Nunca falta el borracho que valentonado por el alcohol se siente todo un Don Juan y el dueño del mundo, haciendo cosas que en su sano ni siquiera contemplaría.
No hace falta ser muy observador para darnos cuenta de esta simple ecuación: a mayor consumo de alcohol, uno se cree más seductor.
Quizá un amigo o nosotros mismos hemos sacado valor del fondo de una botella para intentar ligarnos a alguien más, pero ¿sabías que no es el alcohol, sino la mente la que incrementa nuestra autoestima?
Esta reciprocidad entre alcohol y autoestima ha sido estudiada y demostrada por un estudio llamado “Beauty is in the eye of the beer holder” (la belleza está en el ojo del que sostiene una cerveza). Según los científicos que la llevaron a cabo, la mejora en la percepción de uno mismo no es consecuencia del alcohol consumido, sino de un “efecto placebo” provocado por las mismas.
¿Osea que para bien o para mal todo esta en nuestra mente?
Para estas pruebas se emplearon dos grupos de estudio diferentes.
En la primera parte del estudio, a 19 personas se les situó en un bar y se hizo que los participantes explicaran lo atractivos, brillantes, divertidos y originales que podían ser. Mientras más iban tomando, más mejoraba su opinión sobre sí mismos.
En otra prueba, a otras 86 personas se les hizo creer que probaban una bebida de una nueva compañía (falsa por supuesto) que iba a salir al mercado. Al grupo se les dio indistintamente bebidas con y sin alcohol. A la mitad de ellos se les hizo creer que sí habían consumido alcohol y a la otra mitad que no.
Después de la degustación se les pidió que escribieran un mensaje publicitario que supuestamente sería usado por la empresa para promover el producto. Después de que cada participante elaboraba su estrategia, debía presentarla y al final autocalificar su trabajo. Estas exposiciones fueron grabadas y analizadas por un grupo independiente de 22 jueces.
Los resultados mostraron que quienes creían que habían tomado alcohol se daban a sí mismos mejores notas. Sin embargo, los jueces (que no sabían a quienes se les había hecho creer que habían o no ingerido alcohol) corroboraron que las percepciones de los sujetos a estudio no estaba relacionado con su verdadera actuación.
Para los responsables del estudio, los resultados de estas pruebas confirman que sólo basta la creencia de haber consumido alcohol para que nuestra mente actúe como si lo hubiera hecho.
¡Me lo hubieran dicho antes! La de dinero que me hubiera ahorrado si en lugar de gastar en alcohol para embriagarme, sólo me lo hubiera imaginado.
La próxima vez que vean a una muchacha de buen ver, imaginen que están hasta la madre. Así podrán vencer el miedo de hacerle la plática. Bueno, al menos eso dicen los científicos, si la estrategia no les sale del todo bien no nos hacemos responsables.