Por Raúl Bravo Aduna
Frente a lo complicado que puede ser representar (sin importar el medio) el amor, el caricaturista Ángel Boligán (La Habana, Cuba, 1965) trata de acercarse a él desde una buena cantidad de ángulos diferentes en El amor y otras mentiras (Almadía, 2016), libro que recopila alrededor de 120 cartones sobre el tema. A veces cáusticas, a veces enternecedoras, las caricaturas de Boligán no dictan –o no siempre, por lo menos– sentencia sobre lo que es el amor; por el contrario, presentan un abanico bastante amplio de lo que, a los ojos del caricaturista, componen este tipo de relaciones humanas.
Sobre el libro, sus temas y el oficio mismo del monero, conversamos Boligán y yo la semana pasada.
Perdón si esta primera pregunta es muy larga. En general, me disculpo si todas las preguntas son así, pero tras leer El amor y otras mentiras (ver y leer, pues), me fui a un libro de Victor Navasky que se llama El arte de la controversia. Navasky fue el fundador de Monocle, esta revista inglesa muy famosa por su sátira política, y fue editor de The Nation como veinte años y luego fue director como 10 años más. En el prólogo incluye una anécdota que me parece interesante: En un momento en que él era director de The Nation, un caricaturista, David Levine, hizo un cartón de Henry Kissinger en la cama con el mundo, violándolo.
El mundo estaba representado como mujer y estaba siendo violentada sexualmente. Navasky cuenta cómo fue que se armó una discusión gigantesca dentro de la redacción cuando quería publicar ese cartón. Básicamente, la discusión giraba alrededor de cómo era posible que una revista que, en gran medida trataba de romper con estereotipos ofensivos, se permitiera publicar un cartón así, por más gracioso, por más incisivo, o satírico que fuera… Cuando Navasky pregunta a Levine qué opina, él responde que un caricaturista tiene que a fuerza caminar hacia los estereotipos, porque tiene que tratar de hacer explotar algo de la manera más grande posible, con la menor cantidad de espacio. Y, al hacer eso, es muy fácil caer en esa trampa de representaciones.
¿Qué tan fácil, o difícil, es no caer en esa trampa? ¿Cómo le hace uno, o cómo le haces, para no caer en los estereotipos? ¿O sí caer en los estereotipos, pero no caer en la trampa de que ese estereotipo sea agresivo u ofensivo o demás?
Fíjate que es un reto. Y todo ese preámbulo que haces está perfecto porque asimismo pienso. Soy un artista plástico, tengo un formación gráfica, de la parte estética. Para mí la gráfica es muy importante: la fuerza o la delicadeza o la elegancia del trazo y, sobre todo, los temas. Al llegar a México encontré una prensa más libre que la de Cuba, de donde yo vengo, pero los caricaturistas de cierto modo recurren a los temas políticos. Cada año sucede lo mismo y los estereotipos pues son los mismos. Sí hay una caricatura muy combativa, fuerte en ese sentido, pero sin romper esquemas, sin romper estereotipos o formas o tradiciones o como le quieras llamar de la prensa. Entonces, o te subes a esa ola, caes en ese circuito y eres uno más, o tratas de romper —pero no romper por romper— de proponer algo diferente. De proponer algo estéticamente diferente, hasta de temáticas que puedan marcar una pauta de alguna manera.
El tener una formación gráfica, y haber vivido 25 años en otro país, con otro sistema, ya es una ventaja para mí, en el sentido de información o de vivencia. El haber pasado por una escuela de artes gráficas, de artes plásticas, el haber tenido un vínculo con una escuela de cine, donde hice algunos storyboards, algunos cursos de guión, de fotografía, tener una visión cinematográfica que puedo aplicar a la estética, el querer narrar algo, sin usar texto, es un reto gráfico muy fuerte, porque la mayoría del público está acostumbrada a leer y reírse de lo que dice, y no tanto a reflexionar o tener que pensar más allá.
El proponer temas cotidianos, como tú dices, como es el amor —aparentemente un tema ñoño—. lograr que los periódicos, y los espacios de opinión de un diario nacional, como El Universal, te permitan publicar temas del amor o la relación humana o de la muerte (cosas que no son de lo que dijo el candidato anoche o lo que dijo el partido político) ya es un reto de por sí para intentar proponer, romper, ser diferente de alguna manera.
