Kusama ha logrado hacerse de un lugar especial en el arte contemporáneo. Sus creaciones han sido utilizadas por grandes firmas de moda, por revistas con tirajes monstruosos, y sacó una aplicación con Louis Vuitton, sin embargo, la artista japonesa es parte de una generación de artistas que construyeron nuestra imagen del siglo XX. Este es el lugar de Kusama en el arte.
El mensaje del realismo del siglo XIX comenzó a disgustar a los artistas a principios del siglo XX. La experimentación y la ruptura evidente de formas y contenidos con respecto al pasado nos dio una generación de genios que inauguraron el siglo de las guerras con innovación.
La revolución que significaron los textos de Freud, los de Nietzsche o Marx, marcó a un gran grupo de poetas, pintores, escultores y actores muy conscientes de su papel en una sociedad que cambiaba a pasos agigantados.
Algunos de esos artistas comulgaban con los fascismos europeos que comenzaban su auge, otros utilizaron el arte para denunciar los crímenes de la guerra y otros, finalmente, afirmaron (como muchos en el siglo XIX), que el arte nada tenía que ver con política.
Baudelaire hacía versos malditos a finales del XIX en Francia, Falubert y su obsesión por el adjetivo perfecto nos dieron Madame Bovary; Verlaine, Valéry y Mallarmé eran la satánica trinidad del verso nihilista y luminoso y ese era solo el inicio.
Llegaron Kandinsky, Picasso, Matisse, Braque, Dalí, Breton, Eliot, Schöenberg, Klee, Kafka, Toller, Marinetti, Munch…. en fin, los grandes genios que convirtieron las primeras décadas del siglo XX en un experimento permanente.
El espíritu artístico de la época se presentía a veces taciturno y nihilista pero siempre con bríos de innovación, de contestación y rebeldía. La actitud prepotente de algunos genios creativos contrastaba con la humildad de otros pero todos tenían en mente lo mismo, ser la vanguardia del pensamiento mundial.
A ese espíritu artístico podemos llamarlo vanguardias, ismos, modernismos o Avant-garde, lo importante es que este fue el bufete creativo del que se alimentó Kusama para poder inscribir su nombre junto con los grandes.
Kusama nació en Matsumoto, un lugar de mercaderes en Japón. Para 1948, Kusama se sentía frustrada del arte que se producía en Japón y miraba con ansias huir de la isla y participar de los grandes movimientos que se gestaban en América.
Por aquellos entonces, los filósofos de la escuela de Frankfurt, junto con Walter Benjamin, o Greenberg, se daban cuenta de que la industria de la mercadotecnia comenzaba a imitar el estilo de las vanguardias, sin lograr su sustancia discursiva. Se enfrentaban entonces a movimientos de innovación superficiales. Los artistas vanguardistas se oponían entonces la “alta cultura“ museística y a la de masas producida por la industrialización. Sin embargo, hoy en día, esas vanguardias ya son parte vital de la cultura de masas y de la alta cultura al mismo tiempo (sus cuadros se venden por millones y son solo accesibles para unas cuantas élites).
Lo importante de la discusión sobre alta cultura, cultura de masas y arte puro es que generó textos pilares para entender la sociedad del siglo XX pero sobre todo, generó propuestas artísticas que dialogaban con estos conceptos a través de la creación e innovación.
Fue en este momento en que Kusama llegó a Nueva York. La generación de Kusama tiene nombres de la talla de Becket, Pound, Tamayo, Pollock, Thomas Mann, Marx Ernst, pero sobre todo Warhol y Lichtenstein. Una vez en la babilonia de hierro, Kusama inscribió sus ideas en el movimiento Pop y se dedicó a hacer happenings. La era Kusama apenas comenzaba.
Al principio, Kusama se relacionó más con el expresionismo abstracto (las creaciones de Rothko, Brooks, Hofmann o Motherwell por ejemplo), pero pronto comenzó a coquetear con uno de los movimientos más polémicos del siglo XX: el Pop.
