Venezuela atraviesa un vertiginoso camino hacia el desastre en materia económica y derechos humanos desde que Nicolás Maduro asumió la vacante que Hugo Chávez dejó al morir. Hoy, la libertad enfrenta las consecuencias de informar el estado deplorable de las finanzas y la seguridad en el país: una abierta amenaza por parte de la administración más ineficiente de América Latina ¿cómo van las cosas hasta hora?
****Actualización del 13.02.2014: Las protestas del día de ayer terminaron con un saldo de tres muertos y decenas de heridos en varias ciudades. La fiscal general de ese país, Luisa Ortega Díaz, confirmó la muerte a tiros de dos personas y 23 personas heridas en las protestas que se produjeron en Caracas.
En la noche las manifestaciones se dirigieron al municipio de Chacao que terminó con la muerte de un último joven (puedes leer la historia de él aquí).
Hasta las once de la noche había 29 detenidos en la sede del Comando Regional Número 5 de la Guardia Nacional.
Uno de los muertos es el responsable de la coordinación de los grupos que llegaron a chocar contra los manifestantes, su nombre era Juan Montoya (medios dicen que estos grupos fueron armados por el gobierno, nosotros suspendemos el juicio).
El otro fallecido fue Bassil Da Costa de 24 años, era estudiante de Mercadeo en la Universidad Alejandro de Humboldt.
Las televisoras no transmitieron lo que estaba sucediendo en las calles, con excepción de NTN24 (cuya señal en YouTube fue bloqueada).
El Gobierno prometió investigar los hechos y castigar a los responsables. Maduro expresó sus condolencias a las familias de las víctimas, especialmente a la de Montoya a quien dijo que conocía desde los 14 años de edad.
Según el País, el ministro de Exteriores, Elías Jaua, acusó a Leopoldo López de res el responsable intelectual de las muertes y que el Estado debería castigarlo:
«El fascismo se corta por la cabeza»
El presidente de la Asamblea Nacional, Diosdado Cabello, también responsabilizó a López y a Machado ya que ellos habían convocado las marchas:
«Son ellos los responsables»
Por ahora, una juez de Control ha ordenado la captura del líder opositor Leopoldo López.
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“¡A los periódicos les llegará su hora! me llamarán dictador, no me importa; pero voy a endurecer las normas para acabar con el amarillismo y con la propaganda que alimenta la muerte”, afirmó el pasado viernes el presidente Maduro.
A 11 meses de gestión, el mandatario no sabe cómo atacar el problema de la seguridad, mismo que se ha agudizado tras el derrumbe adquisitivo que la población ha sufrido a consecuencia de una política económica que obstaculiza la importación de productos de primera necesidad, incluyendo el papel de baño. La ausencia de mercancía en los anaqueles conlleva a un encarecimiento desmedido de todos y cada uno de los artículos disponibles, al tiempo que ha entorpecido las relaciones económicas con naciones extranjeras, incluyendo a sus aliados
Actualmente, el bolívar y recursos venezolanos que lo respaldan son tan poco confiables en el mercado internacional que las importaciones se perfilan imposibles aún bajo el supuesto de que el autobloqueo fuese levantado.
El dólar, comenzó a escasear de manera abrupta, lo que provocó un alza en su precio sin precedentes. Simultáneamente, la inversión extrajera se vio desmotivada, lo que imposibilitó el necesario intercambio de divisas, que a su vez agudizó las desventaja de la moneda nacional frente a la estadounidense. La situación es clara: si un país desdeña el intercambio con otros, su moneda y sus negocios serán desvalorados por aquellos. Tomando en cuenta que Venezuela importa más del 60% de los productos que consume, un escenario de inflación tal no podía llevar sino a un estado de emergencia.
Maduro pareció creer que imprimir más billetes solucionaría el problema. Prometió y aplicó múltiples aumentos salariales, pero ni una tonelada de papel podría respaldar la ausencia de actividad económica. Podría, no obstante, hacer maravillas por el periodismo impreso, que, a causa de los 17 pasos burocráticos que el gobierno exige, entre permisos, justificaciones y recortes, se han quedado sin papel periódico para las impresiones diarias.
