Sabemos que este es un tema espinoso, pero la repartición de Ivermectina en la Ciudad de México y su entrega a miles de chilangos con COVID es un asunto importantísimo que no debemos dejar pasar. Sobre todo —más allá de la política—, enfocarnos en las consideraciones éticas para todas las personas, convertidas en pacientes, que terminaron involucradas.
Es por eso que queríamos hablar un poco del consentimiento informado.
Ya lo platicaremos más abajo, pero es un término que lleva cerca de 50 años circulando por el mundo. Surgió de las comunidades médicas, claro, pero es importantísimo para todas las personas y de verdad, vale la pena conocerlo.
¿Qué es el Consentimiento Informado?
El Consentimiento Informado es, en términos domingueros, que aceptes cualquier tratamiento médico antes de recibirlo.
Pero, fuera de lo coloquial, el asunto del consentimiento informado es mucho más profundo pues involucra aceptar los tratamientos, pero conociendo todos los detalles. Conocer el diagnóstico, conocer la enfermedad, conocer los beneficios esperados en la medicina que te están recetando… y por supuesto, conocer los riesgos.
Por cierto, no siempre se trata de un documento.
El consentimiento informado no por fuerza es un papelito firmado, pero —normalmente— el documento es una buena manera de “consolidar” que todo sucedió de forma correcta: hubo información completa y los pacientes tuvieron libertad de elegir.
Si lo suyo no son las palabras domingueras y prefieren los términos académicos más allá de la Ivermectina, la Comisión Nacional de Bioética define al consentimiento informado como “la expresión tangible del respeto a la autonomía de las personas en el ámbito de la atención médica y de la investigación en salud”.
Hablemos del Informe Belmont
Si ya vamos a hablar de ética médica, antes de que existieran estas palabras técnicas como el consentimiento informado, los especialistas ya estaba preocupados por las implicaciones de experimentar en humanos.
Así fue que, a finales de los años 70, crearon la primer regulación de estos asuntos y se llamaba Informe Belmont.
Tomaron antecedentes históricos horribles: como los laboratorios Nazis, los experimentos de Milgram —que medían la disposición humana a dañar otras personas— o los análisis de Tuskagee, en los que observaban, sin dar tratamiento, cómo avanzaba la sífilis en comunidades afroamericanas.
Para no hacer mucho enredo, el Informe Belmont tiene 3 principios éticos fundamentales para usar sujetos humanos en la investigación: el respeto, la beneficencia y la justicia.
Hablemos del primero —que en este caso es bastante importante—, pues es el Respeto a la autonomía y a la capacidad que tienen las personas para decidir libremente “si desean o no participar”. En resumen, se trata de asegurar que las personas que reciben un tratamiento lo hacen de forma voluntaria y conociendo los riesgos, los beneficios y las medicinas que están recibiendo.
Aunque claro… dirán que eso es un entorno controlado, en un laboratorio. ¿Qué pasa en situaciones de emergencia? Pues agárrense.
La OMS tiene reglas éticas en pandemia
Existe un documento, una especie de guía u orientación para los países, realizado por la Organización Mundial de la Salud (OMS), para casos tan específicos que se van a sorprender: son las reglas éticas para darle a la población medicamentos no aprobados, en situaciones de emergencia.
Se creó con los aprendizajes de la pandemia del Ébola, pero aplica para todo… incluida la repartición de Ivermectina
En este reglamento ético para repartir medicamentos no probados en una pandemia, ponen 7 condiciones que tendrían que cumplirse. Algunas —como pasaba con el COVID—, es que no existieran tratamientos conocidos, pero otras se las saltó la Ciudad de México al darle este medicamento a casi 200 mil personas.
El punto 6 asegura que los pacientes tienen que dar su consentimiento informado.
Sin embargo, le ponen todavía más detalles. Además de recomendar los puntos que ya hemos platicado arriba —conocer riesgos, aceptar voluntariamente a tomarlo, etcétera—, recomiendan que los gobiernos digan explícitamente que se trata de un medicamento que no ha sido probado.
Cuando el gobierno de la CDMX repartió los kits médicos con Ivermectina a las personas contagias, esa medicina solo estaba aprobada en México como desparasitarte en casos muy específicos.
A la fecha sigue sin probarse su efectividad contra el COVID.
Enredos éticos para la Ciudad de México
Especialistas en investigación han levantado muchísimos puntos importantes sobre las consideraciones éticas que faltaron en la Ciudad de México.
Desde la posible modificación de resultados —confirmada por uno de los autores del estudio, en sus redes sociales—, la privacidad de los datos personales de los pacientes, los alcances legales de la ADIP para llevar a cabo esta investigación, los conflictos de interés, o los alcances estadísticos del estudio en cuestión. Seguro los han visto o leído y los especialistas los explicarán mejor que acá… pero queríamos poner nuestro granito de arena contando un poco más a detalle el consentimiento informado.
Casi 200 mil personas de la CDMX recibieron Ivermectina sin saber que no había sido aprobada, ni probada, para el COVID.
Sin conocer que, hasta la fecha, solo es un desparasitante y que su impacto en el COVID es inexistente.