Por: Encarni Remolina
Cuando uno lee el titular Mujer recibe latigazos en pleno siglo XXI lo más seguro es que rápido demos por sentado de que se trata de una noticia de algún remoto sitio en Afganistán o en Irán. Si te digo que esto sucedió en Oaxaca, hace tan solo 4 años, es posible que no me creas.
El año pasado durante la presentación del libro ‘Balam Antsetik. La segunda era‘ de la escritora chiapaneca Margarita Aguilar, la diputada Leticia A. Aguilar Molina, afirmó que en muchos lugares del país la venta-compra o trueque de mujeres persiste y lo que uno imaginaría causaría revuelo hasta paralizar la nación, pasó desapercibido. Ese mismo año, la Secretaria de la Mujer en Guerrero documentó la existencia de esta práctica de compra-venta de mujeres en al menos 5 municipios del estado y según un documental sobre el tema que se realizó, son 60 las comunidades guerrerenses que siguen con esta práctica que es avalada por los usos y costumbres de cada localidad. Chiapas, Oaxaca y Guerrero serían los estados más afectados.
Tal como afirma Infobae (en esta nota), en muchas de estas zonas, “a nadie sorprende la tradición de que a las niñas se les roba su niñez, se les convierte en adultas, en madres. Casi todas las familias han comprado o vendido a una de sus hijas”.
Y es que Méxicos, hay muchos. Para las mujeres que nacieron en alguna de las ciudades más industrializadas, la vida y lucha diaria es muy distinta a la de aquellas que nacen en alguna comunidad indígena. La experiencia de una chica que nació en Ecatepec ha sido bien diferente que la de una mujer tzotzil en Chiapas o la de una mujer en el Guanajuato más conservador. Pero al final, lo que nos une a todas es el entendimiento de haber nacido mujeres en tierra de hombres. Cada una desde nuestro lugar y experiencia, hemos vivido el machismo y el patriarcado en distintas formas dentro de un mundo donde desde la casa, a la iglesia o al gobierno, son en su gran mayoría hombres quienes imponen las reglas y mujeres quienes deben obedecerlas.
Eso es lo que quería Gabriela Maldonado hace 4 años en su pueblo natal de San Martín de las Peras. Gabriela, una mujer indígena mixteca fue condenada a recibir una cantidad incierta de latigazos por querer formar parte del cabildo; el grupo de personas cercanos al regidor que toman decisiones en un pueblo de usos y costumbres. Sin embargo, quedó claro que en el cabildo, como suelen decir comúnmente, “no se admiten faldas” y a Gabriela la dejaron inconsciente.
Hoy ella ha hecho historia, igual que muchas otras que día a día luchan desde diferentes ámbitos por un mundo mejor para nosotros y para los que vienen. Más igualitario, más justo y amable.
Hace algunos años durante un encuentro de radios comunitarias en Oaxaca, conocí a Tina. Tina vive en un pueblo a 20 minutos de la capital del estado. Un sitio famoso por sus tapetes que también forma parte de la ruta del mezcal. Una tarde, después de la comida, nos quedamos ella y yo solas en el comedor. Tina y su marido van a la ciudad al cine, a pasear y a comer de vez en cuando. En las grandes pantallas ven las historias de Hollywood llenas de mujeres fuertes e independientes en algún lugar del mundo pero Tina sabe, que para ella, igual que para muchas otras mujeres del país, ganarse esa individualidad y libertad, les puede salir muy caro.
Llevábamos ya un par de días inmersas en el encuentro dirigido por los fundadores de radialistas.net la mayor red de información y herramientas para radios comunitarias de habla hispana cuando Tina me comentó algunas de sus preocupaciones. “Ay compañera, todo lo que estamos aprendiendo es increíble pero la verdad es que me pone muy triste que no voy a poder compartirlo con mis compañeros cuando regrese a mi pueblo”. Primero no entendí muy bien a qué se refería hasta que procedió a explicarme la situación.