A la fecha, 11 periódicos han suspendido operaciones en el país. Ya en el último trimestre del año pasado, un significativo número de periódicos de difusión local en distintas entidades se habían visto en la necesidad de hacer publicaciones cada vez más esporádicas y cortas con la intención de racionalizar sus reservas. Al día de hoy, la situación alcanza niveles absurdos para los estándares de cualquier democracia. El Nacional de Caracas recibió permiso para importar papel por última vez en mayo del año pasado. Hoy, el diario ha recortado a la mitad sus ediciones, con lo que espera mantenerse hasta el próximo año.
Maduro y su gabinete, por otro lado, no podría estar más beneficiados con la “accidental” falta de recursos básicos para la prensa escrita. Sus múltiples ataques contra las radiodifusoras y televisoras, a las que ha terminado por doblegar, no tuvieron la misma y pronta eficiencia sobre la prensa escrita, mucho más heterogénea y numerosa. Cuando Maduro decretó el precio oficial del dólar, que pretendía sostener a punta de subsidios, para lo que de por sí, había reservas insuficientes de capital en las arcas de un Estado que debió preocuparse más por el abastecimiento urgente que por mantener las apariencias cambiarias, múltiples periódicos no cejaron en publicar el valor real de la divisa estadounidense, lo que contrajo la furia del gobernante. Maduro les llamó mentirosos, amarillistas y especuladores, y sin mayor problema, les retiró la licencia para publicar. Ante la amenazante posibilidad de que interviniesen organismos internacionales en defensa de la libertad de expresión, el presidente parece haber encontrado una manera más eficiente para acabar con la libertad de todos aquellos medios escritos que se oponen al régimen.
Los periódicos son el bastión desde el que es posible seguir el rastro de un régimen que, por muy buenas intenciones que tenga o haya tenido, ha terminado por aplicar políticas de represión para hacer frente a sus torpes e ingenuas políticas económicas.
Este martes, una marcha convocada por el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Prensa (SNTP), recorrió el espacio comprendido entre la plaza de Venezuela culminó en el Centro de Comercio Exterior, que controla tanto las importaciones de bienes como la compra de divisas. La manifestación tenía como objetivo exigir al presidente del organismo que se reabriesen los cupos para la importación de papel. Aunque la protesta contó con representantes de todas las principales publicaciones escritas de Venezuela, entre las que se cuentan medios de derecha e izquierda por igual, las autoridades se negaron a recibirles.
El gobierno Venezolano ha negado en múltiples ocasiones que tal falta da papel sea el caso. Aseguran que en las bodegas de los puertos existen aún bobinas de papel periódico sin abrir, tantas, que incluso los periódicos podrían satisfacer su demanda y lucrar aun más con la reventa del producto, lo que sería, por cierto, ilegal. Diosdado Cabello, presidente de la Asamblea Nacional, afirmó que las manifestaciones de los periodistas tenían intenciones desestabilizadoras para el régimen, y que carecían de fundamentos reales.
“Que los periódicos compren su papel, el gobierno no les debe nada”, espetó Cabello.
A estas palabras respondió Miguel Henrique Otero, editor del diario El Nacional, en tono irónico y agudo, de la siguiente manera:
“Es verdad que el Gobierno no nos debe dinero”, ironizó, “porque nosotros no le estamos pidiendo un préstamo. Lo que estamos haciendo es pagar unas importaciones con nuestro dinero, pero en las actuales reglas del juego al Gobierno le toca autorizar el acceso a las divisas y liquidarlas”.
En efecto, según los propios medios, el estado tiene retenidas habilitaciones de pago de divisas para importar papel de prensa por un valor de 100 millones de dólares.
Hoy, las manifestaciones alcanzaron niveles insospechados para el régimen. A los periodistas se han sumado los estudiantes, para exigir la liberación de los jóvenes arrestados durante una manifestación el pasado jueves en el estado de Táchira, fronterizo con Colombia.
Con todo, Maduro ha dejado clara una cosa: todas las publicaciones que estén en contra de su administración, tendrán que vérselas con él “aunque me llamen dictador”. Sus buenos deseos para el país vuelven ilegítima toda crítica a su régimen.