Bernardo Esquinca

“Creo como escritor que el poder más sublime que tiene el lenguaje es invocar lo imposible, por lo tanto, abjuro totalmente de la realidad”.

Mar Negro, la nueva colección de cuentos de Bernardo Esquinca, acaba de ser publicada por Almadía y el libro representa un experimento cuyos resultados comprueban que la literatura fantástica mexicana va cada vez mejor.

El mismo Esquinca considera que Mar Negro forma parte de una triada que incluye Demonia y Los niños de paja. Juntos, conforman una propuesta que nos hacía mucha falta en las publicaciones actuales.

Las obsesiones más interesantes de Esquinca merodean las páginas de un libro cinematográfico. Las imágenes del escritor se han vuelto muy dinámicas y la tensión es una constante que agradecemos. Mar Negro es uno de los mejores libros de terror que nos han entregado en muchos años.

Lo verdaderamente afortunado de este libro es que tiene el poder de visitar criaturas y lugares que la cultura de masas ha repetido hasta el cansancio, pero logrando personajes originales y propuestas que, a pesar de coquetear con terrores cósmicos e inconmensurables, aterrizan sorprendentemente en nuestra vida diaria: Esquinca logró recordarnos que el terror es uno de los más viejos habitantes del universo y se alimenta siempre de nosotros.

La cultura de masas ha logrado crear el espejismo de que los zombis, vampiros, retornados, fantasmas, puertas dimensionales y esquizofrénicos de mente luminosa no podían decirnos nada nuevo, sin embargo, son plumas como las de Esquinca las que han intuido siempre que lo magnífico de estas criaturas no es la forma, sino el discurso: si hace cientos de años nos hemos obsesionado con estos seres es porque tienen un poder comunicativo enorme y sólo unos cuantos pueden arriesgarse a explorar los sinuosos caminos de los terrores primordiales para volver con una historia nueva.

El terror de Mar Negro nos hace sucumbir otra vez a los miedos que nos visitan siempre, no sólo al miedo a lo insólito o lo desconocido (miedo ancestral), sino, sobre todo, lo terrible de lo desconocido de todos los días, lo insólito invocado por los misterios que estamos condenados a vivir y repetir hasta la muerte: el amor, la soledad, la venganza, la obsesión y la locura.

Si tuviera que dar una razón para leer este libro, sería simplemente por la emoción que da poder leer un cuento de zombis o muñecas poseídas y no sentir que ya lo vimos todo. Este libro seduce al lector con viejos cantos y los atrapa en un universo que lo amenaza pero que no querrá abandonar.

El autor mismo nos concedió amablemente una entrevista porque no podíamos quedarnos con las ganas de charlar un rato con él sobre estas obsesiones. Las opiniones y anécdotas de este escritor joven que se ha entregado de lleno a la literatura fantástica son muy valiosas para todos aquellos interesados en leer (y escribir) historias de terror.

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¿Nos puedes contar con tus propias palabras, de qué va este libro?

Sí, es parte de una trilogía: Los niños de paja, Demonia y ahora Mar Negro y aunque voy a seguir haciendo relatos de terror, lo que estoy haciendo ahora, ya va por otro camino.

Aquí sí está la presencia de la Ciudad de México, la urbe, etc., pero sí siento que, como bien lo dices, Demonia es más denso; Mar negro es menos denso, es otra exploración. Siempre me propongo llegarle al lector, pero no en el sentido de número de lectores, sino comunicarme con el lector. A lo mejor es parte de un proceso (no me gustaría decir que de maduración, que suena muy chaqueto), aunque sí espero con cada cuento ir mejorando mi técnica porque mis obsesiones están ahí y soy fiel a ellas como señalas.

No es que me lo haya propuesto así pero espero haber logrado que Mar negro, que cierra esta teología, sea un libro más pulido y más fácil de asimilar en su lectura primera aunque siempre me gusta dejar muchos misterios y enigmas, para que, cuando el lector cierre el libro, se quede pensando en ellos.

Zombis, vampiros, muñecas. ¿Cómo visitar el cliché y no morir en el intento?