Ella era la única mujer que acudía a la radio pero rara vez la dejaban usar el micrófono. Compartir ideas y dar opiniones ahí, en su pueblo a 20 minutos de una de las ciudades más turísticas de México, era cosa de hombres. En cambio, cuando les llegó la invitación a este encuentro de radialistas, todos los hombres decidieron que era Tina la que iría a representarlos. “Es porque se trataba de venir a estudiar y ninguno de ellos quería”. Así, Tina ahora se encontraba triste, frustrada porque todo lo que estaba aprendiendo en estos días, sería inútil para su comunidad. “No me van a escuchar si trato de decirles, porque soy mujer y las mujeres no debemos dar nuestra opinión ni decirles nada a los hombres”.
Cuando la conocí, yo llevaba ya algunos años viviendo en Oaxaca y había escuchado varias historias sobre cómo las mujeres en muchas comunidades aún están lejos de tener los mismos derechos que los hombres. A Tina por ejemplo, a pesar de que su marido la apoya, su suegra no está de acuerdo con el “liberalismo” de ambos, el mismo liberalismo que lleva a Tina a presentarse en la radio cada día a pesar de que no la dejen usar el micrófono.
Desde ese día, comencé a ver a las mujeres que me rodean de forma distinta. A darme cuenta de que son los actos que podrían parecer pequeños, como el presentarse diario en una radio en la que no te dejan hablar, los que terminan cambiando el mundo y siendo los más revolucionarios. Mientras más tiempo pasé en Oaxaca, más aprendí de estas mujeres, las que como Tina o Gabriela, deciden hablar en lugar de callar. Deciden gritar por la igualdad de todos y todas.
Fue en este mismo camino y contexto que me encontré con la lucha y el trabajo de Mare Advertencia Lirika, una mujer zapoteca que se ha ganado un sitio en el mundo del rap y su música la ha llevado a escenarios tan inimaginables como Francia o Luxemburgo.
Entrevista a Mare Advertencia Lirika, rapera zapoteca
Mare nació en la periferia de la ciudad de Oaxaca, en una zona marginada y se considera a si misma una migrante privilegiada que nos recuerda la importancia del trabajo constante y de luchar por lo que uno quiere. Sus padres, ambos procedentes de un pueblo en la Sierra Norte, fueron a buscar un mejor futuro para sus hijos pero cuando ella tenía tan solo 5 años, su papá fue asesinado “por error” en una comunidad cercana que tenía un conflicto agrario. Él no tenía relación alguna con ninguno de los bandos en dicha disputa pero era parte de su trabajo ir a la comunidad.
Así fue que la casa de Mare quedó a cargo de una mujer, quien logró sacar adelante a sus tres hijos y quien decidió poner hincapié en la educación. “A mi abuela la obligaron a casarse cuando tenía 14 años, y hoy nosotras, mi hermana y yo, tenemos un camino muy diferente porque mi mamá y mi abuela así lo quisieron”. Fue gracias a su mamá que Mare se acercó a la poesía y a pesar de que una maestra de secundaria le dijo que ella no servía para la poesía, hoy lleva 17 años escribiendo y su carrera la ha llevado a ganarse el pan con la música.
“Más que rechazo por parte de mi comunidad es curiosidad, porque a pesar de que dentro de la cultura zapoteca el arte siempre está presente y es muy importante, no se le ve como un oficio del que pueda uno vivir”. Por parte de su madre y sus familiares más cercanos siempre recibió apoyo. “Al principio les daba temor porque el rap en Oaxaca inicia con el grafiti y lo que se sabía de esta música venía desde Estados Unidos y era relacionado con la violencia y las pandillas”. Mare fue de las y los pioneros en el rap oaxaqueño y ella piensa que parte del apoyo incondicional que ha recibido por parte de su familia viene también del principio zapoteco de comunidad, de apoyarse los unos a los otros, de ser lo que uno es como individuo pero también como parte de un colectivo que necesita de todos.
En entrevista para sopitas.com, Mare nos habló sobre los cambios que ha visto en su comunidad, como, desde las generaciones anteriores, sobre todo con la de su mamá, hubo mucha migración hacia Estados Unidos, en su mayor parte de hombres por lo que el rol de la mujer se comenzó a ampliar y a abarcar otros sitios necesarios de ocupar como el campo.
