El cineasta Danny Boyle fue el director de la espectacular inaguración de los Juegos Olímpicos que pudimos apreciar el pasado viernes.
Su nacimiento fue en 1956 en Radcliffe, Lancashire, en el Reino Unido; sus padres eran estrictamente católicos y su madre, en específico, quería que Danny se conviertiera en sacerdote. Su infancia se basó en alimentar el conocimiento religioso del joven, hasta que, a los catorce años, Boyle pidió una transferencia de su escuela a un seminario religioso de su localidad. Sin embargo, el padre de su iglesia lo persuadió a que se mantuviera en la escuela.
Años más tarde, durante una entrevista promocionando su filme Millions, el director aseguraría: “Todos estos directores (Martin Scorsese, John Woo, M. Night Shyamalan), tenían la intención de sacerdotes. Hay algo muy teatral en eso. Es básicamente el mismo trabajo, ir controlando por ahí, diciéndole a las personas qué pensar”.
Su deseo de hacer cine nació viéndo Apocalypse Now de Francis Ford Coppola, a los veintún años; de este impulso más tarde nacería su ópera prima, Shallow Grave, sobre un grupo de amigos que aprovechan la muerte de Hugo, el nuevo residente de su departamento, para hacerse de todo el dinero que poseía. A pesar de tener un presupuesto menor, la película fue considerada un importante resurgimiento del cine inglés, ante el cine independiente que nacía en Estados Unidos a mediados de la década de los noventa.
Tras el éxito de Shallow Grave, Boyle comenzó la producción de su siguiente película, que sería una adaptación a la novela de Irvine Welsh Trainspotting, dándole una vez más la oportunidad de trabajar con Ewan McGregor. Es bien conocido el éxito que obtuvo de respuesta la película, que mostraba al lado despiadado y sucio de la sociedad escosesa. Disparado por los medios de comunicación y un creciente público que esperaba con devoción su nuevo estreno, Boyle probó suerte en Hollywood, dónde le ofrecieron dirigír la cuarta parte de Alien, propuesta que rechazó.
Ante su desencanto con la industria americana, Boyle decidió filmar su siguiente cinta, A life Less Ordinary, con presupuesto inglés. A pesar de ser la tercera colaboración entre el director y Ewan McGregor, la película no obtuvo una respuesta positiva de la crítica y fue poco exitosa en taquilla. Este fracaso causó que Boyle decidiera tomar una nueva ruta, así que para su cuarto largometraje le dio el papel protagónico a Leonardo DiCaprio dentro de la adaptación cinematográfica de la novela homónima de Alex Garland, The Beach.
La visión dramática de la vida, ya sea en las calles de Inglaterra, dentro de una isla perdida en Tailandia o en un edificio de departamentos en el Reino Unido, había sido un estilo único y recurrente a lo largo de todo el trabajo del director. Pero así como decidió cambiar a Ewan McGregor por Leonardo DiCaprio, Boyle probaría en 2002 un cambio de género al filmar los horrores de la vida después de un brote de virus en 28 Days Later.
En 2004 Boyle decide filmar una sencilla historia sobre las dificultades del cambio y las ilusiones de la vida con la laureada Millons. Una vez más basándose en el tema de la confianza y la amistad comprometida por la posesión de dinero, tema que ya había explorado en Shallow Grave. El director relata cómo un niño se encuentra un maletín lleno de pounds cerca de las vías del tren, causalmente a pocos días del cambio al Euro.
Su siguiente apuesta sería la ciencia ficción con Sunshine (2007), teniendo de protagonista a Cillian Murphy como el físico de un grupo de astronautas en una misión especial que busca darle nueva vida al sol, pues en el año 2057 se encuentra al borde su extinción como estrella en la galaxia.
En 2008 el cineasta estaría en la cumbre de su reconocimiento al recibir ocho Oscares por su película Slumdog Millionare, que servía como homenaje a las películas de Bollywood. En esta obra vemos cómo un joven de los barrios bajos de Bombay logra deslumbrar al país en un programa de conocimientos, que promete un jugoso premio económico.
Su última cinta fue 127 Hours (2010), protagonisada por James Franco, dónde nos deja conocer la agonía y las dificultades que tuvo que vivir Aaron Ralson en el verano de 2003, cuándo se quedó atrapado entre rocas mientras exploraba el sureste de Utah.
Finalmente, en este año, el cineasta fue encargado de dirigir la ceremónia de inaguración de los juegos Olímpicos de Londres 2012 que pudímos ver exactamente hace una semana. El hombre que mejor ha retratado las difícultades sociales y personales a las que se enfrentan las personas, ya sea en su país, en India o en las olvidadas rocas de Utah, nos recordó con un espectáculo, en verdad memorable, por qué Inglaterra es llamada “La Isla de las Maravillas”. Ahora esperamos pacientemente a ser deslumbrados, una vez más, con la clausura.