No poner texto yo creo que también es un reto complicado –que, por cierto, ya a mí me cuesta trabajo poner texto (ya ahora es al revés)–. A veces quiero poner algo y ya me cuesta más entrarle. Porque toda mi intención era la síntesis, que el mensaje llegue rápido, contundente, con la fuerza que requiere, con elegancia. O, no sé, dejar abierta la posibilidad de la interpretación, a través de los colores, a través de las imágenes, los trazos, las texturas. Ése ha sido un reto en los últimos años. He tenido la suerte que el periódico me ha permitido no sólo temas del amor, que aunque parezcan sencillos, si le rascas, te van a retratar una sociedad, inclusive un sistema político, es como una crónica gráfica donde detrás de esos dibujos puedes encontrar muchas situaciones y seguir rascándole y encontrar el porqué de todas esas situaciones y es interminable. Me agrada eso de la metáfora, de dejar abierta la posibilidad a la interpretación.
Me gusta un montón eso que dices de dejar abierto a la interpretación. Que se aleja mucho de la tradición de cierto tipo de cartones mexicanos, pero también de la tradición de las tiras cómicas. Y te tengo que ser honesto. Por ejemplo, cuando comencé a leer el libro, hubo varios cartones que me hicieron enojar. El mismo Navasky y Levine decían que, después de su incidente en The Nation, se dieron cuenta que todo cartón que no haga enojar a alguien…
Es provocar. Necesitamos provocar una reflexión. Provocar que pienses. Que cuestiones eso.
Exactamente. A mí lo que me empezó a llamar la atención fue que al principio veía estereotipos, particularmente de género, muy marcados. De “la mujer suele ser así”, de “el hombre suele ser así”, las relaciones amorosas se suelen interpretar de ciertas maneras. Pero conforme uno avanza en el libro, empiezan a aparecer otros cartones que contradicen mucho de las primeras páginas. O abren la posibilidad de interpretación hacia otros lugares. ¿El juego paródico y satírico, detrás de estos estereotipos y de estas concepciones (del amor, de las personas y del género en particular), es lo que se está satirizando y parodizando en este libro o la construcción que tenemos de esos estereotipos?
¿Qué es lo que se está tensando, problematizando, en el libro, en esos términos?
Como te dije ahorita, como cronista gráfico, muchas veces no dicto sentencia. Más bien, muestro las evidencias de cosas. Cuando hicimos la recopilación de todos estos dibujos encontramos que había una fuerza, que había una intención; que no eran ñoños los dibujos, que había más allá. Alejandro Magallanes me ayudó a organizar el orden y en conjunto algo se va a reflejar, alguno de nosotros nos vamos a identificar con alguna situación en alguno de esos cartones. Es la intención.
La sentencia final no se puede dictar todavía porque estamos en un proceso. Este libro en conjunto es como las pinturas rupestres en las cuevas, que dibujaban qué pasaba en aquella época, cazando bisontes. Quizá es un poquito eso. No hay intención final. Es simplemente provocar y dejar abierto. Y algunos nos vamos a ver reflejados, en otros es simplemente humor, con estereotipos, claro, porque es como una burla al estereotipo, quizá, si lo quieres ver así, el mismo estereotipo de la mujer es así, el hombre es así, pero otros van a ser más rudos, otros van a ser suaves. En unos te vas a reír, en otros vas a reflexionar, en otros a enojar, creo que quizá por ahí va la riqueza del conjunto de dibujos. Al final, ésa es la intención. No te vas a quedar simplemente “Ah, ya lo vi”. Te vas a quedar en la cabeza con alguno de los dibujos. Por ahí va.
Me intersa el hincapié que haces en que no son dibujos ñoños. Pareciera que tenemos mucho miedo al amor “ñoño”, pero muchos de tus cartones son desgarradores. Hay cartones que retratan ciertas formas de amar o ser amado que sí son como jabs al alma.
Es como decía. ¡Perdón!
Adelante, por favor.
Es como tomar el amor como centro de estudio. Como en la política. Como en todo. Cuando sale una noticia, que pasó algo, si tú haces un dibujo sobre la noticia que te llegó y la viste de frente y opinas sobre eso, quizá es una cortina de humo. Quizá es mejor esperarse o tratar de ver esa noticia desde otro ángulo. Desde frente, desde arriba, y es lo que hago con el tema del amor. Al amor, la pareja, vamos a verlos desde arriba, desde abajo, pero aparte verlos desde todos los ángulos, dar una perspectiva, otra visión, otro ángulo que pueda provocar o que pueda molestar, inclusive, perfectamente a otra persona y que esa molestia no se va a quedar en nada. Se va a quedar buscándole por qué le molestó y quizá diga “No tiene razón”. Porque puedo no tenerla. Porque la verdad absoluta no existe, tampoco la mentira absoluta: cada verdad tiene algo de mentira y cada mentira algo de verdad también. Entonces busco provocarle eso al espectador.
