Por Carlos Monroy
Mientras las campañas, disfrazadas de precampañas, siguen y los (pre)candidatos continúan en sus giras, dentro de poco más de un mes, el 24 de febrero, se cumplirán cinco años del levantamiento de las autodefensas en Michoacán. La cantidad de noticias que surgen en tiempos de campañas presidenciales hace fácil olvidar que también se elegirán funcionarios locales y que, de hecho, son estas personas las que afectarán de manera más inmediata nuestra vida cotidiana.
Apenas este lunes, el New York Times nos recordó en un reportaje cómo el fenómeno de las autodefensas y, en general, el debilitamiento del Estado mexicano a nivel local sigue siendo una preocupante realidad que ha desaparecido de los grandes medios. El reportaje narra la experiencia de Tancítaro, Monterrey y Ciudad Neza en donde, de distintas maneras, el Estado mexicano se ha retraído, abandonando su función primaria de brindar seguridad a la población. En estas comunidades, esta ausencia se ha suplido de distintas maneras por parte de los locales.
Quizás, en un contexto en el que los homicidios o escándalos de corrupción son noticias habituales, un reportaje sobre la desaparición de las instituciones de gobierno a nivel local podría parecer insignificante. La cuestión es que no es así: en nuestra vida cotidiana lidiamos con los gobiernos locales más que con cualquier otro orden de gobierno, ya sea por la pinchadura de una llanta debido a los baches en las calles o a la provisión de servicios básicos como la colecta de la basura. Además, muchos de nuestros problemas más apremiantes, como la violencia y la corrupción, tienen su origen en los defectuosos (y, en algunos casos, inexistentes) gobiernos estatales y municipales. Mientras no tengamos autoridades locales capaces y sólidas, la corrupción y la violencia serán habituales.
Gran parte de la historia de México se debe a sus pueblos y comunidades. No por nada muchos de los eventos que transformaron a nuestro país sucedieron fuera de la Ciudad de México: basta con ver la historia de la Revolución Mexicana y los movimientos que la conformaron. Por esta razón, no es de sorprender que la reacción de muchas comunidades ante la ola de violencia en el país haya sido unirse y, en términos prácticos, separarse o ampliar la distancia de las instituciones de gobierno.
Dada la importancia del tema local para el funcionamiento del gobierno llama la atención de manera notable su ausencia en las campañas presidenciales y, en general, del debate político. Por ejemplo, pocos independientes aspiran a gobernar municipios o delegaciones, sino que prefirieron ir a su congreso local, al Senado o Cámara de Diputados donde su incidencia real será mínima.
Una verdadera política de seguridad o de combate a la corrupción en el mediano plazo requerirá reformar y repensar nuestras instituciones locales: desde los municipios hasta los congresos locales y gobernadores. Cuando las instituciones locales funcionan un Javier Duarte es poco probable, porque habría quien señale el desvío de recursos en el congreso local, o un Abarca sería denunciado por su propio cabildo.
Mientras no tengamos mejores instituciones locales, especialmente en los municipios, de poco servirán las burocracias que se construyan desde la Ciudad de México para controlar hasta lo más mínimo que suceda en los estados. La democracia mexicana deberá empezar de lo local a lo central o, simplemente, no será.
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Carlos Monroy es politólogo.
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