Este fin de semana culmina la “Jornada Nacional de Sana Distancia”, la principal estrategia de prevención implementada por el gobierno de México para evitar que la epidemia de COVID-19 se saliera de control.

68 días después, el mapa epidemiológico de nuestro país está pintado de rojo, con más de 80 mil casos confirmados y 9 mil personas que desgraciadamente han perdido la vida. Para dimensionar esta última cifra, imaginemos un Auditorio Nacional completamente lleno. Pues bueno, a eso equivale el número de muertes que en casi tres meses ha dejado la epidemia de coronavirus en nuestro país, más las que se acumulen…

Semáforo de Riesgo COVID
Captura de pantalla

Decir que “Vamos bien” o que la estrategia del gobierno “es un desastre” es simplificar la discusión a blancos o negros, y si algo nos ha dejado ver el COVID-19 es la complejidad que el virus representa para todos, misma complejidad la que me hace pensar que “regresar a la normalidad” es lo PEOR que podemos hacer en estos momentos.

Si lo analizamos con los números, veremos que tan sólo en las últimas dos semanas (del 15 al 29 de mayo) el número de casos confirmados paso de 45,032 a 81,400, es decir, se registraron más de 36 mil casos nuevos en este periodo, o un promedio de 2,597 casos confirmados por día. Este número –por alto que parezca– es meramente representativo, pues recordemos que los casos confirmados son aquellos a los que se les ha realizado una prueba que únicamente se practica a los pacientes que presenten síntomas de consideración.

Si comparamos el número de muertes, veremos también que las últimas dos semanas han sido brutales para nuestro país, pues de las 4,767 defunciones contabilizadas al 15 de mayo, hemos pasado a las 9,044 muertes. Para tener un mejor entendimiento de esto, recordemos que la primera muerte por coronavirus en México se confirmó el 18 de marzo, lo que quiere decir que transcurrieron 56 días (casi dos meses) para que llegáramos a las 4,200 defunciones (cifra registrada el 13 de mayo). Una cifra que se ha alcanzado en los últimos 14 días (del 15 al 29 de mayo) en los que se han contabilizado 4,277 nuevas muertes.

Por supuesto que no soy doctor, epidemiólogo, ni matemático para afirmar o desmentir que los números “eran esperados” o que todo “se salió de control”, pero parece contradictorio que las autoridades anuncien el regreso a la “nueva normalidad” justo en el momento en el que –según sus mismas cifras– vivimos el momento más álgido de la epidemia.

Y sí, lo han hecho explicando las fases, presentando el sistema de semaforización y los protocolos que se deberán seguir, pero al final del día, la comunicación que termina permeando en el grueso de la población es que “la cuarentena terminó” y eso lo hemos podido constatar en los últimos días, cuando las calles de la ciudad han comenzado a recobrar su comportamiento habitual.

Ahora bien, ¿hablé de la población? Sí, claro, ¡nosotros también somos responsables de esto! Durante los últimos tres meses hemos hablado y juzgado a Hugo López-Gatell como ‘responsable’ de la epidemia, pero nos hemos olvidado del papel que jugamos los ciudadanos, un papel que va más allá de cuestionar los números o los discursos políticos, sino que tiene que ver con nuestras acciones y lo que hacemos o dejamos de hacer, algo que parecería relativamente simple, pero que hoy más que nunca, tienen un impacto directo en la vida de las personas con las que convivimos directa o indirectamente.

Una de las frases que más he escuchado en las últimas semanas es el “Eramos felices y no lo sabíamos”, que más allá de la broma termina por causarme cierta indignación, pues la realidad es que NO éramos felices ¡y lo sabíamos! Nuestros problemas siguen siendo los mismos, sino es que se han agravado, y al tiempo en el que veo los mensajes en redes sociales que claman “libertad” que “termine el encierro” no puedo más que preguntarme, ¿a qué queremos salir?, o mejor dicho ¿a qué normalidad es a la que queremos regresar?

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Foto: Cuartoscuro

¿A la normalidad de salir a la calle y adquirir el virus sin darnos cuenta, para terminar aislados en nuestras casas –si bien nos va– o buscando un hospital con capacidad para atendernos, porque creímos que ya “estábamos de salida?

¿A la normalidad de ser portadores asintomáticos y contagiar a nuestros seres queridos y todas aquellas personas con las que tengamos contacto?

Por supuesto que TODOS tenemos necesidades, desde las más superficiales como cortarnos el pelo o “salir a tomar aire fresco” hasta aquellos que viven al día y tienen que salir (aún y cuando no quisieran) a buscar un sustento, y es precisamente por estos últimos por los que tendríamos que ser más solidarios, no ponerles en mayor riesgo del que ya se encuentran y sobre todo, ¡ayudar también a todos los trabajadores de la salud que han estado laborando a marchas forzadas los últimos dos meses para salvar vidas!

¿De verdad es más valioso ir a dar la vuelta, al gimnasio o una fiesta, que cuidarnos y cuidar a los demás? Por supuesto que hay millones de negocios que necesitan reactivarse, para solventar las pérdidas y generar empleos, pero entre más nos tardemos en “aplanar la curva”, más difícil será para todos.

El fin de la Jornada Nacional de Sana Distancia NO ES EL FIN DE LA EPIDEMIA sino una etapa de transición en la que tendremos que aprender a evaluar constantemente el nivel de riesgo, a mantener las medidas de higiene que hemos adoptado en los últimos meses y sobre todo a saber distinguir entre lo que es realmente esencial y lo que puede esperar.

El gobierno tiene una gran responsabilidad (cada quién tendrá una opinión sobre lo que ha hecho y cómo se ha hecho, esa es otra discusión), pero nosotros, tenemos una responsabilidad mayor para cuidarnos, cuidar a los que nos rodean y cuidar a los que nos cuidan (policías, trabajadores de la salud, etc.)

Los números son acumulativos y seguirán creciendo. Los políticos, seguirán siendo políticos, usando los números de la manera en la que mejor funcionen a sus discursos o a sus intereses. Y nosotros, los ciudadanos, no tenemos de otra más que aprender a ser mejores ciudadanos, menos egoístas y sobre todo más abiertos a saber que esto no se trata de “tener la razón” sino de poner nuestro granito de arena para que esto se pueda controlar de la mejor manera. Porque la nueva normalidad, también puede esperar.

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