“Departamento de 65m2. Una habitación ¡Se paga sólo con Airbnb!”. El anuncio cuelga de un costado de un edificio minúsculo de varios niveles recién construido en la colonia Nápoles de la CDMX. Por cada Airbnb extra en la ciudad, hay una unidad de vivienda menos. A menor oferta, mayor costo para rentar y mayor gentrificación de nuestros barrios y Pueblos Mágicos. ¿Cómo balancear turismo y vitalidad?
Airbnb es parte angular de la llamada “economía colaborativa” (sharing economy) donde empresas facilitan el intercambio de bienes y servicios entre usuarios. Desde 2008 que inició con la renta de un sillón en la casa de los fundadores, Airbnb se ha expandido a ser una de las principales marca globales de la industria de la hospitalidad. Al día de hoy, hay más de 5 millones de unidades en renta en 191 países del mundo. En nuestro país, hay 95,000 alojamientos, con crecimientos de más del 60% anuales. Se espera que, para 2020, México represente el 50% del mercado en Latinoamérica para la plataforma.
El problema de Airbnb es que aumenta la mercantilización de la vivienda. Rentar un departamento o casa en la plataforma a los turistas puede ser mucho más redituable para el propietario que hacer lo mismo con un inquilino permanente. Esto convierte a las unidades en hoteles de facto, retirando vivienda del mercado. Además, el sentido de intercambio entre pares (peer-to-peer) original se ha ido modificando hasta que empresas que administran diversas propiedades utilizan la plataforma, convirtiendo edificios de departamentos enteros en hoteles —llamados hoteles fantasma.
El impacto de Airbnb en los precios de la vivienda no sólo afecta a las grandes ciudades. El número de alojamientos en los Pueblos Mágicos del país ha explotado en los últimos años, impactando a los hoteles pequeños, que son los más afectados por la competencia de la plataforma, pues tienen que cumplir con mayores regulaciones fiscales y sanitarias a la par de competir con el precio del sitio.
Las ciudades del mundo ya han iniciado a tomar cartas en el asunto. En Barcelona, algunos barrios llegan a tener más del 15% de unidades de vivienda ocupadas por la plataforma. Esto ha provocado que se dejen de emitir licencias para su operación pues “provoca especulación, economías ilícitas y sus actividades no otorgan nada a las comunidades”. En otras ciudades se limita el día que se pueden rentar las unidades o simplemente se prohíbe el servicio.
Expertos de la Universidad de McGill en Canadá sugieren que las mejores maneras de limitar los impactos nocivos de Airbnb son: 1 ) Regresar a la renta entre personas —prohibiendo las grandes operaciones que mercantilizan un gran número de viviendas; 2) prohibir las rentas de tiempo completo —para evitar que las unidades salgan del mercado; 3) forzar a Airbnb a inspeccionar que los usuarios no excedan tiempos de renta.
México es uno de los países más visitados del mundo. Hay que discutir cómo el gran turismo puede afectar negativamente nuestras comunidades. Quizá aún no parezca un problema tan cercano, pero eventualmente el gran número de visitantes puede destruir un destino. Hay que buscar el balance donde la actividad económica no rompa con la vitalidad de nuestras ciudades.
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Adrián Montemayor
Twitter: @montemx