El terror está construido de clichés, el problema es cómo los revitalizas y eso sí es más consciente de mi parte. Me digo que, si voy a hablar de vampiros o zombis o muñecas poseídas o del 68 (que es un tema muy tratado), le tengo que dar mi impronta, mi sello peculiar.

En el caso concreto de los vampiros, que ya está muy choteado con las sagas juveniles y estos vampiros totalmente edulcorados o de poster, a mí lo que me interesa de Mar Negro es hablar de las supersticiones por ejemplo, porque creo que la literatura de terror no debe hablar de terrores actuales sino de terrores eternos; si voy a hablar de vampiros, lo que me interesa es lo que hay detrás del mito de vampiro que es la superstición y eso es tan antiguo como el hombre, yo soy un hombre supersticioso. El vampiro representa un temor que viene de ritos completos para evitar que los muertos se levantaran y chuparan la sangre de los vivos. Ese mito tan poderoso es lo que me interesa, no otras interpretaciones más actuales.

Si voy a hablar de muñecas embrujadas debo partir de una serie de convenciones pero la historia del protagonista es lo interesante, sus traumas y su historia, y es ahí en donde puedo meter mi propio sello (aquí, en concreto, el relato dentro del relato).

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Las criaturas son apenas el punto de partida, el autor nos habla sobre el cuento “La noche de Tlatelolco: luego de la matanza, uno de los estudiantes caídos, vuelve a este mundo para desatar una pandemia zombi.

El cuento del 68 (“La otra noche de Tlatelolco”) es una idea antigua en mi cabeza. Es muy interesante cómo ciertas ideas pueden ejecutarse más rápido y hay ciertas historias que necesitan de más tiempo para desarrollarse y poder plasmarlas en la página.

Hace años, se me había ocurrido algo tipo La liga extraordinaria de Alan Moore pero con el Santo, Zobek, Blue Demon y otros héroes que iban a combatir a los zombis que se generaban en la matanza de Tlatelolco, que además se perpetuó sobre ruinas prehispánicas y pues el poder mágico de la sangre y el pasado precolombino eran otras de mis obsesiones. 

Pensé que podía ser una novela gráfica incluso, pero pues nada, no pasó, quedó eso latente, pero me gustaba mucho la idea de presentar a los estudiantes que, al ser masacrados y con el poder de la sangre y de las ruinas, podían revivir como zombis para cobrar venganza; era una ucronía se trataba de pensar en este hecho histórico y darle otro giro, creando una Historia paralela. Me encantaba pensar que esa terrible masacre y la manera tan injusta como fueron cortadas esas vidas pudieran vengarse gracias a los zombis. Es un hecho obscenamente impune y me gustaba tener, en la ficción, la posibilidad de la venganza, así que se desata una epidemia de zombis.

Me gustó el reto de abordar el cliché del zombi. Además, me parece clave de este relato que yo soy generación post 68, no crecí como generaciones anteriores a la mía que sí vivieron esa represión, eso los ha marcado y ha marcado su literatura y los obsesiona de manera muy lógica; soy una generación apolítica creo que eso es cierto, no tenemos una figura totémica tampoco como unos tenían a Octavio Paz y antes a Alfonso Reyes, mi generación se liga más a lo Pop y sin embargo es una tema que, aunque no hayas crecido con él, te cautiva por todo lo que ya sabemos; muchos escritores debe sentir la tentación de abordar el tema como cualquier otro por eso es un reto hablar de zombis y el 68.

Un coleccionista de muñecas poseídas: la historia dentro de la historia. Bernardo Esquinca nos habla de “Sueña Conmigo”, en donde el protagonista es un coleccionista de muñecas embrujadas y cuya historia se desarrolla a la par de los expedientes de algunas de las muñecas que conforman su colección.