Vemos al amor como objeto de tu mirada desde un montón de ángulos. Pero me parece algo muy lindo que, a pesar de que hay algunos cartones que son muy violentos o muy perversos o desgarradores, a ratitos vienen intercalados con cartones que están llenos de ternura, súper esperanzadores. “La corriente del amor”, por ejemplo: una persona dándole carga eléctrica, de vida, de un corazón a otro. Me parece precioso. Y creo que no tengo una pregunta que vaya más allá de saber qué representan para ti esos pedacitos de ternura o esperanza —que sí creo que son los menos dentro del libro—.
Es el ser humano en sí. No todos los momentos somos ni felices ni tristes. ¿Tú eres feliz en la vida? No puedes decir “Sí, soy feliz”. Puedes ser feliz ahora, pero en 10 minutos puedes estar triste. Los estados de ánimo del ser humano son así. Hay momentos de enojo. Hay momentos de odio. Hay momentos de felicidad, de ternura, de placer. Es la vida en sí: todos esos sentimientos. Y de alguna manera sin querer, porque no fue la intención del libro hacer este ahora y hacer el otro, se fue recopilando y se hizo la edición para que quedara de esta manera. Creo que refleja, si no todo el abanico del ser humano en la vida, por lo menos una muestra, una pequeña muestra, como una calca de la realidad.
Salimos a la calle y somos cazadores de ideas. Las ideas existen, están por ahí, no todo mundo las ve. A veces no hay que ni exagerarle mucho, es casi calcar lo que estamos viendo y mostrarlo. Y ahí está algo que todos tienen enfrente y no se dan cuenta, como, por ejemplo, eso de los jóvenes con los celulares, conectados, mientras los viejitos se dan un beso, que son de otra generación, que sí aprecia el amor, el toque, el contacto, las flores, el beso. Eso existe. Ahorita ve a un restaurante y ve toda la familia que van a comer juntos que ya ninguno habla. Todos están con sus celulares. Casi, casi copias lo que ves. Lo pones y es una realidad. Es una calca de la vida.
Y en ese mismo sentido, qué bueno que sacaste a colación el cartón de los viejitos sentados besándose al lado de la pareja de jóvenes que nada más están con el celular en la mano. Si hay un tipo de persona que parece que está muy protegida de la crítica en tus dibujos son justamente los viejitos. Sí hay algunos cartones medio dolorosos de los viejitos, pero creo que en tus dibujos hay algo encomiablísimo del amor de ancianos. Pienso en tres: “El beso más tierno”, “El amor no tiene edad” y, el que a mí me encantó, “Viejo amor” (más allá de la intención detrás del cartón, me fascina la idea de cómo la pareja envejece al mismo tiempo que cupido…
De cupido que siempre los acompañó…
Y todas sus flechitas están ahí, tiradas. La idea de reenamorarse y jugar al amor). Perdón otra vez por hacer una pregunta tan larga, y no tengo ningún tipo de estudios ni de de cultura visual sólida, entonces yo no sé trazar/rastrear las iconografías de tus dibujos, pero de los poquitos caricaturistas que he leído bastante, veo una oposición, no creo que necesariamente abierta, a Quino. A Quino “Quino”, no a Quino el de Mafalda, como alguien que verdaderamente atesora el amor de jóvenes, lo protege muchísimo y el amor de viejitos lo suele retratar con horror. Pienso en este cartón:
Y creo que en tu libro se ve un poquito lo opuesto. El amor joven es el que está retratado quizá con más…
Como más frívolo, sí. Muchas veces uno no tiene la respuesta de las cosas. Cuando se recopilan los dibujos te das cuenta que hay recurrencia en este tema, hay recurrencia en el amor de viejitos, por ejemplo, que me estoy dando cuenta aquí. Y eso a veces viene del inconsciente. Quizás. Y no sé. Porque la respuesta no es así tajante.
