Este viernes en la noche murió una de las figuras más importantes de la historia del siglo XX, Fidel Castro. Querido por muchos, odiado por otros tantos, Castro representó, por muchas razones, un parteaguas tanto en Latinoamérica como el mundo entero.
La Cuba comunista, a tan sólo 150 kilómetros de Estados Unidos, fue la primera línea de combate entre los dos grandes poderes, Estados Unidos y la Unión Soviética (URSS), y fue también la promesa de un mundo distinto al dominante: la idea de que la sociedad podía ser igualitaria y que, como dijera Marx, “de cada cual según sus capacidades, a cada cual según sus necesidades”.
Pero, al mismo tiempo, con Castro vino también el lado oscuro: la represión brutal a la disidencia, la falta de derechos y una economía muy frágil que depende en exclusiva de la ayuda de otros países.
Hablemos un poco, entonces, sobre quién fue Fidel Castro.
Cuba antes de Castro
Fidel Castro nació en 1926. Hijo del migrante español Ángel Castro y de su empleada doméstica Lina Ruz, Castro creció como parte de una familia adinerada en la provincia de Holguín, en ese entonces conocida como Oriente. Fue educado en las mejores escuelas de Cuba, y estudió derecho en la Universidad de la Habana. Al ingresar a la universidad se involucró en movimientos políticos, y de hecho fue candidato a diputado por el Partido Ortodoxo años después.
Sin embargo, el general Fulgencio Batista, candidato a presidente por el Partido de la Acción Unida, dio un golpe de Estado a tres meses de la elección. Al tomar el poder Batista, Castro se opuso. Primero por la vía legal y después por la vía armada. El 26 de julio de 1953, Castro y otras 165 personas intentaron tomar por la fuerza el Cuartel Moncada en la ciudad de Santiago. El ataque fue un desastre y Castro fue detenido, para luego ser sentenciado a 15 años de cárcel.
De esos 15 cumplió menos de dos en la cárcel; Batista lo liberó al considerar que no representaba ningún peligro para su dictadura, que se había legitimado a través de una elección presidencial ese mismo año –en la que no compitió nadie más– y con el apoyo del gobierno de Estados Unidos, en ese entonces encabezado por el también general Dwight Eisenhower.
Bajo Batista a Cuba se le consideraba “el patio trasero de Estados Unidos”. Era común ver a estrellas de cine, cantantes y mafiosos en los burdeles cubanos; “Lucky” Luciano y Al Capone, entre otros, pasaban largas temporadas en los casinos de la isla. Al mismo tiempo, el gobierno de Batista silenciaba a todo opositor. Políticos como John F. Kennedy, después presidente de Estados Unidos, acusaron públicamente a Batista de asesinar a los disidentes.
México
Al ser liberado, Castro viajó a la Ciudad de México, donde conoció a Ernesto “Che” Guevara. Fue en la Colonia Tabacalera donde ambos personajes se hicieron amigos. Castro vivía entonces en la calle de Kepler, en la Colonia Anzures. ¿Por qué vino aquí? Como dijera el propio Castro años más tarde: “¿A qué otro lugar podíamos ir? ¿Al Santo Domingo de Trujillo? ¿A la Venezuela de Pérez Jiménez? ¿A la Nicaragua de Somoza? ¿A la Guatemala de Castillo Armas? ¿A una colonia inglesa? México parecía algo nuestro, de los cubanos”.
El México priista tenía un largo historial de recibir a refugiados políticos, empezando por los exiliados españoles décadas atrás. Castro sabía que aquí no sería perseguido, a diferencia de otros lugares donde los gobiernos de derecha y las dictaduras, como la República Dominicana, los detendrían tan sólo poner un pie en el país.
Su estadía fue corta. Un año después viajó de regreso a Cuba en el famoso “Granma”, una lancha que compró a un estadounidense y que zarpó de Tuxpan, Veracruz con un solo motivo: derrocar a Batista. La pequeña lancha, que todavía se puede ver en La Habana, llevaba a 81 guerrilleros.
Granma sería el nombre que después se le dio al diario oficial –y único periódico– de Cuba.
La Revolución
Tres años duró la batalla por Cuba. Batista, contrario a lo que se esperaba, resistió poco ante un grupo tan pequeño. Para enero de 1959, había huido de la capital. Una guerrilla que había iniciado con menos de 100 soldados había derrocado a un general.
Al tomar el poder, poco se sabía sobre qué sucedería con el nuevo gobierno. Castro, que durante la universidad había tenido reuniones con comunistas, nunca se había unido al partido. Cuando el periodista Herbert Matthews, de The New York Times lo entrevistó meses antes mientras se refugiaba en la montaña, no había ninguna señal de que su gobierno se convertiría en lo que fue. De hecho, Castro dijo en ese entonces que de su parte no había ningún odio hacia Estados Unidos y que el gobierno de Eisenhower no tendría por qué temerle.
No obstante, las cosas cambiaron al poco tiempo. Cuando la crítica comenzó dentro del propio gobierno, Castro la silenció, tal y como había hecho Batista. Entre otras cosas, echó al gobernador del Banco Nacional de Cuba por quejarse de que después del golpe no se había restaurado la democracia en el país, tal y como Castro había prometido en la entrevista con Matthews y en otras declaraciones. En su lugar puso a Guevara, que sabía poco y nada de esos temas. Asimismo, Camilo Cienfuegos, quien jugara una parte fundamental en la revolución, murió en un accidente aéreo que hasta ahora sigue generando dudas.
