Ya se han entregado los Premios Nobel en los rubros de Química y Medicina de este año. Esta semana se anunciarán los correspondientes en Economía, Paz y claro, el de Literatura, uno de los que causa más discusiones y polémicas.

Algunos lo llaman el máximo galardón de las letras mundiales. Muchos otros han puesto en duda su validez como referente para ubicar a “los mejores escritores del mundo” pues es bien sabido que la Academia Sueca no ha escapado a polémicas referentes a sus criterios para seleccionar a los ganadores. Uno puede empezar a meterse en problemas preguntando qué características deben tener los ganadores del Nobel de Literatura.

El propio Alfred Nobel dictaría en su testamento que los premios debían dividirse en “cinco partes iguales, que deben ser acomodadas como se sigue: /- – -/ una parte a la persona que haya producido, en el campo de la literatura, el más sobresaliente trabajo en una dirección ideal…”.

Claro, la dirección ideal es un concepto muy ambiguo, por eso la Academia se reunió a principios del siglo XX a discutir el asunto y llegó a la conclusión de que literatura que iba en la dirección ideal era la que mostraba un “elevado y brillante idealismo”… PLOP. Solo los escritores idealistas entonces serían considerados los mejores del mundo.

La cosa es que “este brillante y elevado idealismo”, (puesto en oposición casi siempre, cuando hablamos de literatura, al realismo, aunque la discusión es muy complicada) es literalmente por lo que le dieron el premio a muchos; están de ejemplo Selma Lagerlöf, Sully Prudhomme, Paul von Heyse, Romain Rolland o George Bernard Shaw a quienes les dieron el premio “por su trabajo que está marcado tanto por idealismo como por humanidad” o “en apreciación de su idealismo elevado” o por “su composición poética, la cual da pruebas de un elevado idealismo” o “en apreciación de su idealismo elevado, imaginación intensa”, etc. Ese mismo idealismo, se dice, explica por qué no le dieron el premio a autores como Tolstói, Ibsen, Zola o Twain. 

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Sí, primero estuvo el idealismo, luego, la declarada antipatía de la Academia por los autores rusos, y más tarde, durante la Primera Guerra Mundial, la Academia decidió favorecer a los escritores de los países no combatientes con el afán de adoptar una posición neutral, y claro, dejando fuera a artistas enormes. Esta fue la primera polémica sobre el galardón en letras volcado hacia lo político y la historia apenas comenzaba.

El capítulo de la política y el Nobel es amplísimo y, si bien no sabemos con certeza cómo exactamente es que influyen las situaciones o líneas políticas de los autores a la hora de nominarlos o seleccionarlos como ganadores, lo importante es que sabemos que esas líneas sí que influyen en el resultado, es decir, no se trata de un juicio estético solamente, ni del análisis de lo que la obra de un autor ha aportado al hombre, sino también (y a veces principalmente), su línea política. ¿Se puede juzgar la obra artística del mejor escritor del mundo basado en su línea política?

Está el caso más famoso de ejemplo, el de Borges, el gran argentino que no recibió el premio (teoría que es consenso) por aquel saludo a Pinochet, por su apoyo a las dictaduras de Chile y Argentina.

Pero las controversias políticas no son el más ridículo de los criterios para dar el premio: cuando el representante de Dario Fo, ganador del Nobel en el 97, le preguntó a la Academia por qué no se lo habían dado a Rushdie o a Miller, ellos contestaron que “eran muy populares, muy predecibles”.

Además, no resulta difícil acusar de eurocentrista a la Academia, o incluso de privilegiar descaradamente a autores suecos: la polémica del 74 fue muy recordada porque el premio se le dio a dos escritores suecos Eyvind Johnson y Harry Martinson, autores desconocidos fuera de su país (ambos además eran jueces del Nobel). Ese año se lo negaron a Graham Greene, Vladimir Nabokov, y Saul Bellow, por nombrar algunos.

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Incluso si quisiéramos darles el beneficio de la duda, la Academia misma escupe al cielo con cada declaración que hace. Por ejemplo, Horace Engdahl, Secretario permanente de 1999 y hasta el 2009, cuando fue cuestionado sobre los pocos premios que se han dado a autores estadounidenses, respondió:

“Claro que hay literatura poderosa en todas las grandes culturas pero no puedes escapar del hecho de que Europa sigue siendo el centro literario del mundo, no los Estados Unidos. Estados Unidos está muy aislado, es muy insular. No traducen lo suficiente, y no participan realmente del gran diálogo de la literatura mundial. La ignorancia es una limitante”.

