El 5 de diciembre de 2012, Miguel Ángel Mancera asumió la Jefatura de Gobierno del entonces Distrito Federal. En una elección histórica, obtuvo el 63% de los votos, casi 44% de diferencia con el segundo lugar, Beatriz Paredes. Desde entonces es Jefe de Gobierno de lo que ahora se conoce, oficialmente, como la Ciudad de México. Hoy, exactamente a cuatro años de que entrara en funciones, veamos algunas de las cosas que han cambiado en la Ciudad.

(Spoiler: casi todo ha empeorado.)

Desarrollo urbano y medio ambiente

Quizás donde más se nota la mano del Jefe de Gobierno es en temas de medio ambiente, y no de manera positiva. Desde el inicio de su gestión, Mancera se ha aliado con las grandes desarrolladoras inmobiliarias para hacer proyectos de infraestructura en lo que se conoce como Asociaciones Públicas Privadas (o APP). ¿Qué son? En principio suenan como una gran idea: el gobierno, que no tiene dinero, contrata a particulares para que hagan lo que no puede. Por ejemplo, construir o remodelar una parte de la ciudad. A cambio de eso, la compañía privada recibe un pago en especie: se le dona un terreno, se le da una concesión especial para explotar algo (digamos, que, por construir una vía de paga, la compañía puede cobrar el peaje como pago por todo lo que invirtió). Sin embargo, esta figura se ha utilizado bajo la actual administración de una manera que poco beneficia a los ciudadanos y mucho a las grandes empresas.

No hay caso más claro que el del Centro de Transferencia Modal (CETRAM) Chapultepec, actualmente en remodelación. Para renovarlo, el gobierno de la Ciudad de México necesitaba cerca de 420 millones de pesos que no tenía. Entonces se acercó a dos compañías españolas que prometieron hacerlo. ¿Qué pidieron las empresas a cambio? Unos terrenos en la misma zona para construir centros comerciales y hoteles. El gobierno de la Ciudad accedió y se los dio en concesión, aunque los terrenos no tenían el uso de suelo necesario. También decidió que era buen pago dejarles la explotación de los terrenos durante 44 años.

El gran problema: resultó que el valor de la explotación de los terrenos era de 390 millones de dólares. No, no pesos. Dólares. Como pago por algo que cuesta 420 millones de pesos el gobierno le regaló la oportunidad de ganar 390 millones de dólares a dos compañías.

Al mismo tiempo que Mancera que esto sucedía pasaron otras cosas extrañas en el manejo del medio ambiente de la ciudad. Un caso alarmante ha sido el de la deforestación de la CDMX.

Bajo el gobierno actual, la Ciudad de México (según cifras hasta mayo de este año) ha talado el triple de árboles que todos los que taló el gobierno de Marcelo Ebrard en sus seis años: 9,436 de Mancera contra 2,857. Lo ha hecho, entre otras cosas, para construir más vías para coches, como por ejemplo, el deprimido de Mixcoac.

No obstante, diversos estudios han mostrado que las vías rápidas, en vez de hacer que los automóviles circulen mejor, generan algo llamado “tráfico inducido”. A primera pensada suena raro, pero en verdad tiene sentido: si construyes una calle nueva, se va a llenar de coches con personas que la ven como una alternativa a las otras calles. Esos coches van a generar tráfico y a la larga van a acabar llenando la calle nueva al igual que hicieron con la vieja.

Y, en el país y la capital cada vez hay más autos. De hecho, noviembre rompió el récord de ventas de coches nuevos: se vendieron 18% más que en el mismo período del año pasado.

Mientras esto sucede, el gobierno ha prometido que plantará la misma cantidad de árboles que ha derribado. Pero he aquí otro problema: la ciencia nos dice que los árboles más jóvenes captan menos dióxido de carbono que los más viejos, por lo que aunque se sembrara la misma cantidad, los nuevos árboles reducirían en menor cantidad las emisiones de nuestros automóviles. Gracias a la tala y a la cantidad de automóviles que contaminan es que los humanos estamos causando lo que se conoce como calentamiento global.

Esos árboles que compra el gobierno de la Ciudad de México los vende una compañía que no existe, que está registrada en una calle que… tampoco existe. Aun así se ha llevado 26 millones de pesos para intentar reponer la cantidad de árboles que se han derribado bajo la actual administración. Eso no es todo: el gobierno le está comprando los árboles a la compañía al doble del precio que los vende cualquier otro competidor. Alguien se está haciendo rico talando y comprando árboles mientras cada día es más difícil respirar en la ciudad.

Y el colmo absoluto: aun así el gobierno está sembrando menos árboles de los que debería: por cada 15 que tala planta sólo tres.

Algunas otras decisiones más que cuestionables que ha tomado el gobierno en materia ambiental y sólo vale la pena mencionar de pasada: intentó poner una rueda de la fortuna en una zona protegida del Bosque de Chapultepec. Abanderó un desfile de motocicletas Harley Davidson en plena contingencia ambiental. Pero la que lo pinta de cuerpo entero: para celebrar el día mundial sin automóvil –ese en el que todos los políticos viajan en metro para presumir que sí tienen conciencia–, Mancera llegó en auto eléctrico a su trabajo. Auto que, aunque contamine menos, sí contamina. (El premio mayor se lo llevó el procurador Rodolfo Ríos, que el Día Mundial sin Auto de 2015 llegó a su trabajo en… taxi para no usar el suyo.)