Quizás veo más honesto el amor de esa generación. Quizás por la misma familia de uno: los padres, los abuelos, donde sí había ese amor verdadero, donde las parejas sí duraban toda la vida, donde se siguen queriendo, respetando, amando y quizás, quizás, te digo, en lo que vemos hoy en día en la calle no hay ese compromiso, donde hay el sexo y la experimentación, pero no hay un compromiso, no hay esa seriedad, o es la frialdad de estos aparatos nuevos. Quizás por ahí va la cosa y sí hay varios dibujos sobre los viejitos, que tienen humor, que son sarcásticos también, pero que en el fondo son más honestos, son como bonitos. El amor verdadero. Por ahí va. También hay algunos de la pareja, los hijos, la importancia del amor a los padres al hijo. Son nobles también. No soy muy crítico. Más bien son para resaltar la importancia de tener amor en la infancia, de tener una guía. Quizás lo que veo es que se va más cargadito a los jóvenes y es cierto. Sin querer, pero queriendo.
Una de las grandes virtudes de este libro, y en gran medida va muy de la mano de lo que me has dicho, es que deja la interpretación abierta. Y ahí hay algunas ideas que podríamos considerar conservadoras: como que el amor de viejitos es honesto y que el amor de jóvenes no, o que el sexo no puede llevar a un compromiso y demás, pero al mismo tiempo hay ideas muy abiertamente liberales. Despedazas al machito mexicano, y al machito de cualquier lugar, sin pudor.
Y creo que ésos son algunos de los cartones donde es más abierta la crítica. Y a veces incluso están de espaldas unos con los otros. A veces el comentario conservador está al lado del comentario liberal.
A veces uno puede formularse una opinión súper clara de alguno de tus cartones. Como lo que decías: yo puedo ver alguno de los cartones y me enojo, pero puedo ver otros que me parecen hermosos y otros en los que me puedo sumar a tu crítica. Pero conforme avanza la secuencia, ya no está tan claro. El libro medio te obliga a dislocarte de tu experiencia —tanto personal en el mundo real como la que tienes con el libro mismo–: la que tienes al principio no es la misma que al final y no es la misma que tienes de un cartón al que sigue. Tengo la impresión que no es tanto la mirada del caricaturista la que tenemos enfrente, sino las miradas que retratas.
Sí, por ahí va. Por eso digo que el libro es un espejo de tinta. No es un libro concebido para decir esto es. O para que la gente llegue a la conclusión que yo quiero que llegue. Es un reflejo, es un retrato social donde cada uno nos podemos encontrar en alguna de las situaciones, yo simplemente he sido un medio: he sabido ver las cosas que he visto, que me han contado y que he vivido. Y las pongo. Y las dejo abiertas. No las cierro. No te corto las alas: las dejo abiertas con esa metáfora, con ese poquito de poesía, con esa fuerza, con esa gráfica, para que tú sigas imaginando. Aunque no haya nada que leer. Puedes estar ahí mucho rato viendo un solo dibujo y hay pistas. A veces en el mismo dibujo hay ciertas pistas, no hay elemento superfluo. Yo cuido mucho de poner los elementos necesarios. Algo quiere decir. Si no dice nada, trato de evitarlo. No es tan a la ligera para los dibujos. Es como que, aunque no tengas que leer, tienes que encontrarle. Porque a veces piensas que el mensaje está ahí, pero cuando ves los otros elementos puedes pensar que esto puede, no sé… y empiezas a volar. Y que leas volando, que leas con tus alas. Y que aterrices en tu conclusión. Que des la sentencia final tú. No te la voy a dar yo, y no la di.
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Raúl Bravo Aduna estudió letras inglesas en la UNAM y es maestro en Periodismo y Asuntos Públicos por el CIDE. Actualmente es el Coordinador de Noticias de Sopitas.com.
Twitter: @rbaduna
Ángel Boligán se graduó como profesor de artes plásticas en La Habana en 1987 y reside en México desde 1992. Es caricaturista en diversos medios nacionales e internacionales. Fundó la agencia Cartónclub (Club de la Caricatura Latina), es miembro de Cartooning for Peace (agrupación internacional de caricaturistas por la paz con sede en París) y de la UNEAC (Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba). Su obra abarca campos tan distintos como el humor gráfico, la caricatura personal, la ilustración y la historieta, lo que lo ha hecho merecedor de 167 premios y menciones internacionales, entre los que destacan el Primer Premio del II Portocartoon World Festival 2000, el Grand Prix del World Press Cartoon 2006, el Grand Prix del 36th International Nasreddin Hoja Cartoon Contest 2016. El año pasado fue ganador del Premio la Catrina otorgado por la Feria Internacional del Libro de Guadalajara.
Twitter: @AngelBoligan