El 8 de agosto de 2011, en el Estado de México fue secuestrada María Bárbara Reyes, de 18 años. Durante más de un año fue buscada por sus familiares y autoridades. Su cuerpo finalmente fue localizado en una morgue, en donde estuvo más de 567 días sin que nadie se hubiera dado cuenta.
Este caso fue dado a conocer por el periódico Reforma, y muestra la poca coordinación que hay entre autoridades del Estado de México en la identificación de cuerpos.
El cuerpo de Bárbara fue hallado en octubre del 2011 a sólo unos kilómetros de su hogar y fue llevado al Servicio Médico Forense (Semefeo) de Cuautitlán Izcalli. A pesar de llevar puesta la misma ropa con la que fue reportada el día de su desaparición (pantalón de mezclilla y playera verde), ninguna de las autoridades mexiquenses repararon en el detalle, ni siquiera la Procuraduría mexiquense, encabezada entonces por Alfredo Castillo.
Mientras el paradero de su hija era incierto, Alejandro Reyes y Lourdes Muñiz, papás de Bárbara acudieron a todas las instancias de procuración de justicia locales, estatales y federales. En su búsqueda, invirtieron más de un millón de pesos (los secuestradores pedían la mitad). Sin saber que su hija ya estaba muerta y que su cuerpo estaba en un Semefo. Gran parte del dinero invertido fue dado a varios agentes ministeriales para “agilizar” las investigaciones y acceder a los reportes del caso.
Alejandro Reyes, papá de “Barbie” (como cariñosamente le decían) realizó una huelga de hambre. Por su parte, su esposa Lourdes organizó una campaña en redes sociales para buscar no sólo a su hija, sino a otros desaparecidos. Ambos se entrevistaron con el Fiscal Regional de Cuautitlán Izcalli, Abraham Eslava; con el Gobernador Eruviel Ávila; con la ex Primera Dama, Margarita Zavala; con personal de la SEIDO; y con el actual Procurador, Miguel Ángel Contreras.
Al respecto de toda esta burocracía, el papá de Bárbara comentó:
“Hay gente que ha hecho su trabajo, pero el sistema está mal diseñado y las posibilidades de que otras personas encuentren a sus seres queridos, a través de la Procuraduría (de Justicia del Edomex) o de todas las instancias, es mínima. Hoy Bárbara será un caso más del 98 por ciento de delitos que quedan impunes en este País”.
Al sospechar que su hija podía haber muerto, comenzaron su recorrido por distintas morgues, hasta que en una de sus visitas en febrero pasado, Lourdes identificó el cuerpo de su hija en una de las fotos del archivo del Semefo.
“No sabíamos que en el Estado de México, hay casi un Semefo por municipio, nunca nos los dijeron y pensamos que era igual que en el DSF que había uno sólo”, comentó Lourdes.
Lo malo es que, como habían pasado tantos días sin que nadie reclamara el cuerpo, éste fue enviado a una fosa.
Debido al desorden de los cuerpos, colocados sin cajas, la familia tuvo que esperar tres días a que el cuerpo fuera ubicado y a que se autorizada el proceso de exhumación. Sólo fue encontrado el cráneo. Después de cotejar la placa dental y el ADN con el de sus familiares, se supo que aquellos restos humanos eran de Bárbara.
El colmo fue que no se encontraron ni la vestimenta ni las pertenencias de la joven, que se supone, deberían de estar junto al cuerpo. Debido a esto, cualquier investigación pericial quedó imposibilitada. El motivo de la muerte de “Barbie” sigue siendo desconocido.
Este caso muestra claramente como la impunidad, desorganización, corrupción y falta de profesionalismo e interés hacen que el seguimiento a un caso de secuestro termine “resuelto” por los propios familiares de la víctima.
Pasar por el secuestro de un ser querido ya debe ser un trago bastante amargo y difícil, como para encima, tener que luchar contra las propias trabas e incompetencia de las autoridades.
Aterra pensar cuántas “Barbarás” más habrán perdidas en fosas y morgues, sin que las autoridades se den cuenta que son las mismas victimas que “se supone” andan buscando.