Nuestra entrevistada —quien pidió no se revelara su nombre— no trabaja en un hospital, ni se encuentra en alguna clínica. Se trata de una profesional de salud, que como otras y otros que laboran en empresas privadas, tampoco se salvó de tener que lidiar con el coronavirus. Es una enfermera que trabaja en un laboratorio para tomar pruebas de COVID-19.
Ella comenzó a trabajar ahí desde hace un año, realizando pruebas de seguridad laboral, como las que se llevan a cabo a empleados para conocer su estado de salud. Por ejemplo: en industrias donde se manejan químicos, éstas contratan a la compañía para que realicen exámenes de sangre y orina a sus trabajadores, y así conocer si las sustancias tóxicas les han provocado algún daño.
Así era antes de que un extraño virus surgiera y se expandiera por todo el mundo, hasta llegar a nuestro país: el SARS-CoV-2.
Nos cuenta que cuando todo esto inició, se encontraba en Zacatecas, con otros compañeros realizando un proyecto para una empresa minera.
De hecho, llevaba ya cuatro meses fuera de la Ciudad de México cuando todo cambió: en los roles de trabajo que le llegaban por WhatsApp —sus horarios— apareció un mensaje que cambiaría rotundamente su rutina: “Pruebas COVID”.
Sabía que esta nueva tarea le tocaría a ella, pues estaba por regresar a la ciudad.
Aunque en un principio la noticia le impactó y le causó miedo, también sentía que para algo así, siempre se había preparado. “Al final estás preparado para esto, sabes que todo el tiempo estás expuesto por el contacto con las personas y estás expuesto a muchas cosas (…) Entonces sólo te queda confiar en todo lo que has aprendido, todas las medidas de seguridad que sabes tomar y que has manejado”.
¿Cómo se realizan las pruebas de COVID-19?
La enfermera nos explica que, al llegar al laboratorio, prepara todo el material que necesita: kit de limpieza, trajes quirúrgicos, careta, lentes y cubrebocas N95.
Luego, se coloca el traje para salir en una de las diez rutas establecidas.
Se le asigna una cantidad de pacientes y enseguida llama al domicilio donde realizará la prueba, para hacer el cuestionario del Instituto Nacional de Enfermedades Respiratorias (INER). Al llegar al lugar, antes de entrar, se coloca todo el equipo desechable que necesita para su protección.
Dentro del domicilio, se presenta, confirma los datos de la persona y toma las muestras necesarias; una de la garganta y otra de la nariz.
Le tiene que explicar al paciente que los procedimientos son un poco dolorosos e incómodos. Luego, guarda las muestras y se retira, no sin antes quitarse el equipo desechable fuera de la casa para vaciarlo en bolsas especiales.
“Así, 27 veces al día”
Cuando acaba, lleva las muestras al laboratorio, el cual se encarga de analizarlas y de enviar los resultados por correo electrónico en tres días hábiles. Lo mismo sucede cuando realiza este tipo de pruebas para empresas, pues antes de ingresar a su personal a trabajar, se aseguran que sus empleados no presenten síntomas de coronavirus.
No tiene un horario fijo. Entra a las siete de la mañana y termina hasta que realiza su última prueba. “Por ejemplo, el fin de semana pasado me pasó que tuve que ir hasta Huehuetoca. Recorrí de Huehuetoca a Tepoztlán, Tultitlán, Cuautitlán, Tlalpan, Naucalpan. Yo entré a las siete de la mañana el sábado y salí a las siete de la noche. Fueron 12 horas corridas y pues sí terminas devastado”, cuenta.
Estrés, ansiedad e inseguridad a pesar de tomar medidas de protección
Aunque se encuentra en una empresa privada, tampoco se ha salvado de la falta de insumos. Debido a que mucha gente comenzó a comprar equipo y desinfectantes que no necesitaban, el laboratorio encontró desabasto de materiales para la protección de sus trabajadores.
Ante esto, la compañía decidió utilizar materiales alternativos y no tan seguros. Por ejemplo, mascarillas N95 que no son tan eficientes, o sustancias desinfectantes como el benzal, el alcohol, el hipoclorito y cloro.
Ella en un principio entendía que la empresa no les proporcionara los insumos necesarios, pues sabía que el problema se debía a algo externo. Además —recuerda—, notó que los dueños estaban preocupados y que buscaban opciones para solucionarlo.
A pesar de sentirse relativamente segura con las medidas que toma, por ser más estricta con ellas, sabe que sigue existiendo un gran riesgo: “Me siento segura respecto a las medidas que yo hago, me siento segura con las medidas que yo tomo, pero sé que hay un punto de fuga porque no conocemos el virus, no sabemos cómo es, no sabemos cómo funciona todavía al 100%”.
Sabe que, aunque trae todo un equipo quirúrgico, tres pares de guantes, mascarilla y careta, después puede rascarse accidentalmente el ojo u otra parte y por ello infectarse.
