está nuestro gran Laberinto de la soledad? Y creo que la escritura moderna admite otro tipo… incluso de descreimiento de la gran obra, del sabotaje de la gran obra.

Casi toda la poesía de Novo es una poesía en tono menor, es una poesía que desconfía de la poesía, e incluso la poesía satírica es una poesía de ocasión, es una poesía hecha para el momento. A mí eso me recuerda al arte contemporáneo. Cuando entiendes que hay arte efímero, arte hecho para lugares y sitios específicos, a nadie le extraña. Pero si dices que es una poesía de ocasión, entonces dicen “¡Ay, no tiene trascendencia! ¡Eso es para un momento!” Algo que ya no le exigimos al arte, se lo seguimos exigiendo a la literatura. Creo que ahí hay un problema de crítica y de recepción, de querer seguir leyendo con parámetros de otro tipo de momento. Obras que no están respondiendo a esos parámetros, que están trabajando con otras ideas de lo que puede ser una escritura y una obra. Creo que eso es parte de la escritura de Novo, e incluso a veces entender el problema como el registro de una acción. Casi como la fotografía del performance, a veces el soneto es el resto de lo que fue, de esa explosión que fue, como un cartucho quemado… y lo que tenemos es, como en el arte contemporáneo, ese registro. Pero creo que a veces nos falta poder aproximarnos a la literatura como los críticos de otras artes se aproximan a sus objetos de estudio.

Se puede leer un adelanto de Escribir con caca acá.

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Raúl Bravo Aduna estudió letras inglesas en la UNAM y es maestro en Periodismo y Asuntos Públicos por el CIDE. Actualmente es el Coordinador de Noticias de Sopitas.com.

Twitter: @rbaduna

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Soy Raúl, pero la gente me conoce como Ruso. Estudié letras inglesas en la UNAM y tengo una maestría en periodismo y asuntos públicos por el CIDE. Colaboro en Sopitas.com desde hace más de seis años....

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