Por Diego Castañeda
En los últimos días un grupo distinguido de millonarios, entre ellos Bill Gates, ha estado atrayendo la atención de los medios por sus ideas respecto al cambio climático y la necesidad de tomar medidas de mitigación. En dichas declaraciones hubo un aspecto que llamó mi atención: que asuman como responsables de los problemas ambientales no sólo a ellos mismos, los ricos, sino también a las clases medias. No obstante, hay evidencia que sugiere que es un asunto más de la parte alta de la distribución que de la media.
La desigualdad y el cambio climático en muchos sentidos son problemas “gemelos”, tanto por su escala global y sistemática, estrechamente relacionada con la economía mundial, como por el nivel de cooperación y coordinación que requieren para ser atendidos si se quiere tener algún grado de éxito. Sin embargo, colocar a la clase media ahí como responsable es sólo parcialmente cierto; particularmente, si pensamos en términos de consumo de energía por país. El estadounidense o el europeo de occidente promedio consumen más energía y genera más emisiones que el chino o mexicano promedio.
Pero si vemos las emisiones desde la óptica de la distribución del ingreso, la historia es algo diferente.
En un trabajo de hace algunos años de Thomas Piketty y Lucas Chancel se dieron a la tarea de estimar cuánto de las emisiones globales se pueden atribuir a cada parte de la distribución global de ingresos. ¿Cuáles fueron sus resultados? El famoso 1 por ciento de la distribución del ingreso en el mundo, los más ricos de todos los países, aportan el 13.8 por ciento de todas las emisiones; el top 10 por ciento, el 45.2 por ciento de todas las emisiones; el 40 por ciento de en medio en la distribución aporta el 41.8 por ciento de las emisiones; el 50 por ciento más pobre el 13 por ciento; el 10 por ciento más pobre apenas un 1.2 por ciento de todas las emisiones.
Tomando estos resultados, claramente la mayor parte del problema y donde más se pueden concentrar los esfuerzos para disminuir emisiones está en el segmento más rico de la población, los millonarios del mundo y los que sin ser millonarios sí pueden ser considerados “ricos” en la distribución global. El top 10 emite más CO2 que lo que se emite entre el percentil 89 y el percentil 51 de la distribución del ingreso.
Ahora bien, ¿por qué es importante aclarar que desde una perspectiva de consumo y no de producción las emisiones se distribuyen de cierta manera? Porque es muy distinto el tipo de políticas públicas que se pueden ejecutar dependiendo de a qué grupos de la población consideran como prioritarios en la mitigación de los efectos. Poner la culpa también en la clase media hace, por ejemplo, más difícil que iniciativas que buscan atacar el problema por la vía fiscal, con impuestos, reciban apoyo de la población si un porcentaje importante de ella piensa que será afectada.
Es como usar a la clase media como escudo frente a ciertos tipos de políticas.
Si la mayor responsabilidad la ponemos en el 45.2 por ciento del 10 por ciento más rico es mucho más fácil políticamente que se tomen medidas impositivas y regulatorias. Esto no quiere decir que el resto de la distribución no tenga un rol que jugar en la disminución de emisiones, claramente lo tiene, pero el cambio climático al igual que la desigualdad es un tema sujeto a fuertes presiones de economía política; por lo tanto, es un asunto que requiere masa crítica en términos de movilización para que gane la atención en todo el mundo.
Irónicamente, los filántropos que buscan atacar el problema al querer compartir la culpa con las clases medias globales quizá hacen que sea más costoso para los políticos en el mundo tomar las medidas necesarias para atacar este tipo de problemas globales.
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Diego Castañeda es economista por la University of London e historiador económico por la Universidad de Lund.
Twitter: @diegocastaneda