Mira, este cuento en particular (“Sueña Conmigo”), me gusta, no en el sentido de que me parezca bueno, sino que le tengo cariño porque la idea surgió de un recorte del periódico Universal, una nota que hablaba de muñecas embrujadas que son ubicables en colecciones. En una de esas historias, se contaba que la muñeca, en las noches, le decía a su dueño “muere conmigo” y no sé si no me acordé de la frase exacta pero lo dejé como sueña conmigo que me recordaba además eso de “In dreams I walk with you” en Blue Velvet de Lynch, la canción la canta un ente maligno y se me hace una idea muy poderosa.

También el cuento se prestó para abordar la figura del coleccionista, se me hace un obseso y yo soy una persona de obsesiones. Me interesa explorarlo porque no colecciono nada. Y esto que creo que es un sello de mi literatura –meter cuentos en otras historias–, me dejó contar la historia de este coleccionista y, a la vez, contar las otras historias de algunas de sus muñecas y me gustó como artefacto narrativo.

Me puse a investigar de muñecas antiguas, hice mi pequeña investigación que también me dio el tono, entonces lo disfruté mucho, sobre todo el proceso de las cajas chinas o muñecas rusas fue muy gozoso. De lo que no tenía idea era de que el último relato sería la resolución de la historia del coleccionista así que así le di la vuelta al cliché (incluso la tipografía de los relatos son diferentes, una tipografía como de cuento infantil).

Un cuento de amarres: el autor nos habla de una historia cruel sobre una mujer que realiza un amarre para que su amado esté siempre con ella. Las consecuencias dejan al lector con un peculiar sabor de boca que está entre lo cómico y lo trágico. 

Me gusta cómo lo defines porque de entrada, creo que es el cuento más cruel que he escrito, es muy cruel lo que le pasa a la protagonista pero tiene este final como grotesco y eso está muy relacionado con lo cómico: para enfrentar estos horrores hace falta quitarles la solemnidad, así que ella queda condenada a una cuestión que puede ser como ridícula.

Me da mucho miedo la idea de los amarres, más allá de si crees o no que se puedan ejecutar esos hechizos en la vida real, lo perturbador es pensar que hay personas que quieren obligar a su objeto del deseo a estar con ellos aunque la persona no lo quiera, eso me parece algo muy denso, un terror muy cabrón, que alguien te quiera tener como zombi aunque no te guste esa persona. ¿Qué nos dice eso del ser humano o de las muchas personas que acuden a lo de los amarres? Esa es la idea principal detrás de este relato y al final termina como la ejecución de esta idea de que a la protagonista le cuesta llevar a cabo el ritual.

La clave de la literatura de terror, aunque hable de cosas imposibles o fantásticas, como los amarres, es que termina hablando de cosas reales y finalmente es esta búsqueda amorosa, a veces fracasada, que acá está bajo el tamiz del zombi, lo que nos sirve para hablar de la vida de todos los días.

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El tema de la Ciudad de México como el monstruo que nadie puede domar.

Es una exploración que me gusta mucho y que alcanza su clima en este libro: el pasado de la Ciudad y cómo sigue afectando el presente, cómo nos influye y que todo lo que ocupó un lugar, nunca termina de irse.

Las presencias arquitectónicas o fantasmales, estas energías que están ahí y que de algún modo desatan su influjo sobre nosotros. Ciertamente esto (también en mis novelas) se ha ido construyendo como un discurso de cómo veo la ciudad a través de la reinvención de lo fantástico, pero creo que, lo más relevante, es que que ya no soy incapaz de verlo de otra manera, yo ya no puedo ver a la Ciudad de México y al Centro Histórico de otra manera, sino a través del tamiz de lo siniestro, de la presencia del pasado, ya soy incapaz de interpretarla de otro modo, no puedo, me gusta verla así, me gusta tener esa mirada porque además sé que la comparten otras personas, les gusta que, finalmente, la ficción de lo extraño  nos cause un asombro que deberíamos sentir más seguido.

Conspiraciones y el hombre en la luna: el autor nos habla de uno de sus cuentos más personales, la historia de un esquizofrénico que se comunica telepáticamente con Neil Amstrong y descubre una horrible conspiración. 

