En un bosque a las afueras de la antigua capital china, Lu Jun, promotor inmobiliario de 58 años, junto  a su hijo Lu Xen, de 30, han logrado desarrollar un ambicioso proyecto: un espacio abierto con 11 edificios diseñados por los más prestigiados arquitectos internacionales con una inversión total de 164 millones de dólares. El resultado es impresionante.

Esta sábado, la pieza central de este complejo abrirá sus puertas: el Museo de Arte Sifang. Diseñado por el arquitecto neoyorkino Steven Holl, el recinto cuenta con obras de Anselm Kiefer, Luc Tuymans y colectivos de arte chinos. El complejo también incluye un hotel, un moderno centro de conferencias y 20 villas residenciales para los más exigentes gustos.

“El arte contemporáneo y la arquitectura no fueron muy aceptadas aquí en Nanjing, quería cambiar a las mentes estrechas”, explicó Lu Jun sobre los motivos de la revolucionaria obra.

Familias ricas como la de Lu están promoviendo uno de los mayores booms culturales en el país asiático en décadas, inspirados en los magnates industriales americanos de principios del siglo XX. Sin embargo, a diferencia de estos, los nuevos museos de arte chinos no cuentan con apoyos gubernamentales, no aceptan donaciones y no reciben ninguna clase de beca o préstamos. La promoción del arte contemporáneo en la región parece ser una responsabilidad exclusiva de la iniciativa privada.

Lu no es el único que ha aceptado cumplir con esta difícil tarea. El museo Yuz, en Shanghái, obra del magnate indonesio Budi Tek, está listo para abrir en diciembre.

Liu Wenjin abrirá el Yellow River Arts Center en Yinchuan, con un costo estimado de 279 millones de dólares.

La coleccionista Wang Wei y su multimillonario marido, Liu Yiqian, invirtieron 50 millones en el rescate de un centro comercial abandonado, transformado ahora en el Museo Long, con una colección de arte no sólo contemporáneo, sino también chino clásico estimada en 150 millones. Todos ellos lamentan la falta de apoyo por parte de la administración oficial china, y mantienen sus proyectos con capital propio.

Lu Jun era profesor de economía y activo político local de Nanjing. En 1989  abandonó sus puestos para dedicarse lleno a su proyecto. Comenzó una compañía de financiamiento que actualmente maneja un estimado de 41.1 millones de dólares con capital de distintos inversionistas. En 2002 compró la parcela de bosque desierto que actualmente contiene su lujoso complejo. Originalmente pensó construir un conjunto habitacional, pero más tarde cambió de planes. Los multipremiados Wang Shu, la firma japonesa Sanaa, el artista Ai Weiwei y el arquitecto británico Davis Adjaye estuvieron de acuerdo en participar.

Ai Weiwei construyó un grupo de viviendas para alquilar llamadas Seis. Grupos de construcciones parecidas salpican el inmenso terreno. Las ganancias de estos recintos serán utilizadas para sostener las exposiciones. El museo, por su parte, se eleva a más de 10 metros sobre el nivel del suelo para dar vista sobre el complejo entero. Albergará dos colecciones anualmente.

Al rededor del mundo, distintas fundaciones recogen dinero para seguir impulsando en arte en un país azotado aún por los estragos de la revolución cultural y con una cómoda política de austeridad hacia el arte.

Vía: The Wall Street Journal

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