“Por un paso mal dado te puedes contagiar y eso es lo que a mí me da más miedo, no tanto que mis medidas no sean buenas”, explica.
Por esta razón, comienza a tener ansiedad y estrés mientras toma las muestras. Nunca quiere equivocarse ni en un sólo paso. Además, tiene que soportar el no poder respirar bien, el cansancio, la sed y el hambre porque tampoco puede quitarse el equipo mientras hace su trabajo.
Casos positivos dentro del laboratorio
Nuestra entrevistada en un inicio, como ya se mencionó, comprendía que el laboratorio no les proporcionara los insumos necesarios, e incluso se percataba de que buscaban alternativas para que ellos no se expusieran ante el coronavirus. No obstante, empezó a notar que las cosas cambiaban con el paso de los días.
La semana pasada, cuatro de sus compañeros se fueron de incapacidad, y recientemente una de ellos le confirmó que había dado positivo a COVID-19. “No, pues nadie nos avisó nada, ni nos dijo nada”, comenta.
Para ella, si en teoría estuviera contagiada por tener contacto con su compañera, ya habría presentado síntomas. Sin embargo, no es así… ahora lo que le preocupa es que se trate de un caso asintomático.
Por esta razón, recurrió a la directora del laboratorio y le mostró su inquietud, pues su principal miedo no es enfermarse ella, es que el virus lo contraiga su familia.
“A mí no me da miedo enfermarme, lo mejor que a mí me podría pasar es enfermarme yo; a mí me da miedo enfermar a mi familia, que alguien de mi familia se enferme porque yo lo contagie”.
La única respuesta que recibió fue que se dirigiera a salud laboral. Al hablar, le practicaron el cuestionario del INER y nada más, y con el cual concluyeron que no tenía nada. El reclamo cobra cada vez más fuerza: “Sabemos que el laboratorio tiene la posibilidad de hacernos las pruebas y no lo está haciendo”.
Hasta ahora, el personal del laboratorio sólo tiene certeza de que tres de esos cuatro compañeros en incapacidad, son positivos. Mientras que, de uno, aún no saben nada porque no se ha realizado la prueba.
Nuevos problemas por la falta de insumos
Ahora también detectó otros problemas en relación con el equipo de protección.
Por ejemplo, en los filtros sanitarios que se hacen en las empresas para detectar síntomas de coronavirus en los trabajadores, el laboratorio no le está dando insumos a su personal. En el Autódromo Hermanos Rodríguez que ya se condicionó como unidad para atender a pacientes —y donde su empresa participa—, tampoco están entregando equipos a los profesionales de salud.
También se les está solicitando que reutilicen todos los materiales para su protección: “Al principio sí se veía como que se preocupaban y trataban de ver por nosotros, pero pues de unos días para acá, sí ya es como un interés económico muy, muy cañón”.
Sobre los casos positivos y la falta de equipo, la enfermera y el resto del personal se han enterado por lo que observan y comentan entre ellos, no porque la empresa se los comunique oficialmente: “La verdad todo se maneja debajo del agua, como para no poner en pánico a todos (…) Pero creo que todos merecemos estar informados de lo que está sucediendo dentro de la empresa y de lo que sucede con nuestros compañeros”.
Entre la espada y la pared
Frente a todo esto, ella a veces quisiera renunciar, pero también piensa en la situación actual. Si cambiara su actual trabajo por uno en un hospital, seguramente ganaría un poco más, pero sufriría por problemas similares.
También se pregunta si vale la pena estar arriesgando su salud y la de su familia trabajando en esta área, y más porque a pesar de todo lo que está pasando, aún existen personas a las que no les importa: “Ves a la gente afuera agrediendo, comportándose como si no sucediera nada. Entonces, ahí comienzas a cuestionar muchas cosas; pero al final pues es tu trabajo, es lo que amas y es lo que te da para seguir en él”.
Y quien más le preocupa es su madre, con quien vive y a quien diariamente le pregunta cómo está, cómo se siente; le toma la temperatura y la revisa constantemente para verificar que no esté mal. Más porque le da miedo contagiarla mientras sigue trabajando en el laboratorio.
“A veces trato de ya no pensar tanto y de sobrepensar tanto las cosas, porque igual también mi mente va divagando y no me concentro en lo que me tengo que concentrar. Entonces intento pensar lo menos posible y actuar más para no cometer errores”.
Con los problemas que tiene que enfrentar en su trabajo, con el estrés de no cometer un error mientras realiza las pruebas, con la frustración de ver las reacciones de la gente y principalmente por la preocupación de que su mamá enferme, sólo desea que esta situación acabe pronto.
“Espero que ya salgamos de esto; la verdad no sé cuando suceda, no creo que sea pronto, pero pues esperemos que todo salga para bien”.
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