Mi acepción favorita de fuga es la última de la RAE: la de vocales. Pero no es ese el tema de este texto. En realidad, si se me hubiera preguntado, habría escogido escribir sobre el clima en la sierra, los focos, el gato de Shrödinger o mi foto favorita del Chapo Guzmán: el hombre más buscado por las autoridades federales.
Las siguientes líneas tratan sobre la fuga, las fugas y todos los presos que han logrado escapar de las cárceles durante el sexenio de Felipe Calderón, tema un tanto más terrible que el de la fuga de vocales, ciertamente. Hay que aclarar que la terribilidad de la fuga de presos depende de quien se esté fugando, así como la terribilidad de la fuga de vocales depende de la vocal que se haya fugado y la palabra en donde usted pretendía usarla.
Así, si usted es el que ha logrado escapar de la cárcel, no le parecerá tan terrible que los presos se fuguen de la prisión sin haber cumplido con el periodo de rehabilitación convenientemente fijado por la sociedad. De la misma forma, si usted quiere escribir la palabra mierda y se le fuga la “a” no pasa gran cosa: “mierd”, la idea, al final, está clara. No es igual si quiere escribir “oblongo” y se le fuga la “o”, o si usted es el celador de la cárcel, porque, entonces, suponemos que está en serios problemas.
No existe una cifra exacta del número de reos que se han fugado de las cárceles mexicanas durante los seis años de gobierno de Felipe Calderón. Los especialistas lo estiman en más de tres y se preguntan ¿por qué si el gobierno del presidente a decidido sacar al ejército a las calles porque no confía en la policía no se han animado a que las fuerzas militares custodien las prisiones? Claro, tal argumento es fácilmente refutable: las fuerzas militares no están hechas para andar en las calles o cuidar las prisiones.
En Apodaca se fugaron treinta reos la otra semana y, si se considera que otros cuarenta y cuatro fallecieron, sin haber cumplido con el periodo de rehabilitación convenientemente fijado por la sociedad, la fuga llega a setenta y cuatro. Superando en setenta y uno los cálculos de los especialistas.
Según los informes de las autoridades del penal, los treinta que lograron escaparse eran “Zetas”, dicho lo cual nos enfrentaríamos pues a un caso de fuga de consonantes. La séptima acepción de la palabra según la RAE. Tan terrible o más que el de vocales si se le piensa con calma o si usted quiere escribir “zapato”, aunque totalmente inofensivo en el caso de las palabras Somalia, olote, tulipán, chiquitronix o la frase sí te mato un marrano.
El problema con la cárcel, dicen, es que los carteles de la droga, drog si se le fugará una “a”, han trasladado la lucha por el control de las rutas del narco al interior del sistema penitenciario, sobornando y cooptando autoridades, guardias, jueces y reclusos. La infiltración, por supuesto, ha terminado con la idea de readaptación social, entendida como la serie de actividades más o menos inútiles que los presos realizan mientras piensan en fugarse y que podrían servirles o no al salir de prisión. La fuga, claro, es inevitable si se le considera con calma y, en el caso de las prisiones mexicanas, con una tasa de hasta 400% de sobrepoblación y apretamiento, también es una consecuencia de la ley de la física que afirma que un objeto no puede ocupar el mismo espacio que otro al mismo tiempo.
Una vez reflexionado lo anterior, hablaré –como quería en un principio- de mi foto favorita del Chapo Guzmán, el reo más buscado por las autoridades federales, el gato de Shrödinger y las condiciones climáticas de la sierra:
En el fondo de la foto hay una palapa con techo de palma, al frente un tambo y una garrafa con gasolina. En el tambo tal vez haya un hombre pozoleado, aunque eso no lo sabríamos hasta mirar en su interior. También es posible que el bote no tenga nada y que el fotógrafo lo haya puesto en el cuadro para distraernos de lo verdaderamente importante: en la foto hay dos hombres, los dos armados hasta los dientes, uno gordo, tal vez calvo, el otro flaco y tostado, con lentes oscuros, chanclas, camisa amarilla y pantalón militar. Los dos traen gorra porque en la sierra hace mucho sol casi todo el año, aunque suele llover en las tardes y refrescar por la mañanas.
El hombre del tambo, si lo hay, en realidad no está muerto, aunque tampoco vivo, porque no podríamos saber si está muerto o vivo hasta mirar en el interior, como ya se dijo más arriba, convirtiendo la foto en un curiosísimo ejemplo práctico del experimento científico de Schrödinger en el que se demuestra la relatividad de la materia y se explica el caos actual de las cárceles en donde nadie sabe ni cuantos reo hay, ni porque, ni hasta cuando, ni si salen a pasear en la noche.
Ahora, regresando a la foto, las cosas tal vez fueron más o menos como sigue, o no, pero eso poco importa: considere que usted es el mejor amigo del Chapo, se toma una foto, escribe en la parte de atrás: tía, saludos desde la sierra con mi mejor amigo el Chapo, camina hasta el local de correos más cercano, la mete en un sobre y se la manda a su tía en Texas. En el camino la foto se pierde y va a parar a las manos de un agente de la Agencia Mexicana de Inteligencia, si es que tal oficina existe y el hipotético agente no es manco.
NOTA 1: El empleo de mancos en las agencia gubernamentales, aunque extraño, no está prohibido, por lo que, aunque improbable, su contratación es posible.
¿Cómo sabría un agente, manco o no, cuál de los hombres de la foto es el Chapo si nunca le ha visto?
Podría ser cualquiera de los dos, o de los tres si en el tambo hay un hombre pozoleado. Lo cuál no hace más que complicar las cosas, de por sí ya muy complicadas. Complicadísimas si pensamos en la posibilidad de que quien tomó la foto fue el Chapo y entonces ninguno de los que sale en la imagen sea el preso que se fugó de Puente Grande luego de que lo arrestaron y que de seguro se reía adentro por que todo le parecía muy confuso y gracioso y siempre usaba una chamarrota cremita de pluma de ganso porque en el penal hacia frío y en la sierra –donde el nació- casi siempre hace sol.
Por: José Aurelio Vargas