Hasta hace unos días todo transcurría de manera “normal” en los hospitales INSABI de Chalco y el Regional de Alta Especialidad de Zumpango, ambos del Estado de México y en los que labora nuestro entrevistado. Sí, había la previsión de que algo duro se acercaba, pero quizás no con la magnitud que ahora se conoce.
En la primera llamada que tuvimos la mañana del 21 de abril con “N”, enfermero especialista en pediatría y medicina interna que ha preferido mantener el anonimato, nos habló sobre las diferencias que él detectaba en los dos hospitales en los que trabaja. La historia que nos compartió —originalmente— se llamaría: “Realidades diferentes en el mismo sistema de salud”.
Nos comentó que el hospital de Alta Espacialidad de Zumpango se notaba más preparado, con los insumos suficientes y con la capacitación necesaria para atender a enfermos COVID-19. Por el contrario, el INSABI de Chalco presentaba notorias carencias y una evidente falta de previsión. “En el sector de salud existen realidades diferentes (…) cada hospital maneja sus insumos de diferente manera”, nos dijo la mañana de aquel martes, minutos después de que fue decretada la Fase 3 de la pandemia.
También en aquella ocasión “N” nos dejó sentir que la situación en los hospitales en que labora era parecida a la de la salida un tsunami: la tranquila marea de pacientes que diariamente atendía llevaba días que poco a poco se iba retirando. Cada vez tenía menos trabajo. Había dejado de atender pacientes y todos aquellos que tenía asignados para terapias o citas eran dirigidos a otras instituciones. El hospital en que labora de lunes a viernes se estaba preparando para la ola de COVID-19 que finalmente acabó por llegar.
“Todo cambió con la Fase 3”
La mañana del domingo 26 de abril, “N” se comunicó muy temprano nuevamente con nosotros por mensaje. “Si me hubieras hecho la entrevista hoy, hubiera sido muy diferente”, nos escribió. “Ya están llenos los hospitales”.
—¿Los dos en que trabajas?
—Sí, ya comenzó lo feo.
“En cuanto se declaró la Fase 3, parece como si fuera un mundo diferente. Todo cambió. Al día siguiente me tocó trabajar y ya los hospitales estaban llenos. El área del Hospital de Alta Especialidad donde doy servicio toda la semana pasada había estado cerrada, porque nos estábamos preparando para la llegada paulatina de pacientes. Nunca pensé que hubiera tanto, pero tanto paciente al día siguiente”.
La primera vez que entrevistamos a “N” nos dijo sobre uno que otro sospechoso de COVID-19 que atendió y de los confirmados de los que “escuchó”, ya que esos eran dirigidos inmediatamente a una zona del hospital a la que él no tenía acceso.
En la segunda entrevista la información cambió totalmente y fue más concreta. La primera noche “hubieron 13 ingresos, fallecieron tres. Los servicios con ventiladores estaban llenos. Al viernes 24 de abril en la noche había 22 tubos [pacientes intubados]. Al día de ayer [sábado 25] los compañeros me comentaron que ya había 25 tubos”.
De haber pasado la Fase 1 y 2 de la pandemia sólo a la expectativa, ahora “N” se olvida de las cuestiones relacionadas con pediatría y únicamente atiende a pacientes COVID-19 y sabe que, eventualmente, tendrá que sumar al desgaste físico y mental que implica esa labor el tener que ayudar a niños en su lucha contra la enfermedad provocada por el coronavirus. “Será muy desgastante emocionalmente. Tengo compañeras que están en las áreas neonatales o en las áreas de terapia y ahí están ya dos niños”.
El personal contratado no aguanta
En la breve plática antes de comenzar su jornada en el INSABI de Chalco, “N” de manera indirecta dejó ver la enorme carga de trabajo que en estos momentos enfrenta el personal médico de los hospitales de todo el país.
Según nos explicó, es extremadamente pesado para un enfermero trabajar con pacientes intubados, tanto así que normalmente una persona de enfermería atiende únicamente a dos pacientes con tubos. “Eso es lo máximo (…) ningún hospital tiene tanto personal como para abarcar tantos tubos”, aseguró, para después permanecer en silencio, como dejándonos a nuestra imaginación cómo se las están viendo ahora que el número de ese servicio se incrementó más de diez veces.
“¿Y qué hay del extra personal que está siendo contratado para enfrentar la pandemia?”, le preguntamos. Siempre sin querer generalizar, “N” nos dijo que los enfermeros y enfermeras que tenían la intención de ayudar, simplemente no resistieron la presión.
“Recientemente habían contratado 25 personas nuevas. A mí me consta que llegaron dos personas al servicio… pero nada más vieron cómo estábamos en la atención de pacientes, lo agotador que es, estar con los trajes y nos comentaron que renunciaron diez. Y sí, el resto de la semana ya no llegó nadie”.
“Los pacientes mexicanos se están muriendo muy rápido”
Desde la primera vez que “N” nos concedió entrevista, nos dejó ver su preocupación con la que los pacientes evolucionaban negativamente. Aunque las autoridades de Salud han señalado que el periodo los pacientes COVID-19 tardan aproximadamente nueve días entre el día que presentan síntomas y el día en que fallecen, en la llamada del 21 de abril “N” nos comentó que algunos pacientes no resisten tanto. En nuestra segunda comunicación lo reiteró de una forma dramática.
