Durante toda la pandemia, las autoridades de Salud han sido reiterativas con el mensaje de cuidar al personal médico, ya que éste es el que se enfrenta directamente en el hospital con el virus que mantiene en alerta a todo el país. Sin embargo, el discurso se vuelve obsoleto cuando atrás hay un viejo aparato que afecta a médicos y enfermeros que, pese a carencias y agresiones, diariamente tratan de dar todo de sí.
Este es el caso de “N”, un enfermero de instituciones del Estado de México —a quien ya habíamos entrevistado con anterioridad— y una incomprensible barrera burocrática que podría haberle representado poner en riesgo a su integridad, la de compañeros y pacientes. Luego de algunas semanas de atender en primera línea a personas con síntomas de COVID-19, el también resultó sospechoso de la enfermedad, sin embargo, las autoridades le negaron el justificante médico para irse a casa a cumplir con su aislamiento.
La primera historia de “N” la compartimos hace algunas semanas.
En ella, el hombre de 39 años nos comentó el cambio radical que, al menos para él y sus compañeros, representó el ingreso a la Fase 3 de la pandemia. De ocupar la mayor parte del tiempo en el proceso de reconversión, de un día para otro apareció una avalancha de pacientes con síntomas de COIVD-19.
“Todo cambió con la Fase 3”, nos dijo hace aproximadamente un mes.
En aquellas primeras comunicaciones, “N” nos comentó sobre la falta de insumos en hospitales del INSABI. Él particularmente podía señalar que esta situación era más remarcada en las antiguas instalaciones de nosocomios del Seguro Popular, ya que trabaja en dos instituciones diferentes del sector salud. Además del INSABI de Chalco, también labora en el Hospital de Alta Especialidad de Zumpango.
“Imposible saber dónde me contagié”
Dado el poco abastecimiento de insumos, “N” y sus compañeros adquirieron por su cuenta el material para protegerse mientras dan atención a pacientes. Imposible no hacerlo, ya que apenas un cubrebocas le era proporcionado para toda una larga jornada de ocho horas, mientras que el traje aislante que tienen que utilizar cada que entran a la zona de pacientes COVID-19 lo tienen que limpiar por su cuenta.
“Un traje nos tiene que durar toda una semana”, nos comentó.
Pese a los cuidados que tuvo en los dos hospitales en que labora, un día (el pasado martes 5 de mayo) “N” comenzó a presentar los síntomas de COVID-19: dolor de cuerpo y cabeza, fiebre y excesivo cansancio. De inmediato sus superiores lo retiraron del servicio y le pidieron realizarse las pruebas para comprobar si había sido contagiado. Fue ahí donde se topó con la burocracia del sector salud… la cual ya conoce, dado el tiempo que lleva trabajando como personal médico, pero pensaba que, frente a las circunstancias, no se presentaría de tal forma.
“Me sentí mal en el trabajo y me valoraron en urgencias. Determinaron que tenía ciertos síntomas y tuve que ir al Instituto de Seguridad Social del Estado de México y Municipios (ISSEMyM), porque necesito su valoración médica para el otro hospital en que trabajo. Ahí determinaron que era un caso de riesgo, ya que, aunque no presentaba dificultad para respirar, tenía los demás síntomas. ‘Necesitas incapacidad. Vete’”.
Aunque tenía la valoración, “N” necesitaba el diagnóstico certero de la enfermedad. Principalmente para su “tranquilidad”… pero también para obtener los documentos que acreditaran su ausencia en el trabajo. Hasta el momento, más de una semana después, todavía no cuenta con el diagnóstico y mucho menos con el justificante.
Según nos contó, tuvo que ir tres días seguidos a que tratar de ser atendido. Sin éxito. “En Chalco no hay fichas. Entonces fui al Hospital Regional de Morelos, que está por Metro Santa Martha”. Estuvo en Urgencias, pero sólo para valoración. “Ahí los datos duros fueron (nuevamente): no tienes dificultad para respirar, no te haremos la tomografía… pero los otros síntomas”.
– Ya con eso debieron darte el justificante, ¿no?
– Sí, pero no. Me dijeron: “no cumples con los requisitos para que se te haga una tomografía de los pulmones. Pero tú eres población de riesgo. Yo no te puedo dar la incapacidad. Necesitas ir a Dirección de Trámites y explícales la situación. Diles que ya se te tomó la muestra por sospecha de COVID y el resultado estará en tres días. Que te den aunque sea este fin de semana [de incapacidad], en lo que está el resultado”.
Así lo hizo, pero para su sorpresa y decepción, “N” se topó con un candado burocrático difícil de abrir.
Pese a que el reporte dado por los doctores dice claramente “SOSPECHOSO COVID”, la encargada de Dirección de Trámites del ISSSTE de Morelos se negó a expedir la incapacidad médica, argumentando que su caso no cumple con los protocolos o lineamientos que maneja el hospital.
Sin justificación médica, en teoría, “N” debería presentarse a trabajar. Por suerte contó con la comprensión de sus jefes, los cuales le pidieron ni siquiera pararse por los hospitales. “Me dijeron ‘tú no te presentes, yo veo cómo le hago para justificar tus faltas’. Y yo me siento bien, pero no puedo poner en riesgo a los demás”.
Un candado burocrático
Según la directora de Trámites del ISSSTE al que “N” acudió, la hoja que presentó con un remarcado “SOSPECHOSO COVID” no es suficiente para mandarlo a casa. ¿Qué necesita? Según le explicaron, necesita que el documento diga que se le realizó una tomografía para ver el estado de sus pulmones… la cual los doctores no consideraron necesario realizarle, dado su estado y —sobre todo—, el ahorro de recursos que el sector salud implementó durante esta pandemia.
“La doctora que me revisó tenía doble candado: me revisó, pero no me podía autorizar la incapacidad, porque ya es administrativo (…) y clínicamente tampoco me podía autorizar la tomografía, porque no cumplo con los criterios clínicos”.
Todo esto nos lo contó “N” el 8 de mayo, luego de ser informado que el resultado de su prueba aún no estaba listo. A más de una semana, todavía no sabe el resultado… lo cual no sólo lo aflige por la incertidumbre de no saber si está contagiado o no, sino porque mañana (sábado 16 de mayo) tendría que reportarse a trabajar.
Adelantó que no lo hará.
“Ojalá que salga negativo. Yo espero que sí. Pero imagina si salgo positivo y hubiera estado en contacto con más pacientes… ¡pues qué chinga!”
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