Según un estudio realizado por la UNAM en 2012, un empleado mexicano que gana el salario mínimo producía el valor de su sueldo en 9 minutos de trabajo. La ganancia del resto de la jornada es para el gobierno y las empresas. Hoy, dada la inflación anual y el mínimo crecimiento del salario podemos asegurar que estamos peor.
Para entender este dato, imaginemos que partimos una jornada de 8 horas en periodos de 9 minutos. Si en cada uno de esos periodos se producen 62.3 pesos (que era el salario mínimo de 2012), entonces, en promedio, un trabajador produce 3mil 322 pesos con 66 centavos. Sabemos que la mayoría gana mucho menos que eso, y que un pequeñísimo sector, gana mucho más.
En 2008, el mismo estudio reveló que, en ese entonces, el equivalente a un salario mínimo se producía en 12 minutos. No es que uno de los datos sea más indignante que otro: ambos son una reverenda mentada. Sin embargo, si consideramos que el salario mínimo de hoy es mayor que el de entonces 2012 o 2008 (aunque sea en forma significativa), es de alarmarnos que el valor de un salario haya disminuido 25% frente a lo que el trabajador produce en un día.
El motivo de esta disminución es que los patrones, con todo y todo, también se han visto recortados en sus ingresos, y han debido despedir empleados. Sin embargo, no dejan de exigir los mismos resultados, lo que hace que los que sí conservaron su trabajo incrementen su producción y, proporcionalmente, disminuyan su ganancia. En otras palabras, lo más pobres pagan más caro el plato de la crisis, lo que no sorprenderá a muchos.
El salario mínimo en 2012 era de de 62.3 pesos en la zona geográfica A, contra los 67.29 en la misma zona el día de hoy. La canasta básica, por su parte y según el mismo estudio tenía un valor de 160.8, sin incluir gastos en salud, entretenimiento y vivienda. El día de hoy, tomando en cuenta el aumento en impuestos y la inflación natural, la canasta básica se ha encarecido mucho más que 5 pesos (que es la diferencia entre el salario mínimo de antes y el actual). Considerando que una canasta básica rinde más de un día, pero agregando el resto de los gastos, el estudio determinó que, en 2012 un trabajador debía ganar 160.86 pesos diarios para vivir humildemente. Hoy, frente al encarecimiento del transporte público y muchos productos básicos (limón, huevo, aceite, maíz, etc.), hace falta bastante más.
En el artículo 123 constitucional se lee claramente:
“los salarios mínimos generales deberán ser suficientes para satisfacer las necesidades normales de un jefe de familia, en el orden material, social y cultural, y para proveer la educación obligatoria de los hijos”.
Vivir al mínimo posible sigue siendo en México un sueño de lujo que la política económica del presidente no puede resolver: en pleno 2014, el golpe del aumento en los impuestos sólo es combatido con un aumento en las posibilidad (y necesidad) de obtener un crédito. Sin embargo, también han sido aumentadas las facultades de cobro de los prestamistas. Según lo decidido recientemente por la Suprema Corte de Justicia, ahora las casa de crédito podrán exigir a un juez el cobro de al menos el 30% la deuda que un trabajador tenga con él directamente desde su cuenta de nómina. Es decir, los prestamistas podrán embargar el sueldo de deudores legalmente.
Los resultados del estudio de 2012 fueron obtenidos a partir de la comparación de datos del Inegi. Se comparó la base de datos de la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE), en que se detalla el número de trabajadores del país, su sector y su salario, contra los datos del Sistema de Cuentas Nacionales, donde se detallan las mercancías producidas y su valor.
Según los propios datos del ENOE, en 2012, 6 millones 368 mil 797 trabajadores en México tenían un ingreso igual a un salario mínimo, 4.1 millones no percibían ingresos y 10.7 millones perciben entre uno y dos salarios mínimos. Significa que 44.5 por ciento de la población ocupada (21.1 millones) percibía, en el mejor de los casos, 124 pesos con 66 centavos por un día de trabajo.
En nuestro país, en 2014 se registró una disminución en el desempleo de 0.2 puntos porcentuales en comparación con el 2013, sin embargo, al cierre de ese mismo año, la inflación fue de 3.97%, superior al 3.57% que el propio Banco de México se había fijado como meta admisible. En otras palabras: en lo positivo, crecemos poco, mientras que en lo negativo, crecemos mucho más. Todo esto nos hace pensar que, en la actualidad, aquellos 9 minutos en los que un trabajador desquitaba su salario mínimo se han reducido aún más, o lo que es lo mismo, el salario de un empleado vale hoy aún menos en relación con lo que produce.
Quizá ahora te hagas las preguntas, ¿y dónde queda lo que ganó la empresa?, ¿por qué la inflación afecta tanto a los más pobres y permite que los ricos registren crecimiento?, ¿por qué, si es tan fácil pagar mal en México, hay tan poca inversión?
Bueno, resulta que hay países en los que la mano de obra es aún más barata, países en los que, por ese motivo, se registra una mayor inversión (y mayor desigualdad). Podemos decir esto así: sin importar qué tan barato te vendas, hay alguien que ofrece más por menos. Para atraer una mayor inversión, México no puede seguir ofreciendo mano barata, sino que necesita, antes que nada, invertir lo que tiene en otros aspectos, comenzando por sus propios trabajadores.
“La aplicación de políticas económicas capitalistas en el mundo ha incrementado el grado de explotación de los trabajadores”, se sostenía en aquél análisis. Hoy, podemos asegurar, la situación es aún peor.
Vía: La Jornada