Y a pesar de que está consciente que en muchos pueblos de los valles centrales y otras zonas del Estado a las mujeres no se les permite la participación en las asambleas del pueblo y mucho menos en los cargos directivos, no es así en el pueblo donde se encuentran sus raíces, Latuvi. “Hay una apertura bastante importante. Incluso hasta el año pasado la regidora de la comunidad es una mujer. Hay mujeres en la asamblea, hay mujeres en roles importantes y en el campo trabajan hombres y mujeres por igual”.
Es por esto que es de suma importancia no generalizar al hablar de usos y costumbres, porque cada pueblo en este caso es un mundo y se rige de formas distintas. “Es muy difícil juzgar cuando uno no forma parte de una comunidad o no vive ahí”, nos recuerda Mare. Incluso al hablar de su comunidad, hace una separación y tras un breve silencio recuerda que ella solo puede hablar de lo que conoce y lo que ha visto porque ya no vive ahí. Sobre la relación entre los derechos humanos, específicamente los relacionados a la mujer y la aplicación de los usos y costumbres en algunos lugares, Mare acepta que es un tema sumamente complicado en el que hay que involucrarse directamente para poder cambiar. “Tan solo Oaxaca tiene 570 municipios y si quisiéramos poner límites, hay que entender a cada comunidad en su situación particular.”
Mare está rodeada de mujeres fuertes, dentro del movimiento, el arte, la lucha y la música, y más allá de feminista, se define a si misma como feminista zapoteca, migrante, periférica, tercermundista. “Creo que el feminismo tiene que interseccionarse con todas las otras identidades que habitamos y todas las otras luchas que emprendemos. Yo no existo sin todas estas identidades e intersecciones. Creo que para las compañeras en las que el feminismo es el primer acercamiento para cuestionar el sistema, puede quedarse solo en soy feminista sin ir más allá”. Para ella la lucha ha estado presente siempre desde varios ángulos.
El haber crecido en Oaxaca, en una zona históricamente llena de resistencia le ha forjado un carácter que va más allá de la lucha comúnmente llamada feminista. “Con la efervescencia de lucha social presente en mi Estado, con todas esas luchas, viene para mi el feminismo. No lo puedo separar del resto”. Piensa que al no identificarse solo como feminista, no puede hablar del feminismo sin hablar de las otras luchas que conforman su voz: antirracista, descolonial y migrante.
“Creo que lo que nos hace falta tal vez en el movimiento feminista es justamente eso, el abrazar e interseccionar la lucha con todas nuestras otras identidades. Si nos enfocamos solo en el feminismo creo que corremos el riesgo de dejar a un lado todos los otros problemas que nos atraviesan”.
Al hablar sobre el machismo dentro del mundo del rap, Mare relata cómo al inicio de su carrera realmente no existía una escena del rap en Oaxaca por lo que no sintió esa marginación hacia las mujeres y si en algún momento se encontró con obstáculos fue más por el mensaje radical que traían sus letras que por el hecho de ser mujer. “Fuimos la primer generación del rap y éramos dos mujeres. En aquel entonces no había mucho ego que pelear, era trabajar juntos porque algo que todos queríamos y nos gustaba”.
Y por último, al preguntarle a la rapera y activista originaria de Oaxaca sobre mujeres que admira, nos habla de su madre y su abuela, sus mujeres cercanas y al pedirle que nos recomiende una mujer poeta para este día internacional de la mujer, menciona a otra zapoteca, Paula Ya López quien es parte de la nueva ola de poetas del istmo cuya poesía me recuerda un poco a la polaca Wisława Szymborska.
Deseo
Deseo permanecer en la tierra
ser una semilla
una raíz
y brotar de la tierra
tener muchas ramas
que en mi aniden los pájaros
y descansen los restos humanos.
Nuaa
Nuaa guiaana layu
gaca ti biidxi
gaca xcu
nuaa guiree ndani yu
gaca ti yaga
gapa xtale naya’
xtale bandaga
gaca lidxi mani xhiaa
ne ra guizi’ la’dxi ladi binni.