La revista The New Yorker cumplió 92 años el pasado 21 de febrero. En cada uno de sus aniversarios suele retomar al icónico personaje que ilustró su primer número: Eustace Tilley, obra del artista Rea Irvin. El refinado hombre del monóculo reapareció —de alguna manera— en la más reciente edición de la revista. En el ejemplar correspondiente al 6 de marzo, la figura del icónico personaje fue reimaginada como un curioso Vladimir Putin inspeccionando de cerca una mariposa rosa con el rostro del presidente de Estados Unidos, Donald Trump.

La nueva portada de la revista toma un tema coyuntural de la política estadounidense: la injerencia del gobierno ruso en sus elecciones presidenciales. Satiriza la naciente relación entre el magnate Trump y el presidente Putin y sirve como antesala del reportaje de David Remnick, director de The New Yorker, que ahonda en las motivaciones que hubo detrás de la interferencia rusa en el proceso electoral de Estados Unidos así como qué es lo que sigue en las tensas relaciones internacionales.

“Vladimir Putin pudo haber influido las elecciones presidenciales de los Estados Unidos, pero sus planes son más grandes”, es la frase con la que Françoise Mouly, directora de arte de la revista, presentó la portada. La investigación titulada Trump, Putin and the New Cold War hace una recapitulación del periodo histórico conocido como la Guerra Fría, además de los intereses que el mandatario ruso tenía en la contienda electoral de 2016. “(Putin) odiaba a (Barack) Obama, que le había impuesto sanciones económicas (…) desde su perspectiva, (Hillary) Clinton era peor”.

De acuerdo con el reportaje el idilio entre ambos líderes nació en 2007, cuando el empresario originario de Nueva York dedicó palabras halagadoras a Putin. “Está haciendo un gran trabajo reconstruyendo la imagen de Rusia y también reconstruyendo a Rusia. Punto”, dijo el presidente Trump. En 2013, fiel a costumbre y durante un viaje al país dirigido por Vladimir Putin, el magnate se preguntaba a sí mismo a través de Twitter si es que acaso conocería al mandatario ruso y se convertiría en su nuevo mejor amigo.

Portada del primer número de la revista The New Yorker, publicado el 21 de febrero de 1925. El personaje Eustace Tilley es obra del artista gráfico estadounidense Rea Irvin.
Portada del número más reciente de la publicación, 6 de marzo, con Eustace Vladimirovich Tilley como protagonista. El arte corrió a cargo del dibujante Barry Blitt.

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