Mira, ese cuento (“Mar de la tranquilidad, océano de las tormentas”), también está entre mis preferidos, no porque me parezca bueno sino porque toca una parte muy íntima de mi familia, tengo un primo que es esquizofrénico y ese primo dice que se comunica vía telepática con Neil Amstrong; más allá del drama que significa una persona enferma en la familia, se me hizo una cosa alucinante, además, a este primo tenía muchos años sin verlo, vive en su casa, no sale, pero eso me lo contó un hermano que sí convivió mucho con él.

Eso me llevó a leer un libro maravilloso que se llama Lunáticos de un periodista que se da a la tarea de entrevistar a los doce astronautas que pisaron la luna, sólo los que la pisaron porque no todos los que fueron la pisaron. Según lo que analiza este hombre, todos tienen un aura trágica, me pareció un tema delirante: conectar esta idea de la enfermedad mental, los secretos en las familias y el alunizaje.

Más allá de revelar el behind the scenes del cuento creo que sirve para ejemplificar cómo funciona mi cabeza y cómo distintas ideas se conjugan: esa cosa tan concreta y personal con mis lecturas de los hombres que pisaron la luna, estas entrevistas con los astronautas, más mi propio alucine de inventarme una conspiración cósmica, por eso es de mis favoritos, es muy personal.

Literatura de terror mexicana del siglo XXI: ¿qué hace falta?

Está cambiando el panorama, es muy cierto lo que dices, ha habido un prejuicio en general hacia los mal llamados subgéneros. Creo que sólo hay literatura buena o mala pero de los mal llamados  subgéneros (el policiaco, ciencia ficción, fantástico y terror) como bien dice Bef, el terror es el patito feo.

En México concretamente hay mucho prejuicio hacia los géneros fantásticos porque, al parecer, la academia o la critica, piensan que es literatura chafa; grandes autores como puedes ver en Ciudad Fantasma han abordado el género y lo han hecho al máximo nivel.

Es un camino muy largo de derrumbar, lo bueno es que las nuevas generaciones de escritores no tienen prejuicios y se lanzan al género. Tiene salud la literatura fantástica, está Chimal, está Bernardo Fernández y además hay un público ávido de esta literatura con el toque mexicano, si bien es cierto que nos llega mucho desde hace años desde el ámbito anglosajón, la gente también quiere leer cómo interpretan los autores mexicanos la literatura fantástica; afortunadamente empieza a haber un cambio porque las editoriales se están dando cuenta de que hay un público y esto vende así que se están poniendo las pilas

Independientemente de los críticos o la academia, la gente consume esta literatura. Tan es así que podemos ver el ejemplo de la editorial Porrúa, que es una editorial clásica, de grandes clásicos quiero decir, muy digna y que ha hecho una labor muy importante. Esta editorial ya se dio cuenta de este cambio y tiene su colección de zombis, una de vampiros y una edición perfectamente anotada de cuentos de Lovecraft. Tú ves las notas y están muy bien hechas. Almadía desde hace tiempo se abrió a esto… hay lectores, saben lo que les gusta y quieren consumir lo que les gusta.

Viene lo mejor, porque escritores hay, lo están haciendo bien y los editores también, incluso hay una revista digital como Penumbria, dedicada al género fantástico. 

¿Por dónde empezar a leer a Bernardo Esquinca?

Tal vez, si alguien quisiera leerme por primera vez, le diría que empezara por Los niños de paja porque es un libro más corto y en el que está mi génesis como escritor, en concreto como cuentista de terror, y ya después pueden pasar a Demonia y llegar a las historias que me gustaría creer que son más maduras, las de Mar Negro. Finalmente, podrían pasar a las novelas.

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Ya pueden comprar el libro de Bernardo Esquinca en librerías.

Pueden además leer un adelanto aquí.

Por Luis Miguel Albarrán @Perturbator

No olviden además acudir a la presentación del libro que se hará el 21 de octubre en el Péndulo de la Roma.

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***Las fotos son de MórbidoFest y Conaculta

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Fundé Sopitas como hobby y terminó siendo el trabajo de mis sueños. Emprendedor, amante de la música, los deportes, la comida y tecnología. También comparto rolas, noticias y chisma en programas...

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