Siempre se clama por la falta de originalidad de las bandas. En algunos casos más y en otros menos, no faltan los paladines de la crítica que con la mano en la cintura descalifican los quehaceres musicales de bandas y solistas a diestra y siniestra. Sin embargo, habría que reflexionar: ¿no será que ya hemos alcanzado el punto máximo de variaciones y combinaciones que nos permite el espectro musical, mismo que además es limitado y finito?
No hace mucho hubo bastantes comentarios sobre cómo la exitosa canción de Pharrell y Robin Thicke, “Blurred Lines” era una copia descarada de “Got to Give It Up”, clásica de Marvin Gaye, misma que incluso llevará a la corte a ambos músicos quienes deben indemnizar a la familia de Gaye por 7.4 millones de dólares por violación a los derechos de autor.
Led Zeppelin han sido acusados como los más grandes ladrones de canciones de todos los tiempos, pues muchos de sus temas los han tomado de viejas canciones de Blues y Folk o en algunos casos las han “arreglado” para hacerlas suyas.
Tampoco podemos olvidar el caso más famoso de plagio pues lo cometió un Beatle, George Harrison, pues la canción más exitosa de su carrera solista “My Sweet Lord”, era idéntica a “He’s So Fine”, éxito del grupo vocal The Chiffons compuesto por Ronald Mack. La corte determinó que Harrison era culpable de “plagio inconsciente” y debió indemnizar a sus autores. Harrison dijo al final del juicio “no sabía que ellos eran dueños de esas tres notas y su secuencia”.
Harrison toca un punto importante del asunto: las notas utilizadas en una canción, y su secuencia, es decir, la forma en que están acomodadas para formar la misma.
De entrada la originalidad muchas veces es sinónimo de diferencia, de algo único, de variantes, de crear algo que no se parezca a otra cosa.
En el caso de las canciones arriba mencionadas, en ambas encontramos que usan las mismas notas, las cuales se repiten exactamente de la misma manera durante la misma medida de tiempo. En ambos casos es muy probable que tanto Harrison como Robin Thicke y Pharrell, estuvieran al tanto de la existencia de los temas de Gaye y The Chiffons, pues ambas fueron grandes éxitos que llegaron a las listas de popularidad. Así que si se tratara de alguna canción oscura o poco conocida, una acusación por plagio sería más difícil de sostener.
La corte acorte acusaba a Harrison específicamente por tres notas (Sol, Mi y Re) las cuales forman la estructura básica de las canciones en cuestión y que, con toda validez, todos los músicos pueden hacer variaciones sobre dichas notas (ejemplos hay desde Buddy Holly hasta los Ramones), pero (aquí viene el pero fundamental) prácticamente estaríamos hablando de la misma esencia.
Si esas tres notas las tomamos como si fueran la “huella digital” de una canción y en consecuencia no debería haber más similares a ella, entonces ¿cuántas canciones originales/únicas podría haber? El razonamiento de la corte en el caso de Harrison es que sólo el uso de las mismas notas/tonos importaba, no su ritmo ni la secuencia en la que estuvieran acomodadas.
Si consideramos que el espectro musical universal sólo considera la ridícula cantidad de siete notas musicales (Do-Re-Mi-Fa-Sol-La-Si), ¿cuántas combinaciones se podrían hacer con ellas?
Matemáticamente hablando, las combinaciones que se podrían hacer de canciones basadas en tres notas de las siete básicas son sólo 343. Un número risible si tomamos en cuenta la cantidad de canciones y artistas que han ofrecido esta variante a lo largo de 60 años de historia del Rock. Aún si fueran 10 notas básicas, sólo podríamos obtener mil combinaciones de ellas.
Desde luego, nuestros amigos musicólogos ya deben estar colgados de la lámpara y rasgándose las partituras, proclamando a los cuatro vientos que no sólo existen siete notas musicales. Al igual que ocurre con los colores, tampoco existen sólo siete de ellos, hay muchos más por las diferentes combinaciones de ellos. Las vibraciones de la luz ofrecen una amplia gama de tonalidades, al igual que las vibraciones sonoras ofrecen más que sólo esas siete notas, las cuales tienen variantes como sostenidos, bemoles, aumentos, mayores, menores y ya no hablemos de los microtonos o el llamado Sonido 13 descubierto por el compositor, científico y teórico mexicano Julian Carrillo. Es por mera simpleza que la música se ha dividido en esos siete bloques musicales llamados notas.
En algunos casos, la música se agrupa en escalas, una secuencia de notas que en el mundo occidental llega como regularmente a 12 notas por escala. Combinar esas 12 notas de manera diferente (que no sean similares o idénticas entre ellas) nos arroja un número de 1728 combinaciones posibles.
En todos los casos de plagio, la corte no toma en cuenta el ritmo de los temas, pues no lo consideran importante. Creemos que debería ser esencial tomar en cuenta que una nota puede tener una duración determinada, lo cual se mide en compases (o beats). Pueden ser cuatro compases, dos beats, cuartos de compás, octavos, dieciseisavos, treintaidosavos, etc. Recurrentemente hay seis tiempos/compases/beats que se utilizan en la gran mayoría de las canciones sobre las siete multimencionadas notas.
Esta nueva cantidad nos ofrece la ínfima combinación de 1342 “ritmos” diferentes entre sí, que a su vez repartidos entre las siete notas musicales, tenemos que básicamente existirían 74,088 variedades de canciones. Si tomáramos como medida 16 beats o ritmos para esas siete notas básicas, tendríamos una sustanciosa y jugosa combinación 30 trillones.
El ritmo no se toma en cuenta en los juicios de derechos de autor porque básicamente el promedio de la gente no podría distinguir un compás de 4/4 de un dieciseisavo o un treintaidosavo, la información más inmediata que llega a sus oídos son los tonos de las notas. La visión reduccionista de los abogados, jueces y críticos (que mucho dudamos sean músicos o al menos estudiosos de la materia) asume que esencialmente todas las canciones tienen una medida de 4/4 de tiempo, o sea 4 golpes/beats en una medida de tiempo, lo cual significaría que no sería posible tener cuatro notas en una sola medida musical, lo cual no es del todo cierto.
Así que regresando a las siete notas musicales, sin variantes de tiempo, como meros tonos musicales, sólo hay 343 canciones posibles que no se parezcan entre sí. Pedir originalidad literalmente es una tarea imposible, hay sólo 343 posibilidades que seguramente fueron agotadas hace mucho tiempo. Todas las canciones que sobrepasen esta combinación serán subvariantes de las mismas. Esencialmente cualquier canción terminará sonando como una que ya existe en todos los ámbitos y géneros musicales. Y desde luego, los juicios por plagio (consciente o no) seguirán existiendo pues también son parte de un negocio muy lucrativo.
Una cosa es cierta, a pesar de que sólo existen siete notas musicales, la humanidad no ha sufrido por falta de música, es un recurso natural que se sigue y seguirá renovando, sea de forma original y única o no.