Inseguridad

Algo que también ha cambiado para mal durante la actual administración es la seguridad de la ciudad. No sólo robos, sino también homicidios. Según los números más recientes –agosto de este año–, el número de asesinatos en la Ciudad de México es el más alto en 18 años. Y no sólo han aumentado: también han sido más sangrientos. Por ejemplo el caso del bar Heaven, durante el primer año de su administración, en el que 12 jóvenes desaparecieron a plena luz del día y aparecieron enterrados en un rancho meses después. O los múltiples homicidios por narcotráfico en la Colonia Condesa, o las cabezas que han aparecido en casetas telefónicas en Iztapalapa o…. la lista es muy larga.

Esto a pesar de que Jefe de Gobierno y todo su gabinete se han cansado de repetir que en la ciudad “no hay delincuencia organizada, sólo delitos”. Así, tal cual.

Quizás el caso que mejor retrata al gobierno actual es el del asesinato de cinco personas en un departamento de la Colonia Narvarte el año pasado. Al día de hoy no se sabe quién mató a los jóvenes, ni por qué. Pero eso sí, la primera reacción del gobierno fue culpar a una de las víctimas porque era de origen colombiano.

La situación ha llegado al extremo de que en la capital tenemos casos dignos de la Ciudad Gótica de Batman. Como por ejemplo los asaltantes que robaron en más de una ocasión la misma joyería del Centro Comercial Santa Fe con martillos.

Constitución

La gran apuesta de Miguel Ángel Mancera como Jefe de Gobierno ha sido la Constitución de la Ciudad de México, un documento que al día de hoy se discute por el congreso constituyente que se votó el año pasado. Pero, ¿qué es la constitución? Ni los constituyentes saben. Hay que recordar que hace un año se escuchaba a los partidos políticos a todas horas en radio y tele anunciando todo lo que se podría hacer con la nueva constitución, que finalmente volvería al Distrito Federal un estado al igual que los otros 31 de la república. Al final el propio congreso, que aprobó la reforma política del Distrito Federal que a su vez permite la creación de la constitución –que lo más que hizo fue que cambiáramos de nombre– admitió que esto no era cierto. Que la Ciudad seguiría sin ser estado.

La idea detrás de la constitución era dotar a los habitantes de la ciudad de derechos que no tenían los demás estados, para asegurar que éste fuera un territorio “de vanguardia”, en palabras del propio Mancera. Sin embargo, poco ha hecho por eso, a juzgar por el proyecto que se discute.

La despenalización del aborto, algo que distingue a la ciudad del resto del país, no está incluida. Tampoco la regulación del sexoservicio, que actualmente sigue siendo ilegal y que muchas ONGs han dicho que es necesaria para evitar el maltrato y la violencia hacia sexoservidoras.

En cambio, el proyecto propone cosas como declarar a la ciudad “espacio libre de transgénicos”, algo que en la práctica resulta imposible. O bajar la edad para votar a 16 años, cosa que tampoco se puede hacer –los estados no tienen facultades legales para decidir la edad del voto–.

Todas estas cosas que incluye el documento, y que en poco van a cambiar la situación de la ciudad, costaron, tan sólo durante la campaña de los partidos para ser elegidos al congreso constituyente, 300 millones de pesos. De tirar dinero a la basura, mejor hubiéramos comprado la escalera a la nada de los Simpsons.

Bueno, no es del todo cierto. Algo sí cambiará. Con la nueva organización política de la ciudad las delegaciones pasarán a ser alcaldías, algo similar a los municipios en los estados. ¿Qué significa esto? En términos prácticos, que habrá más burocracia.

Las delegaciones ahora tendrán cabildos y síndicos, o sea, más funcionarios. Pero seguirán sin tener cosas básicas como autonomía presupuestal –es decir, poder para decidir en qué se gastan el dinero– o su propia policía. Seguirán siendo delegaciones con otro nombre pero más empleados. Que nos costarán más, por cierto.

La prueba de que en verdad lo está haciendo mal

Éstas son solo algunas de las cosas que ha hecho el gobierno de Miguel Ángel Mancera en estos cuatro años. Comentábamos al inicio de este texto que el Jefe de Gobierno llegó al cargo con una votación histórica. Consiguió el número y el porcentaje más alto de votos desde que la ciudad elige el puesto. Entró con un apoyo nunca antes visto: 63%.

¿Hoy qué sucede? Las encuestas más recientes nos dicen que Mancera, a julio de este año, sólo tenía el 17% de aprobación de los capitalinos. El 70% lo reprobaba y al 13% le daba igual. No es poca cosa: pasó del 63% de votos al 70% de desaprobación en cuatro años.

Ya ni el presidente Peña Nieto.

Esteban Illades
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