El 18 de marzo de 1938, el presidente Lázaro Cárdenas anunciaba que, como resultado de la implementación de la Ley de Expropiación de 1936, el petróleo mexicano sería un recurso para los habitantes del país y no para empresas extranjeras. Hoy, México pasa por dos problema aún peores que el de las inconvenientes ofertas a trasnacionales: la falta de interés mundial en nuestro producto y su bajísimo precio.

El secretario de Hacienda, Luis Videgaray, salió a dar las malas noticias que todos ya conocíamos. “Esta no es una caída transitoria”, dijo sobre el desplome del precio del petróleo.

“Nuestra opinión es que es de baja probabilidad que veamos una pronta recuperación del precio del petróleo de exportación en las próximas semanas, o incluso en los próximos años”, afirmó.

Por supuesto, esta situación ya había sido anunciada por la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP), el Fondo Monetario Internacional (FMI), las autoridades estadounidenses y por decenas de economistas mexicanos y extranjeros.

La notica, en efecto, no es buena. Las ventas petroleras representan prácticamente una tercera parte de las finanzas públicas de México. El caso resulta todavía peor si consideramos que la gran apuesta del gobierno para la recuperación del estancamiento económico por el que México pasa desde 2008 era la Reforma Energética, que dependía de que el petróleo mexicano tuviera un precio alto y atractivo para la inversión extranjera.

El precio del petróleo se desplomó a finales del año pasado, luego de que Estados Unidos registrara una superproducción de este recurso, mientras China y otras potencias anunciaban una baja en su consumo. Cumpliéndose al pie de la letra aquella máxima que dice que a mayor oferta y menor demanda, menor precio, el barril de petróleo bajó dramáticamente de los 90 dólares por barril a los 30. Adiós sueño de crecimiento, adiós ventajas de la Reforma energética.

Videgaray reconoció el día de hoy que el actual escenario pone en un gran aprieto a las finanzas del país y, por rebote, a nuestros bolsillos.

Recientemente, el Banco de México subastó una fuerte cantidad de dólares, parte de nuestra reserva de divisas. La idea es vender moneda extranjera para que sea pagada con divisas mexicanas que hoy forman parte de las reservas de otros países. De esta manera, se introduce más dinero mexicano y se fomenta el comercio interno. Los dólares que México vende también podrían ser pagados con deuda, que los países o los particulares clientes tendrán que pagar más tarde en pesos. Con ello, las autoridades buscan contrarrestar la caída de nuestra moneda, que es, a su vez, producto de la caída del petróleo.

Aquella estrategia, sumada a las reservas petroleras actuales, salvan del precipicio a nuestro país durante este 2015, pero no son suficientes para garantizar un salvavidas para 2016.

“El reto en realidad no es 2015. Realmente el reto importante para las finanzas públicas ocurre en 2016 y en adelante”, explicó el secretario.

Visto así, 2015 podría parecer un año sin pérdidas, aunque esto no significa que el país registrará un crecimiento significativo, sino simplemente que no irá a la baja. Quizá esto sea un alivio para las grandes empresas, pero lo cierto es que un país que ha asegurado su estabilidad macroeconómica, no puede responder necesariamente por los bolsillos del ciudadano común.

El golpe que los impuestos aplicados desde principios de 2014 sigue causando en los ingresos de cada mexicano resulta hoy más caro de lo planeado y el estancamiento se agrava.

El gobierno federal ha anunciado en múltiples ocasiones que aumentará el recorte presupuestal al gasto público (el dinero que el gobierno invierte en programas sociales, educación, proyectos como el aeropuerto, entre otros). Para ser exactos, el recorte es equivalente a algo así como el 0.8% de lo que se producirá en el país. Una cantidad demasiado grande que, con todo, sólo sirve para retrasar una caída que hoy parece inevitable.

Por si esto fuera poco, este depreciado petróleo mexicano no se producirá en las mismas cantidades que antes. La semana pasada, el director general de Pemex Exploración y Producción, Gustavo Hernández, anunció que la producción tendrá que sufrir un ajuste para pasar de los 2.4 millones de barriles diarios a 2.28. Se trata de un círculo vicioso: la baja en la producción proyectada por Pemex se debe al recorte de miles de trabajadores y recursos que el gobierno le ha hecho. El recorte es causado, a su vez, por los bajos precios del petróleo. ¿Dónde quedó la supuesta nueva “empresa productiva del Estado” en que debía convertirse?

Al respecto, Videgaray se limitó a decir que ésta:

“No es información oficial o confirmada. Es un hecho que Pemex no ha alcanzado en estas primeras semanas del año la meta de producción estimada de 2.4 millones de barriles diarios, pero según la información que me ha dado el director general de Pemex, se está trabajando en tener una estimación puntual”.

Por supuesto, por poco oficial que sea la información, el aprieto financiero no dejará de tener efectos en la bolsa y en los inversionistas extranjeros, que ven a México como un lugar cada vez menos atractivo para poner su dinero, por ser incapaz de mantener a flote sus propias empresas estatales.

Así, los mexicanos pagamos el precio de permitir una reforma económica que puso toda la apuesta en un solo recurso que ahora vale menos que nunca. Y no lo dice cualquiera: así lo ha confirmado el propio secretario de Hacienda.

La reforma que debía “mover a México” hoy lo condena al estancamiento.

@pluamasatomicas

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