Los Jarawa son uno de los grupos que habitan las islas Andamán que se encuentran en el Golfo de Bengala. Los jarawa son uno de los grupos más amenazados por la colonización y el turismo, su reserva se ha convertido en un safari humano.

Viven en grupos de entre 40 y 50 personas en la región media y sur de las islas. Son recolectores de bayas y semillas y cazan cerdos salvajes y lagartos. Hace 150 años, cuando los británicos llegaron a las islas desde la India, intentaron “civilizar” a los jarawa pero ninguna de sus técnicas (secuestros, regalos, ataques) lograron dominar a este grupo que, hasta hace unas décadas, se había mantenido aislado; ahora, una carretera y cientos de turistas amenazan su estabilidad mientras  los tratan como animales exóticos.

La carretera fue construida en los años setenta y a través de ella transitan cazadores que se llevan el sustento del grupo, madereros y otras amenazas al medio ambiente, sin embargo, el peligro más grande es el turista, que ve a los jarawa literalmente como un espectáculo, un safari humano: les tira galletas, los hace bailar para videograbarlos  y los sienta a su lado para fotografiarlos.

En este video, difundido por el periódico The Guardian, se observa dos mujeres jarawa mientras un policía les ordena “Baila, baila para mí” para gusto de los turistas. El trabajo del policía es precisamente el de mantener alejados a los turistas de la reserva en donde la tribu se concentra pero el periódico asegura que este policía recibió 200 libras por hacer bailar a los jarawa.

Cada día, cientos de turistas ingresan en la reserva de los jarawa, a su lado, un letrero les informa que están prohibidas las fotografías, el contacto o cualquier acción que perturbe a los jarawa, sin embargo, cuando las puertas se abren, informó The Observer, “los clicks de las cámaras empiezan y la gente empieza a arrojarles bananas y galletas a los miembros de la tribu, como si fuera un verdadero safari humano”.

Se ha reportado que, por algunos cientos de libras, alguien te llevará al corazón de las islas, “el contacto está garantizado”, siempre que también sobornes a las autoridades, después puedes ir a comprar objetos creados por los jarawa (figurillas de madera por ejemplo) en la tienda Vyas Brothers en Port Blair, capital de las islas.

Denis Gilles, editor de un diario en las Islas Adamán, afirmó que son principalmente los jóvenes jarawa los que salen del corazón de la selva por curiosidad, pero cuando van envejeciendo pierden interés “cuando se dan cuenta de que el mundo exterior no es para ellos”.

“Creo que un día los jarawas tendrá que salir y mezclarse. No pueden estar en la selva por siempre. Están conscientes de que hay un mundo fuera de los árboles, pero esto no debería ser un shock cultural para ellos”, afirmó en entrevista con The Guardian.

Todos los días, operadores turísticos transportan a más de 500 turistas a la tierra de los jarawas, incluso, en 2006, la agencia de viajes India Barefoot construyó un centro vacacional a sólo tres kilómetros de la reserva jarawa y a pesar de que muchas organizaciones de derechos humanos han intentado reducir el contacto de los jarawa con los turistas y de que el Tribunal supremo de la India ordenara a las autoridades de la isla cerrar las actividades turísticas cerca de la reserva, los policías locales han ignorado permanentemente estas consideraciones.

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Cola de vehículos en para entrar en la reserva jarawa

Cuando le preguntaron a Enmai, un joven jarawa, cómo se sentía cuando los foráneos le hacían fotos, dijo: “No me siento bien. No me gusta cuando me hacen fotos desde sus vehículos.

Este tipo de turismo convierte a las personas en atracciones, en “animales exóticos” que vale la pena fotografiar para que el visitante se lleve un recuerdo del “mundo inhóspito”. Los turistas y las autoridades no ven que esta tribu se enfrenta a un enorme problema relacionado directamente con su existencia. El contacto de este tipo de tribus con los extranjeros casi siempre tiene resultados terribles para estos grupos toda vez que sus prácticas y creencias van desapreciando. Si bien es cierto que el contacto con otros grupos es natural, la forma en que se ha forzado este contacto (que convierte a los jarawa en productos turísticos) habla mucho de los prejuicios y dinámicas a los que el hombre de occidente se ha malacostumbrado.

 ***vía The Guardian y El Puercoespín

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