En total silencio, con un funeral privado y a puerta cerrada, el presidente de Cuba, Raúl Castro, sepultó los restos de su hermano Fidel en un mausoleo construido con una gigantesca piedra redonda, originaria de la Sierra Maestra, lugar en donde se formó la guerrilla que provocaría la revolución cubana de 1959.
 
De esta forma, Cuba culmina con los nueve días de luto nacional, decretados tras confirmarse la muerte de Fidel; una de las figuras más emblemáticas en la historia de la isla.
 
Curiosamente, en Cuba no existen estatuas de Fidel Castro, tampoco escuelas, calles o edificios que lleven su nombre. Su rostro tampoco aparece en billetes, monedas o estampillas postales, lo cual es hasta cierto punto anormal en los protocolos que se suelen adoptar para recordar a aquellas personalidades que han sido clave en la historia de los países.
 
En México, por ejemplo, existen los estados de Hidalgo, Guerrero o Morelos.  Ni qué decir de las calles, colonias o monumentos en honor a figuras como Venustiano Carranza, Emiliano Zapata o Lázaro Cárdenas…o bueno, hasta el famoso rancho al que todos queremos mandar a varios políticos… sí, a la chingada.
 
Pero ¿por qué Cuba no creará un monumento en honor a Fidel?
 
De acuerdo con su hermano Raúl, esta prohibición obedece a los deseos del histórico líder de la revolución cubana: “El líder de la revolución rechazaba cualquier manifestación de culto a la personalidad y fue consecuente con esa actitud hasta las últimas horas de su vida, insistiendo en que una vez fallecido su nombre y su figura nunca fueran utilizados para denominar instituciones, plazas, parques, avenidas, calles u otros sitios públicos; ni erigir en su memoria monumentos, bustos, estatuas y otras formas similares de tributo”, declaró el presidente cubano.
 
De hecho, este deseo de Fidel no es tan sorpresivo. Diversos historiadores aseguran que Castro prohibió los monumentos en su honor a tan sólo unas semanas de haber triunfado en la revolución cubana con el derrocamiento del dictador Fulgencio Batista en 1959. Cuando el escultor Enzo Gallo Chiapardi erigió un busto de mármol en honor al comandante, Fidel montó en cólera e inmediatamente ordenó destruirla. Durante su gobierno criticó la idolatría impulsada por otros líderes comunistas como Mao Tse-tung, Josef Stalin o la familia Kim en Corea del Norte, para la que acuñó la frase de: “No existe culto a ninguna personalidad revolucionaria viva. Los que dirigen son hombres y no dioses”.

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