Hace 46 años, un día como hoy en una tarde gélida de 1969, fue la última vez que los Beatles, la banda que revolucionó al mundo con su música y decidió encerrarse en los estudios de grabación ante la frustración de no poder desarrollarse en vivo, decidió cometer la locura de dar un concierto en la azotea de su compañía Apple Records.
El edificio localizado en el número 3 de la calle Saville Row en el centro de Londres, albergó al cuarteto de Liverpool durante esta improvisada sesión, mientras se encontraban grabando el accidentado y malvibroso álbum Let It Be. Originalmente pensado para llevar el título Get Back, el disco pretendía ser un “regreso a la forma” para el grupo: nada de efectos de consola, nada de doblajes, nada de músicos de sesión (aunque contaron con la participación de su longevo amigo Billy Preston en varios temas), se trataba de retomar la esencia de los Beatles iniciales, época en la que sólo contaban con sus guitarras, voces y la buena manufactura de canciones.
El accidentado proyecto era muy ambicioso. El grupo ensayaría y grabaría un álbum desde cero, todo el proceso sería filmado y lanzado en una película y las canciones completamente nuevas se grabarían en un concierto frente al público. Se manejaban muchas locaciones para el susodicho show: un anfiteatro en Grecia, un barco, un concierto en el Roundhouse de Londres.
Debido a los grandes conflictos al interior de la banda, el proyecto fue cambiando radicalmente. El ambiente del estudio en Twickenham no era el más favorable, mucho menos cuando hacían que el grupo se presentara a las 8am entre luces de colores para empezar a crear canciones. Los cuatro fantásticos habían estado encarcelados entre ellos durante 10 años, ahora tenían esposas, hijos y su visión ya iba más allá de los Beatles, querían ser individuos. Así que abandonaron la premisa inicial y prefirieron grabar los tracks en el estudio (sesiones que tampoco fueron de su agrado, por lo que Lennon se las dio a Phil Spector para que las dejara “presentables” ante el enojo de McCartney).
Del sonado concierto mismo que marcaría el regreso del grupo a los escenarios, todo acabó reduciéndose a un “palomazo” en la azotea (George Harrison no quería participar pero lo acabaron convenciendo). Tocaron sus nuevos temas, “Don’t Let Me Down”, “I’ve Got A Feeling”, dos versiones de “Get Back” (porque en una de ellas los amplificadores de John y George fueron apagados por su roadie Mal Evans para llamar su atención ante la presencia de la policía y Lennon se equivocó durante el solo de guitarra), “Dig A Pony”, un brevísimo fragmento de la popular canción irlandesa “Danny Boy” y “One After 909” un tema que habían grabado al principio de su carrera y ahora retomaban. A pesar de los problemas, es notorio que el grupo se la está pasando muy bien, en cuanto la música comienza a sonar la vibra es estupenda y todas las idioteces son desechadas, con lo cual podemos gozar de un estupendo mini concierto de los Beatles.
La imagen es perfecta y memorable: la película de 35 milímetros le da un toque “granulado”. El grupo entre pequeños amplificadores Fender (Deluxe Reverb y Vibrolux Reverb para John y George, Fender Bassman para Paul), la batería clavada en el suelo para que no se recorriera. A la izquierda y casi escondido del cuadro Billy Preston se encuentra tras su piano eléctrico Fender Rhodes. Le sigue Paul vestido con un ligero traje negro y camisa blanca, zapatos cafés, empuñando su emblemático bajo Hofner en forma de violín (justo aquel de los inicios de la banda que ya había abandonado por el más moderno Rickenbacker). Detrás está Ringo con una gabardina roja/anaranjada misma que contrasta perfecto con su batería amarilla y batalla todo el tiempo con el viento que le pone el pelo en la cara. Al centro está John, ataviado con un grueso abrigo de piel, propiedad de Yoko, suéter negro con su guitarra predilecta del momento (la Epiphone Casino, color crema), pantalones negros y tenis grises (o blancos muy mugrosos), el viento le vuela la mata incesantemente descubriendo sus tupidas patillas. Al extremo derecho está George también enfundado en un grueso abrigo negro, pantalones verdes y unos notorios tenis Converse negros con suelas blancas, en sus manos está una Fender Telecaster con acabado café oscuro que usó durante todas las sesiones del álbum.
Siendo la zona comercial y de oficinas de Londres, el “concierto” atrajo la atención de los oficinistas de la zona, los vecinos y alguna que otra grupi que se había enterado que los Beatles estaban tocando. Desde luego alguien se quejó por el ruido y envió a la policía, cosa que el grupo siempre dijo que pudo ser un magnífico final para la película: los Beatles siendo golpeados y arrastrados por alterar el orden público (de hecho ante la orden de que se detuvieran, el grupo continuó tocando, esperando una respuesta violenta de la policía), sin embargo, como papás regañones, simplemente les advirtieron que bajaran el volumen.
Lennon culminó la famosa sesión en la azotea con estas palabras: “ Me gustaría dar las gracias en nombre del grupo y cada uno nosotros y espero que hayamos pasado la audición”.
De cierta manera el grupo terminaba como había comenzado: siendo una pequeña banda de Rock en espera de la grandeza. A principio de los 60, Brian Epstein los llevó a la cima del éxito; en este día de 1969, con este concierto final, el grupo comenzaba su ascenso a la inmortalidad.
Por cierto, los Beatles no fueron la primer banda en tocar en una azotea. Los Jefferson Airplane ya lo habían hecho en 1968 en Nueva York, despertando al vecindario. Dicha sesión fue filmada por el afamado Jean-Luc Godard.
Disfruten el último concierto de los Beatles que Paul McCartney se ha negado rotundamente a lanzar en DVD