Por Roberto Vélez Grajales

En un texto anteriordiscutí sobre el efecto diferenciado que tienen el crecimiento económico y la desigualdad sobre las opciones de movilidad social ascendente, en términos absolutos, de la población. En particular, en esa oportunidad sugerí que para lograr una mayor movilidad ascendente, es decir, que una mayor proporción de la población logre niveles de bienestar más altos que sus padres, el crecimiento económico no es suficiente si el mismo no va acompañado de una reducción en la desigualdad observada. En ese sentido, la composición de la desigualdad importa, siendo uno de sus componentes, la desigualdad de oportunidad, la que afecta de manera significativa las opciones de la movilidad social. A diferencia de ese artículo, ahora propongo una argumentación distinta, donde la desigualdad de oportunidad, misma que está altamente correlacionada con los resultados de movilidad social de una sociedad, resulta en un potencial determinante del crecimiento económico.

Como algunos me han mencionado, el hecho de que el crecimiento económico no resulte condición suficiente para lograr el tipo de movilidad social mencionado en el párrafo anterior, no quita que sea necesario. Esto es cierto y se comprende en un caso extremo: la igualdad perfecta en un contexto donde no hay nada que repartir no tiene sentido. Reconozco, además, que, en un contexto como el actual, establecer un objetivo de movilidad social tiene pocas probabilidades de éxito si los tomadores de decisión no observan una ganancia, digamos, convencional como sí lo es el crecimiento económico.

Así que hagamos eso, démosle la vuelta al problema y establezcamos como objetivo el crecimiento económico, que ha sido bajo, en un contexto que presenta alta desigualdad de resultados y baja movilidad social. ¿Qué influencia tiene la desigualdad y la baja movilidad social sobre el crecimiento económico? Se puede argumentar en varios sentidos, tanto positivos como negativos, y, por tanto, al final de lo que se trata es de conocer el efecto neto de estas fuerzas. En este corto espacio concentraré mi esfuerzo, nuevamente, en argumentar en torno al rol que puede jugar al componente de la desigualdad referente a la desigualdad de oportunidades.

Si las circunstancias fuera de control de las personas (la posición social de origen, el sexo, la etnia a la que se pertenece, entre otras) resultan determinantes de sus logros de vida, entonces se dice que la desigualdad de oportunidad es alta y juega un rol clave en dichos logros. En ese sentido, el esfuerzo de las personas pasa a segundo término, siendo la desigualdad de resultados un reflejo de la persistencia del statu quo y no una consecuencia de condiciones sobre las que las personas sí tienen control y responsabilidad. Lo anterior puede llevar a situaciones de alta desigualdad que, por la manera en que se construyen, se constituyen en una limitación al crecimiento económico: los recursos humanos no se utilizan de la mejor manera posible, hay desperdicio de los mismos y, por lo tanto, las pérdidas de eficiencia se convierten en un lastre. En resumen, un contexto de alta desigualdad de oportunidad deriva en una baja movilidad social, misma que tiene un efecto negativo sobre la dinámica de crecimiento económico. Hay que reconocer, sin embargo, que la evidencia empírica sobre dicha causalidad se encuentra en una etapa más que incipiente. Aquí se encuentra un trabajo que en parte apoya este argumento, y aquí otro que no es concluyente.

Uno no se esperaría que una gran mayoría de los ciudadanos se oponga a la idea de que sus hijos alcancen logros mayores a los suyos. Sin embargo, el problema radica en el hecho de que algunos no están dispuestos a cambiar las reglas del juego establecidas y, por lo tanto, no necesariamente la gran mayoría puede lograr un mejor futuro para sus hijos. Sin embargo, si reconocemos que las reglas del juego establecidas, mismas que se reflejan en bajas tasas de movilidad social, tienen efectos negativos sobre la dinámica de crecimiento económico, entonces es posible que comencemos a tomar en serio la necesidad de reducir la desigualdad de oportunidad.

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Roberto Vélez Grajales es Director de Movilidad Social del CEEY.

Twitter: @robertovelezg

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