“Por experiencia, lo que nos ha tocado estas semanas, se están muriendo personas más jóvenes y la dinámica es rápida. ¿A qué me refiero con la estancia dinámica? Así como ingresan se van, pero se van porque se mueren. El paciente mexicano se está muriendo muy rápido… o se deteriora muy rápido”.
Hay material, no completo… pero hay
Como les comentamos, inicialmente la historia de “N” giraría en torno a las diferentes realidades que él detectaba al trabajar en dos hospitales pertenecientes a un mismo sistema de Salud. Realidades que para el personal médico no son novedad. “Siempre ha habido carencias, pero ahora es más notorio”, nos dijo, para luego comentar que, como siempre, entre sus compañeros ya se habían cooperado para abastecerse de los insumos con los que enfrentarán la pandemia.
Ahora parece que las cosas han cambiado, según nos dijo “N”.
En ambos hospitales ya se cuenta con el material necesario para atender a los pacientes COVID-19… no todo y tampoco en las cantidades necesarias, pero, al parecer, eso ya es ganancia. “Ahora sí tenemos material. No el completo, pero sí tenemos material con el que nos cuidan. Los overoles que muestran en publicaciones de Facebook en el INSABI nos piden que usemos ese traje cinco veces, que por nuestra cuenta lo lavemos con solución… porque de ése ya no nos lo van a dar [tanto]”.
Otro problema, al menos en el INSABI, es el medicamento que se ha seleccionado como parte del tratamiento contra el COVID-19. Es poco y a veces ni eso, por lo que se les pide a los familiares de los pacientes que lo compren. Esta situación, según ha consultado “N” con colegas de otros hospitales, se está volviendo cada vez más común.
Lejos de la familia
Desde finales de marzo, “N” y su esposa (también enfermera) decidieron ya no tener contacto con sus hijos, uno de ellos cerca de cumplir apenas dos años. Están bajo el cuidado de sus abuelos, sólo los ven por videollamadas y así será hasta que pase la pandemia.
La historia de “N” también pretendía ser un reflejo de qué tanto se ha descuidado a las personas que forman parte del personal de salud. Un trato ingrato para las personas que velan por la salud de los mexicanos. No sólo por la grave falta de insumos para enfrentar una situación como la que ahora vivimos en el país, sino porque desde antes “N” se tuvo que ver obligado a trabajar en dos hospitales para poder dar a su familia una mejor calidad de vida.
Nuestro entrevistado labora de lunes a domingo, con jornadas de ocho y 12 horas. Desde hace años y debido a los precarios salarios que se ofrecen en el sector salud, “N” —al igual que muchos médicos y médicas, enfermeros y enfermeras— ha tenido que sacrificar amistades y familia para ofrecerle a ésta lo que no podría si sólo viviera con lo de un trabajo.
Pero no sólo el sistema es ingrato con los trabajadores de la salud. Como se ha difundido en medios y redes sociales, la propia sociedad ha mostrado su lado más ignorante y desagradecido con los héroes que se han convertido en el primer frente para combatir la pandemia. Eso hace que el reto para él y sus compañeros no sólo sea el número de pacientes que habrá que atender, el aguante físico y mental que tendrá que mostrar… sino también ver la forma en que se comporte la ciudadanía.
“Es muy cansado, pero lo tenemos que hacer. Y es muy estresante que tú tampoco puedas salir a la calle… y no salir que quieras comer en un restaurante, sino por saber que te pueden apedrear el carro, te pueden chocar, la gente es grosera. Tengo el logo que acaban de implementar para poder circular todos los días y, como paso por zonas populares, es muy estresante no poder circular libremente por temor que te puedan agredir. Lo que sí he recibido es un ‘¡chinga tu madre!’… entonces, no, todavía de que me estoy chingando”.
Sin embargo, “N” espera que pronto la gente entienda. Y no sólo paren las agresiones contra las personas del sector salud, sino también que las personas dejen de salir a la calle cuando no es necesario, algo que ha notado que no ha disminuido por las zonas por las que habitualmente circula, ya que los hospitales en que labora están ubicados en colonias populares.
“Mucha gente tiene que salir a trabajar todavía y eso es comprensible, porque la mayoría de la gente es comerciante”, no dijo, señalando que, de hecho, la mayoría de los pacientes que he tenido en el INSABI son comerciantes, gente de bajos recursos. “Pero antes de llegar al trabajo es muy frustrante ver todavía a las familias salir a la tienda o a jugar, a pesar de que los espacios están cerrados”.
De esto “N” nos había hablado la primera vez que lo entrevistamos.
En ese momento, nos dijo que más que las noticias de otros países, la misma población les servía como índice de qué tan grave podría ponerse la situación: “[la gente] nos indica que esto se va a poner feo, porque no acata las indicaciones”.
Quizás porque ya se ha dicho mucho el “Quédate en casa” y él no ha visto cambios, “N” terminó la breve comunicación pidiendo comunicar a las personas que tengan familiares con COVID-19 hospitalizados no les lleven nada. Quizás agua, porque la necesitarán. También nos pidió decirles que una vez que el paciente entra al hospital ya no lo podrán ver y los informes sólo se dan a una hora y por teléfono. Eso dependerá de la dinámica de cada nosocomio.
Después de esas recomendaciones, “N” simplemente pide al resto de la población que no se espere a estar en esa situación para solidarizarse con el personal médico. “Ojalá que ya no salgan”.
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