No hay mucho más que decir ante declaraciones de ese tipo, si acaso vale rescatar la respuesta que dio David Remnick, el entonces editor de la New Yorker Magazine:

“Se pensaría que el secretario permanente de una academia que pretende conocimiento, pero que ha ignorado históricamente a Proust, Joyce y Nabokov por nombrar a algunos no ganadores del Nobel, nos evitaría los sermones categóricos”.

¿Cómo permitimos que el Nobel de Literatura se posicionara como el premio más importante en ese ámbito, si estaba tan claramente basado en criterios tan parciales?

¿En qué momento de la historia terminamos las conversaciones sobre literatura y creímos ciégamente (por lo menos en el ámbito mediático) que la Academia Sueca tenía la última palabra sobre qué obras son las máximas representantes de la literatura mundial?

No creo que los ganadores del Nobel no lo merezcan, al fin, es un premio más como han recibido por docenas seguramente, lo que me niego a aceptar tan fácilmente es que ese premio dicte qué es lo mejor de las letras mundiales.

Para terminar la polémica solo hace falta ver el club de los no ganadores del Premio Nobel, una lista llena de nombres magníficos cuya obra impactó el rostro de la sociedad entera en el siglo XX, imposible de pensar sin el conocimiento aportado por estos hombres y mujeres. Ellos son los no ganadores:

Marcel Proust

Escritor francés, murió en 1922, sin un Nobel… podemos claro adjudicarle otros logros en su vida, como escribir la titánica A la búsqueda del tiempo perdido.

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James Joyce

Tampoco recibió el Nobel a pesar de haberle regalado al mundo su Ulises. Tal vez la academia lo consideró muy vulgar (está esa escena en el Ulises en donde Leopold Bloom se masturba en un banco del parque mientras mira a las colegialas pasar). El libro publicado en 1918, estuvo prohibido en Estados Unidos hasta 1930.

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Vladimir Nabokov

Tal vez otro que asustó a los miembros de la Academia. Es autor de decenas de novelas y libros de cuentos, de poseía, de teatro y fue además traductor, coleccionista de mariposas y crítico literario. Sí, el fue el autor de Lolita.

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León Tolstói

Tolstói seguía vivo cuando ya daban premios Nobel, murió en 1910. Si bien fue nominado varias veces, la Academia nunca le otorgó el galardón. ¿Qué escribió? Ana Karénina, La guerra y la paz, La muerte de Iván Ilich, Confesión, Adolescencia y Juventud, por nombrar las más impresionantes.

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Jorge Luis Borges

El escritor argentino es acaso una de las mentes más grandes que haya dado la bella Latinoamérica. Sus obras son un referente necesario de la literatura en lengua española. Para muchos, el mejor escritor en español del siglo XX. Es autor de Ficciones, El Aleph, Fervor de Buenos Aires y una luminosa colección de ensayos

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Ezra Pound

El poeta estadounidense no tuvo en su currículum el Nobel pero sí poemas de tamaños incalculables. Además, el poeta modernista ayudó a sus pares y a las generaciones que le siguieron a publicar, los trabajos de Eliot, Joyce, Lewis, Frost, Williams, Hemingway y Conrad Aiken están en deuda con este gran escritor.

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Juan Rulfo

El escritor mexicano escribió poco pero escribió más que muchos de los mejores escritores del siglo XX. Su Pedro Páramo y la colección El llano en llamas son cumbres que nadie ha podido alcanzar en nuestro país. Abrir estos libros es una de las más extrañas y placenteras experiencias que se pueden tener, el autor, extraño para el mundo (en el extranjero lo leen como un autor casi indescifrable por su lenguaje y temas), tampoco fue ganador del Nobel.

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Mark Twain

¿Tal vez muy… ácido para la Academia? La literatura de Twain revela la genialidad de una mente que estaba dispuesta a juzgarlo todo y a opinar con la desfachatez con la que opinan las inteligencias privilegiadas. Es autor de Relatos cortos: nuevos y antiguos, Las aventuras de Tom Sawyer, El príncipe y el mendigo y Las aventuras de Huckleberry Finn.

