Ésta es la producción de Robert Conrad, un intrépido aprendiz de conductor de autobuses que en 1950 se infiltró al que fue el búnker oficial del Führer durante los años más aciagos para los alemanes de la Segunda Guerra Mundial, para documentar el interior del mismo antes de que se destruyera.
Disfrazado como un operario de una construcción contigua, Conrad se escabulló entre los restos del búnker porque consideró que sería una desgracia no aprovechar vivir en Berlín para tomar fotografías de un lugar histórico que pronto sería destruido para dar paso a un proyecto de viviendas de bajo costo.
Ya entre las húmedas paredes del FührerBunker, Conrad usó su pequeña cámara fotográfica de 35 mm para capturar la desolación del recinto que fue el hogar temporal de más de 700 personas, entre ellos Joseph Goebbels, ministro de propaganda del Partido Nazi, su esposa e hijos; miembros del staff, soldados, Eva Braun y el mismísimo Adolfo Hitler.
Conrad comentó que hizo aproximadamente 30 visitas más al búnker antes de que las excavadoras de la construcción contigua sellaran sus accesos para siempre.
El FührerBunker fue tomado por las fuerzas soviéticas durante un asalto el 30 de Abril de 1945. A unos metros del Parlamento Alemán, el staff que se encargaba de mantener el último bastión del nazismo oficial alemán escuchaba los murmuros sordos de las bombas que destrozaban la capital alemana.
En la imagen se aprecian teclas de una máquina de telegrama, algunas municiones y placas “Bode Panzer”, una conocida marca de candados y cajas fuertes.
La humedad del abandono corroe lo poco que queda del búnker, mismo que en 1992 fue declarado patrimonio arquitectónico nacional.