Esta vez, aprovechando que este sábado 24 de junio es la Marcha LGBT+ en la CDMX, entrevistamos a Gerardo Rico, quien nos cuenta sus experiencias siendo gay en 1970, pero también en 2023, así como las diferencias y cambios que encuentra actualmente en la sociedad mexicana.
Ser homosexual en los años 70
Gerardo Rico tiene 57 años, nació en la Ciudad de México y recuerda que a los siete años de edad, mientras estudiaba la primaria, se dio cuenta que era diferente a los demás niños porque no tenía los mismos gustos que ellos y no jugaba a las mismas cosas.
A pesar de que aún no era consciente de su orientación sexual a plenitud, sí empezaba a notar algo distinto en él por esos años. Sin embargo, no sentía la confianza de contarle a su familia, ni a sus amigos.
“No hubo a quién decírselo. En ese tiempo, el estigma en aquellos años –estamos hablando de los años 70– era demasiado alto, la gente no estaba acostumbrada a hablar de estas cosas, las familias era muy calladas de esta situación y los niños no teníamos más que callarlo, reprimirlo“.
Por esta razón, dice que empezó a normalizar el no poder expresarse, hasta el bullying que provocaba el hecho de ser diferente a los demás en la escuela.
“Crees que es normal que la gente no pueda hablar de estas cosas”, señala y asegura que las familias en aquel entonces eran machistas, muy apegadas a la religión y conservadoras.
¿A quién le contó por primera vez sobre su orientación sexual?
Más o menos a los 14 o 15 años, mientras trabajaba por algunos problemas económicos en su casa, conoció a un chico en el Metro de la Ciudad de México; alguien que tenía su misma edad y con el que compartía gustos en común, por lo que se cayeron bien rápidamente y empezaron a hablar de su sexualidad, de sus problemas, de la represión que vivían, incluso de si ya le habían contado a alguien más sobre sus preferencias sexuales.
“Esa fue la primera vez que yo tuve esa primera comunicación. Y bueno, tengo la fortuna de que esa persona todavía es mi mejor amigo y fue un buen encuentro, afortunadamente me encontré con una persona buena, juntos descubrimos estas sexualidades“.
Pero también destaca que ninguno de los dos acabó en las drogas o la prostitución, ya que asegura que estuvieron al filo por estar en familias disfuncionales, porque estaban muy reprimidos y eran unos adolescentes que para esos años estaban conociendo muchas cosas, sin llegar a los excesos.
¿Y cómo se lo dijo a su familia?
Para ese momento de su vida, aún no se lo contaba a su familia, pero fue justo por una experiencia junto a este chico que tuvo que confesarles que era gay.
Su amigo iba a cumplir 15 años y para festejar él lo invitó a que conocieran un bar; el problema es que Gerardo no sabía cómo justificar a sus familiares que estaría toda la noche en la calle, por lo que él le sugirió que les dijera que se quedaría en su casa, algo que también su amigo haría para tener una coartada.
Pues no les funcionó, y entre risas recuerda que los cacharon porque su abuela, quien lo crió, había logrado comunicarse con la mamá del otro chico.
Cuando llegó a su casa, le preguntaron cómo le había ido en la fiesta, pero como ya sabían que no se había quedado en la casa de su amigo, tuvo que confesar en dónde había estado y qué había hecho.
“Así fue como tuve que decir exactamente a dónde había ido y que había hecho. Mi familia lo tomó bien; en ese momento dije pues voy hablar con la verdad (…) Lo dije tal y como era, las cosas como son; lo tomaron bien”, incluso le dijeron que lo iban a querer fuera como fuera, pero siempre sintió algunas reservas.
Algo que le pareció lógico, ya que se trataba de un mundo que la gente no conocía en ese entonces, al punto de que las personas pensaban que era una enfermedad, que los homosexuales se iban al infierno.
“Es falta de conocimiento, es vivir las cosas que están fuera de sus zapatos. Entonces, de alguna forma, mi familia lo tomó bien”… aunque cuenta que también lo terminaron llevando con un psicólogo, pero fuera de querer “cambiarlo”, el profesional le hizo entender que él no estaba mal.
Sí, cuenta que le preguntó si él quería cambiar, a lo que él respondió que no, pero que si se podía, deseaba hacerlo para que su familia estuviera tranquila. Entonces el psicólogo le explicó que sería como “quitarle los cimientos a un edificio que ya está hecho”.