Los años posteriores
Con el paso del tiempo la política de Castro se fue alineando con la de la Unión Soviética, que, a cambio de azúcar, la principal materia de exportación cubana, y presencia territorial en la isla, daba combustible y dinero al gobierno. Las relaciones con Estados Unidos se deterioraron rápidamente, debido no sólo al acercamiento cubano con la URSS, sino porque Estados Unidos recibió a los cubanos que huyeron del país una vez que Castro se hizo del poder. Muchos de ellos llegaron a Nueva Jersey, pero la mayoría se asentó en Miami. Es desde esa ciudad que la CIA organizó a un grupo de contrarrevolucionarios para que regresaran a Cuba y derrocaran a Castro. La invasión, quizás la peor planeada en la historia de Estados Unidos, culminó en un fracaso conocido como “Bahía de Cochinos”, donde el gobierno cubano arrestó a más de 1,200 personas tan sólo desembarcar en la isla.
El distanciamiento entre Estados Unidos y Cuba llevó a que el presidente Eisenhower y su sucesor John F. Kennedy tomaran una línea muy dura con el gobierno de Castro: el famoso embargo que sigue en pie hasta hoy en día. El embargo inició porque Castro nacionalizó las refinerías estadounidenses sin compensar a las compañías, e incluyó la prohibición de envío de cualquier bien salvo comida o medicinas. Acá se puede leer el documento original.
Luego, en 1963, Cuba fue el epicentro de la tensión entre ambas potencias: los llamados 13 días en los que casi se desata la Guerra Nuclear entre Estados Unidos y la URSS. (Aunque la película se narra desde la visión estadounidense, 13 días con Kevin Costner explica muy bien el conflicto.)
Terminada la crisis, las relaciones entre Cuba y Estados Unidos se mantuvieron tensas. En 1980, tras presión internacional, el gobierno de Castro permitió que los cubanos que pudieran salir de la isla lo hicieran en el llamado “Éxodo del Mariel”. 125,000 cubanos se fueron hacia Estados Unidos en ese entonces.
Con la desaparición de la Unión Soviética a principios de los 90 el gobierno de Castro pasó uno de sus peores momentos: hambruna y pobreza al no tener alguien que inyectara dinero a la economía. Fue hasta que Hugo Chávez asumió la presidencia en Venezuela que el país se recuperó: Chávez, que veía en Castro un modelo a emular, regularmente enviaba dinero y petróleo a la isla, lo que reactivó la economía cubana durante unos años. Pero con la crisis venezolana también vino la cubana. Entonces Fidel y su hermano Raúl voltearon a Estados Unidos para intentar reanudar relaciones entre los países.
Grandes logros
A pesar de los múltiples problemas de Cuba –que cubriremos en el siguiente apartado–, bajo Fidel Castro el país presumió dos cosas por sobre todas las demás: un nivel de educación superior al de gran parte del mundo. Para 2015, según datos del Banco Mundial, la tasa de analfabetismo en la isla es de cero.
Al mismo tiempo, Cuba dispone de uno de los mejores de sistemas de salud del planeta. En tiempos de crisis internacionales –como el terremoto en Haití en 2010, o el ébola hace dos años en África–, el gobierno cubano es de los primeros en enviar ayuda y médicos. De hecho ha exportado a más de 50,000 doctores y enfermeras que trabajan en 60 países.
Grandes fracasos
Pero Cuba dista de ser un paraíso. Pocos pueden alzar la voz. El internet es sumamente limitado, y opositores como Yoani Sánchez se las tienen que ingeniar para comunicarse con el mundo exterior. (En esta liga se puede ver cómo le hace para tuitear, por ejemplo.) Los homosexuales en la Cuba castrista siempre fueron castigados. El escritor Reinaldo Arenas lo narra muy bien en su libro Antes que anochezca, que después se hizo película con Javier Bardem en el papel de Arenas.
Y poder emigrar es casi imposible. Los cientos de cubanos que intentan llegar a Estados Unidos lo hacen evitando huracanes y mares complicados, y lo hacen en lanchas hechizas. Sólo si logran poner pie en el país, bajo la política de “Pies secos, pies mojados”, se pueden quedar. De lo contrario la Guardia Costera los envía de regreso a Cuba, donde son castigados por el gobierno.
Uno de los casos más notorios ha sido el de Yasiel Puig, hoy jardinero central de los Dodgers, quien terminó en Isla Mujeres secuestrado por los Zetas en 2012.
La verdad me dio flojera leer todo lo anterior y sólo quiero saber si Castro fue bueno o malo
Ni una ni la otra. Castro se eternizó en el poder y silenció a sus disidentes. Mucha gente huyó y mucha gente que se opuso fue reprimida. Pero, al mismo tiempo, con los recursos limitados que tuvo, intentó ayudar a la población del país y lo consiguió en materias tan importantes como educación y salud.
Podemos decir, entonces, que Fidel Castro fue un personaje de claroscuros. Un dictador pero también un revolucionario.
Hace 53 años, tras ser detenido por el gobierno de Batista, declaró: “la historia me absolverá”. Ahora que ha muerto, es aún más difícil saber si tenía razón o no.
Esteban Illades
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