Hoy que es 14 de febrero, admitámoslo, el amor aparece para algunos como ambrosía de dioses y para otros como amarga cicuta. Para estos últimos cínicos escribo. Bierce definió al cínico como: “Miserable cuya defectuosa vista le hace ver las cosas como son y no como debieran ser”. Hablemos pues de Amor pero no de su placentera experiencia sino de sus fatales consecuencias; borracho de amor es una expresión que se usa a la ligera pero explica muy bien por qué nos enamoramos. Uno se emborracha por cobarde, por la necesidad de aislar la mente de todo aquello que nos aplasta, por la simple razón de no vivir el mundo y su cruel realidad; por todo esto también nos enamoramos. Igual que la borrachera, el amor nos causa una terrible resaca.
Nada es para siempre dicen los que han sufrido y hasta las pirámides se van destruyendo, granito por granito, con el soplo tímido del aire. El amor también se acaba y sólo el engaño de la rutina nos hará creer lo contrario. Todos, por un momento, hemos sentido que somos uno con el otro de tal manera que cuando nos lo arrancan apenas nos quedan fuerzas de odiar. Sí, el odio no se contrapone al amor, es su consecuencia más natural.
Pero no se confunda querido lector, aquí no ensayo la apología de la tristeza del resentido, busco más bien, en una día tan misterioso, arrebatarle el monopolio de los sentimientos a lo cursi, y explorar otros, también naturales, también bellos en su singular dimensión; aquellos sentimientos que emergen cuando las expectativas mueren, cuando el hechizo del otro ha terminado. Muy pocos se han encargado de abrazar las consecuencias del amor, de caminar orgullosos por las ruinas luego del cataclismo de cupido.
La literatura nunca ha tenido miedo, tal vez por ello sea la mejor vía para abordar el tema, así que, aquí les presento cinco cuentos de amor que terminan muy mal.
“Bienvenido, Bob” de Juan Carlos Onneti
Onneti y el abismo son viejos conocidos, todo aquel que lo haya leído ya habrá visto a los ojos la belleza del infortunio. Onneti logró construir un universo en ruinas y sus personajes representan al héroe invertido, aquel que ha decidido transitar el horrible y honesto camino de la búsqueda de sí mismo, de su monstruo interno.
En “Bienvenido, Bob” Onneti nos recuerda qué cerca están el amor y el odio y que este último se puede convertir en cándida rutina, en la única superioridad del experto en tiempo y desamor.
Raymond Carver es un escritor norteamericano cuyos cuentos están marcados por un tortuoso viaje, el del matrimonio. Mucho intentó recuperarse Carver de sus relaciones terminadas pero terminó abandonándose en el dulce engaño del alcoholismo. Carver sabía que la embriaguez no nos hace olvidar el pasado pues no es el pasado lo que nos duele sino el futuro arrancado ayer. El alcohol entonces parece hacernos dejar de esperar lo que no llegará.
En “Intimidad”, Carver ensaya precisamente el futuro perdido a través de la catarsis del recuerdo. Sí, en “Intimidad” habla una de las criaturas más maquiavélicas: la ex esposa. La ex esposa tiene el poder del reproche porque ella sola conoce al que fue su hombre en las dimensiones más oscuras. Este cuento ilustra aquello en lo que se puede convertir el amor, un juego de poder cuya estrategia es la palabra.
Amparito ya había aparecido en nuestra selección de 10 cuentos perturbadores que no conocías. Dávila dedicó su obra en prosa a la literatura fantástica. Las mujeres de Amparo Dávila son personajes que proyectan muy bien la terrorífica policromía del sentimiento femenino. Dávila les prodigará momentos de horrible placer de la mano de la locura, la muerte y el doloroso amor.
Tina Reyes es una mujer sola que, como muchos, desearía tener a alguien a su lado con quien compartir su vida. Sin embargo, la cosa no es tan fácil; ¿se ha preguntado querido lector (si lo está) por qué está solo? “Tina Reyes” puede tener la respuesta a su dilema: puede que haya algo más terrorífico que la ominosa soledad, algo a lo que nos resistimos hasta la locura: compartir lo que somos con otro.
“El ruiseñor y la rosa” de Oscar Wilde
Oscar Wilde… la tragedia. No hay mucho que sirva de introducción a la prosa de Wilde, a su teatro, a sus lúcidos ensayos. Wilde siempre vivió fuera. Las fronteras de lo social, de la sexualidad, del lenguaje, le causaban risa al mordaz escritor. En él queda la lección de burlarse de lo indispensable y tomarse en serio lo rechazado.
“El ruiseñor y la rosa” es un cuento miles de veces antologado, un cuento de profunda, triste belleza. Aquí, Wilde construye una sublime fábula con un final devastador. El amor de los románticos terminó de morir en este cuento en donde Wilde nos dice que, a pesar de los esfuerzos mentales, del engaño de la esperanza, el amor sucumbe siempre a las hipócritas convenciones sociales.
“El amante de las tuberculosas” de Jean Lorrain
Jean Lorrain es uno de los malditos. Fiel representante de la prosa y la poesía decadente y simbolista. El fin de siglo francés le dio a la literatura sus más perturbadoras ensoñaciones. Necrofilia, ocultismo, locura, anarquía; el decadentismo siempre se empeñó en mostrar lo otro con el hermoso fin de asustar al burgués.
En este cuento, Lorrain propone otra forma de amor. El personaje principal, sí, sólo ama a las tuberculosas. Aquí confluyen Eros y Tanatos en el acto sexual, el placer de amar lo marchito, lo que está por terminarse. Al fin, es el amor la mejor forma de olvidar que estamos muriendo, su hechizo nos hace sentir eternos, pero siempre amamos a un ser que está muriendo, siempre estamos muriendo al amar.
En fin, aquí les dejo la definición de amor de Ambrose Bierce, que pueden encontrar en su Diccionario del Diablo. ¡Feliz día de San Valentín!
Amor, s. Insania temporaria curable mediante el matrimonio, o alejando al paciente de las influencias bajo las cuales ha contraído el mal. Esta enfermedad, como las caries y muchas otras, sólo se expande entre las razas civilizadas que viven en condiciones artificiales; las naciones bárbaras, que respiran el aire puro y comen alimentos sencillos, son inmunes a su devastación. A veces es fatal, aunque más frecuentemente para el médico que para el enfermo.