“Ohhh, uno preparándose para el fin del mundo y resulta que siempre no”, es lo que seguro pensará uno que otro macizo “prepper” que ya tenía todo listo para, desde la comodidad de su refugio, disfrutar del encontronazo que llevan meses prometiendo norcoreanos y estadounidenses.
Y no es que no se vaya a dar… pero ahorita no.
Luego de que la semana pasada los malévolos y locochones Donald Trump y Kim Jong-un tuvieron un intenso intercambio de declaraciones, ayer las cosas comenzaron a calmarse… aparentemente. Dándole la razón a Trump – quien presumió al gobernador de Guam que sólo con palabras calmó al líder norcoreano – el buen Kim anunció que aplazará el casi cantado ataque a la diminuta isla estadounidense donde se aloja una importante base militar.
De acuerdo con fuentes norcoreanas citadas por Reforma, las fuerzas de aquel país esperarán a ver qué acciones ejecuta Estados Unidos y, a partir de ellas, decidirá si se deja ir (o no) con todo su rigor sobre la isla del Pacífico occidental. Claro, lo que Kim Jong-un espera es que Trump dé muestras de desistir de su planes de ataque, anunciados en días previos.
“De cara a desactivar la tensión y prevenir un peligroso conflicto militar en la península coreana, es necesario que EU se decante primero por una opción adecuada y lo demuestre con acciones”.
Según se tiene previsto, el próximo lunes las fuerzas estadounidenses tienen pensado realizar ejercicios militares, esto con miras a calcular de qué manera reaccionar ante una hipotética invasión de Corea del Norte a su tocayo del sur. Con lo dicho por el líder norcoreano, de hacerse esta acción calificada como “imprudente y extremadamente peligrosa”, la tensión en la región se avivaría.
Sobre estos avisos, el presidente de Corea del Sur, Moon Jae In, aseguró que su país tratará de evitar la guerra “a toda costa”: “Debemos resolver pacíficamente el problema nuclear norcoreano sin importar los baches que haya”.