El próximo marzo se cumplirán dos años de la llegada oficial del COVID-19 a México y consideramos que vale la pena reflexionar en torno a cómo nos hemos comportado frente a esta pandemia. Ya hemos hablado de las afectaciones que nos ha dejado en lo económico, social y por supuesto, lo mental. Pero esta vez proponemos hacer un balance en torno a la culpa, la moral, la ética, la vergüenza y las distintas formas en las que nos hemos juzgado unos a otros y a nosotros mismos.

¿Has sentido pena o vergüenza en decir que te contagiaste?, ¿culpa de pensar que has contagiado a otros?, ¿has sentido que tienes la verdad absoluta en torno al virus?, ¿te has enojado o frustrado por la forma en que los demás han actuado?, ¿has pensado que quienes se han contagiado es por irresponsables? Todo esto resulta normal ante una situación tan extrema y desconocida, porque nos hace frágiles ante el miedo y el miedo activa nuestro cerebro reptiliano que sólo nos protege, tanto de pensamientos como de reacciones.

Han sido tiempos difíciles, de aprendizajes, de pérdidas y de confrontación de todo tipo de posturas frente a su manejo, la vacunación, los tratamientos, las secuelas y el acceso a insumos y servicios médicos oportunos y de calidad. En términos médicos, los criterios también abren la posibilidad a posturas y visiones encontradas, divergentes y hasta contrarias, que han obligado a investigadores, académicos y periodistas del ramo científico a no dejar de actualizarse y arrojar nuevas líneas.

Foto: Michael Balam-Cuartoscuro.

Ninguna con la verdad absoluta, porque una de las grandes lecciones de esta pandemia es precisamente eso: nadie tiene la verdad absoluta sobre el virus, nadie sabe con exactitud lo que vendrá y nadie entiende las formas exactas de su nivel de contagio, su impacto en cada organismo y los porqués de casos tan complejos en personas aparentemente sanas o sin comorbilidades.

Desde el comportamiento social e individual,  los extremos han estado presentes todo el tiempo; nos hemos juzgado, criticado, hemos repartido culpas, hemos señalado a quienes piensan o han actuado diferente. Nos hemos enfrentado a nuestros temores y a convivir de más con nosotros mismos. Hemos politizado hasta el acceso a las vacunas, cuando se trata de un derecho humano.

En términos psicoemocionales y neuronales, este momento ha encrudecido lo que desde antes ya se trataba de una emergencia ignorada: la salud mental. Basta con revisar las cifras de depresión, consumo de sustancias, ansiedad, trastornos del sueño, violencia familiar o suicidios, todas a la alza durante los últimos años.

Foto: Cuartoscuro

A ello se suman las secuelas propias del virus ya identificadas como Síndrome post COVID-19, que en millones de casos han tenido un fuerte impacto en el sistema nervioso central y que se traducen en falta de concentración, atención y memoria, fatiga, disnea, alteraciones del sueño, ansiedad y depresión, así como una falta de energía que detona efectos en los estados de ánimo y las emociones, por mencionar algunas.

Es momento de pensar ahora en lo que estamos viviendo y lo que posiblemente será el reto más grande: el futuro de la humanidad, a partir de su comportamiento individual y colectivo, y de su salud mental. Posiblemente vendrán otras amenazas a la salud que podrán alterar nuevamente nuestra forma y estilo de vida, sin embargo, a pesar de lo complicado que ha sido, esta pandemia también nos deja enseñanzas.

Una de ellas, tal vez de las más importantes, es la reflexión que nos queda de nosotros mismos, de lo que valoramos o no, de la capacidad de resiliencia que podemos tener, de lo empáticos o no que podemos ser frente al dolor y crisis ajenos, de lo moralmente superiores que podemos sentirnos para juzgar a otros, de las carencias o virtudes en nosotros y alrededor, de lo que realmente nos importa en esta vida que puede ser tan frágil.

Proponemos entonces tratar de observar nuestro comportamiento más desde el interior y menos desde cómo la mente cree que los demás deben ser.

Sigamos reflexionando.


Mafer Olvera y Paola Palazón Seguel son creadoras de SIKI y Ser Mamá Hoy, plataformas de bienestar emocional y promoción de la salud mental.  Mafer es creadora del modelo Hospital de las Emociones, consultora en juventudes y salud mental,  y Paola es autora, emprendedora y creadora de proyectos de bienestar emocional y espiritual.

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