Parte del hambre creadora de Kusama venía de la necesidad de mezclar diversas disciplinas en un solo momento-arte. Los Happenings mezclaban la escultura, la pintura en vivo o la actuación en un solo acto que además podía ser fotografiado o videograbado: las posibilidades de formato y contenido simplemente eran muchas.
Al mismo tiempo que exhibían sus obras al lado de las de Andy Warhol, Claes Oldenburg o George Segal, Kusama realizaba los happenings en donde veríamos por primera vez esos puntos, esa obsesión infinita.
Comenzó a pintar el mundo con puntos, casas, objetos, telas, personas (asistentes a sus actos) y claro, los campos vastos de puntos, las redes infinitas como las llamaba y que mostraban sus obsesiones más profundas: Ella misma ha dicho que los puntos que reproduce son un virus que se esparce por todas partes. Como les dijimos en un texto pasado: La autodestrucción llega por esos puntos, porque el punto es la partícula del cosmos que somos todos y son todas las cosas. Pero no habla Kusama del polvo de estrellas de Sagan, que le da significado a nuestra existencia, más bien es una elaborada y productiva paranoia: si todos somos esos puntos, si esos puntos se reproducen hacia el infinito, entonces no somos más lo que creíamos ser, sino esos puntos iguales todos a si mismos: mirar los puntos de Kusama es sucumbir a la autodestrucción.
De los años sesenta datan los primeros cuartos con espejos, los cuartos de los puntos infinitos que le darían fama mundial. La época hippie le dio a Kusama mucho material para sus happenings, en donde solo de puntos vestida le gritaba al mundo que la guerra de Vitenam debía terminar, incluso le propuso al presidente Nixon tener sexo con él si terminaba la guerra. Hacía actos que llamaba grandes orgías del despertar y la muerte, al mismo tiempo que oficiaba bodas de homosexuales.
El arte pop le debe mucho a la experimentación de Kusama aunque ésta pudo mantener una identidad creativa muy sólida, sus piezas no se parecen a ningunas producidas en el mismo periodo. Su genio no solo fue político y diferenciador, entenderlo no solo nos ayuda a entender el contexto del que provenimos, también nos plantea grandes discusiones acerca de nosotros mismos y nuestro lugar en el universo, tal vez todo a causa de un padecimiento mental.
Luego, el caos.
En 1977, Kusama tuvo un episodio psicótico y se recluyó voluntariamente en un hospital en Estados Unidos, desde ese día y hasta hoy, la artista vive y produce ahí. Kusama misma afirma que
Un día, estaba mirando un mantel de flores rojas sobre una mesa y, cuando miré hacia arriba, vi el mismo patrón cubriendo el techo, las ventanas, las paredes y, finalmente, en todo el cuarto, en mi cuerpo, en el universo entero. Sentí que comenzaba a autodestruirme para mezclarme en la infinidad del tiempo sin tiempo y en el absoluto espacio mientras me reducía a la nada. Me di cuenta entonces de que realmente estaba pasando, que no era solo mi imaginación, estaba aterrada. Sabía que debía huir si no quería que la vida me fuera arrancada por el hechizo de las flores rojas. Subí las escaleras desesperadamente. Los escalones debajo de mí comenzaban a destruirse mientras yo resbalaba lastimándome un tobillo.
Las visiones de Kusama produjeron arte que le habla a sociedades enteras. Millones de personas han visto sus instalaciones y sentido el poderoso significado que emana de ellas. El arte del siglo XX tiene como una de sus sólidas bases la obra de Kusama, la japonesa que nos dio el placer de la autodestrucción.
Afortunadamente, el arte de Kusama estará en México y ustedes no pueden perderse la oportunidad de verla y en sopitas.com tendremos muchas sorpresas para ustedes.
Si quieren saber de qué va la exposición y conocer todavía más de Kusama, denle click aquí.
Yayoi Kusama: Obsesión infinita, se exhibirá en el Museo Tamayo del 26 de septiembre de 2014 a 18 de enero de 2015.