Llevamos cinco años escuchando una y otra vez que en la Ciudad de México no opera ni tiene presencia el crimen organizado. Y, sin embargo, el pasado 20 de julio fuimos testigos de dos eventos relacionados que llevaron a repensar demasiado las tercas cantaletas de Miguel Ángel Mancera: primero, en un operativo digno de la narcociudad más perdida de su preferencia, elementos de la Marina y la Policía Federal abatieron a Felipe de Jesús Pérez Luna, El Ojos, líder del cártel de Tláhuac, y encargado de la distribución de drogas en el oriente de la ciudad; después, finalizado el enfrentamiento, varias calles de Tláhuac fueron bloqueadas con autos en llamas, sitiando la zona en el mismo modo que hemos visto que distintos cárteles del país lo han hecho (y seguirán haciendo).

Después de estos “incidentes”, y después de que el proceso para remover del cargo a delegado de Tláhuac, Rigoberto Salgado, ha comenzado, siguen las detenciones (ya van 6 de las 8 órdenes de aprehensión que existen por este caso) para desarticular el Cártel de Tláhuac.

La PGJ informó en conferencia de prensa que se ha detenido a un integrante de primer nivel de la “banda”, uno de sus “integrantes más violentos, pues incluso se exhibía en sus perfiles de redes sociales con armas”: un sicario del cártel conocido como el “Ziggy”.

Por lo pronto, sigue sin quedar claro hacia dónde caminan estos fenómenos cada vez más cotidianos en la Ciudad de México.

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