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Yukio Mishima

El japonés que todo el mundo debería estar leyendo en este momento. Mishima ha sido tristemente ignorado por las jóvenes generaciones. Mishima tenía una sensibilidad apabullante, a él sí, bajo ninguna circunstancia, se le puede excluir de la lista de lo mejor de las letras mundiales (aunque bueno, la Academia sí lo hizo). Es autor de la tetralogía “El mar de la Fertilidad”, compuesta por las novelas Nieve de primavera, Caballos desbocados, El templo del alba y La corrupción de un ángel. Es tal vez el más grande escritor japonés del siglo XX y tiene una historia personal increíble, chequen no más esta foto y sabrán que no era un escritor convencional.

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George Orwell

Escribió Rebelión en la granja y 1984. Cualquier argumento es inválido.

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Antón Chéjov

Escribió las monumentales obras de teatro Tío Vania, Las tres hermanas y El jardín de los cerezos, además de habernos regalado algunos de los mejores cuentos que la literatura rusa ha visto. Generaciones de escritores están en deuda con uno de los más incisivos cuentistas de la historia.

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Henrik Ibsen

Tres palabras: Casa de muñecas. La luminosa mente de Ibsen, sus obras y sus teorías revolucionaron al teatro como pocas veces pasa en la historia. Sus obras abordaban de forma radicalmente diferente el papel de la moral de la sociedad hacia la mujer.

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Arthur Miller

Miller fue un gran crítico de la sociedad de consumo y la industria cultural del siglo XX. Escribió obras tan importantes como All My Sons, Death of a Salesman, The Crucible, A View from the Bridge. Miller logró seducir a Marilyn Monroe que dijo de él: “Arthur es un hombre serio, pero con un sentido del humor maravilloso. Reímos y bromeamos mucho. Estoy loca por él”. La Academia resultó ser una amante más difícil de seducir.

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Vicente Huidobro

Uno de los grandes de la camada chilena del siglo XX (Parra, Mistral, Neruda, Rokha). Huidobro fue uno de los exponentes del creacionismo (como categoría estética). Tiene decenas de poemarios que abrieron un camino a la experimentación que tanto necesitaba la poesía hispanoamericana en las primeras décadas del siglo XX. Háganse un gran favor y lean la monumental pieza que es Altazor. 

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Virginia Woolf

Tal vez la Academia pensó que Woolf era muy experimental, demasiado intelectual o que su literatura podría ser oscura e incómoda para el sistema patriarcal de occidente. Woolf no fue una escritora popular, al contrario, su escritura, aunque sensible fue muy corrosiva y eso la hace una de las mentes más brillantes del siglo XX. El pensamiento feminista y la lucha por los derechos civiles le debe mucho a esta mujer.

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Herman Melville

A pesar de ser uno de los pilares de la literatura norteamericana, la Academia nunca reconoció el trabajo de Melville. Hoy en día no hemos terminado de estudiar, criticar, aprender de y revisitar Moby-Dick o The Whale, y Bartleby, el escribiente. 

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Si bien la lista de nominaciones y votos es secreta, se habla de que los candidatos a ganar el Nobel este año son Adonis, Ismail Kadare, Patrick Modiano, Jon Fosse, Peter Handke, Philip Roth, Assia Djebar, Jon Fosse, Haruki Murakami, Svetlana Alexievich, Dubravka Ugresic, Sofi Oksanen, Chimamanda Ngozi Adichie, Milan Kundera, Ismail Kadare, Ko Un, Amos Oz, David Grossman, Richard Ford y Rushdie.

Me parece que hoy, la discusión no debería ser quién gana el Nobel, sino si realmente importa quién lo gana. Tal vez deberíamos distraernos menos en los premios y más en las obras, vayamos a leer sus libros, entablemos una discusión con ellos, el reconocimiento que un conjunto de suecos le dé a la obra de estos artistas puede quedar de lado cuando miramos que, aquellos que no recibieron el premio, conforman un club igual de magnífico que el de los ganadores.

Tal vez Sartre, cuando rechazó el premio hace casi 50 años, lo diga mejor que todos nosotros:

El escritor debe negarse a que le conviertan en una institución, incluso si esto ocurre bajo las más honorables circunstancias, como es el caso presente.

Por Luis Miguel Albarrán @Perturbator

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