De esta manera, le hizo entender que ser homosexual era sólo una forma de ser, que no era algo que se podía escoger y que no estaba mal.
¿Se lo contó a los demás?
Gerardo Rico dice que a pesar de que se lo contó a sus seres queridos más cercanos, aún a la fecha, el tema de su homosexualidad es algo no se toca en su familia. Aunque no se siente mal con esto, porque está tranquilo con que lo sepan las personas que él quiere que estén enteradas.
“A mí si me importó que lo supiera alguien, lo supo y a la demás gente no tenía yo necesidad de contárselo”.
Él entendió que si las personas querían saber sobre su sexualidad, tenían que justificarse, tener una razón para hacerlo, por lo que igual prefirió no salir a decírselo a todos y hasta presentar a sus parejas.
Y es que las pocas veces que se vio orillado a hablar al respecto, fue después de pláticas forzadas, aunque él no quisiera tratar el tema.
“A partir de que se lo dije a mi familia, no tuve necesidad de platicarlo con más gente”.
La peor experiencia de Gerardo Rico
Cuando trabajaba en un banco, en un puesto dentro del área de recursos humanos, se dio un recorte de personal y fue a él a quien despidieron. Sin embargo, Gerardo siente hasta la fecha que esa decisión se dio por su orientación sexual.
En ese entonces tenía 35 años, y sólo por el hecho de no estar casado, tener pareja y también hijos, sus compañeros empezaron a preguntarse sobre sus preferencias sexuales; algo que no debía importarles, ya que no afectaba en nada el trabajo que él realizaba.
“A esa edad yo tenía una carrera muy sólida, era joven, los contrincantes contra los cuales yo estaba viendo si me despedían eran cinco y la decisión fue por mí, porque los demás estaban casados, tenían hijos y otros tenían nietos. Por ahí fue, creo, la decisión que tomaron; nunca me lo dijeron abiertamente, pero no había ninguna otra causa por la cual se diera“.
Además cuenta que su entonces jefe era muy homofóbico, que a pesar de que lo había apoyado con su carrera profesional, cuando se enteró de que era gay, le empezó a incomodar su presencia en el banco.
Y aunque le dieron su liquidación correctamente y salió relativamente bien, sí cree que fue una de las peores experiencias que tuvo que cruzar por ser homosexual.
Afortunadamente, después de esa ocasión, no ha tenido que cruzar por algo así de nuevo. De hecho, con el dinero que le dieron de su despido, abrió un restaurante y luego un gimnasio, por lo que se convirtió en su propio jefe. Incluso, después volvió a formar parte de una empresa pero asegura que no volvió a tener un problema parecido, y en parte porque cree que la sociedad mexicana ha cambiado: “No es lo mismo ser gay en 1970 que en 2023”.
Antes vs Ahora
Gerardo siente que tanto la sociedad como la leyes en la Ciudad de México y Estado de México han cambiado favorablemente para los homosexuales y demás orientaciones sexuales.
“Hay mucha más libertad y en aquellos tiempos había redadas todavía en los bares. Te daba miedo llegar a un bar y que llegara la policía y te subiera nada más porque sí“, recuerda.
Mientras que ahora se le hace imposible que las autoridades lleguen a un bar y comiencen a subir a las personas a camiones, como antes pasaba. Por ejemplo, dice que ahora en la Zona Rosa hay mucha más libertad para la comunidad LGBT+.
Igual comenta que en los trabajos ya hay preguntas prohibidas a la hora de contratar o mientras se es empleado/a, principalmente sobre las preferencias sexuales. Incluso dice que ya hay empresas que buscan ciertos perfiles que pueden cubrir especialmente personas homosexuales.
Y en las familias, es más probable que los padres apoyen a sus hijos sin importarles su sexualidad. Mientras que antes los corregían hasta por su manera de hablar.
“Creo que todas las personas merecemos mucho respeto independientemente de las etiquetas. Sí hace falta mucho avance, pero por el respeto a todas las personas, no es nada más el respeto a la comunidad LGBT, es por un respeto a todas las maneras de ser, de amar, de color de piel, de ser hombre o mujer. Creo que lo que se tiene que trabajar es mucho en los valores y los respetos fundamentales”, sin olvidar exigir más a las autoridades y a nosotros mismos como comunidad, comenta por último Gerardo Rico.