Por Mariana Pedroza
La pottermanía es innegable: los libros de Harry Potter han vendido más de 450 millones de ejemplares, han sido traducidos a más de cuarenta idiomas y le han dado ganancias multimillonarias a su autora, J.K. Rowling, un fenómeno sumamente inusual en la literatura. Muchos se han preguntado a qué se debe su éxito: si a la originalidad del mundo construido, a la complejidad y evolución de los personajes que crecen a la par de sus lectores, al valor literario de los diálogos y las descripciones, a su humor o a haber sabido explotar la clásica fórmula del enfrentamiento entre las fuerzas del Bien y del Mal.
Seguramente es una combinación de todas las anteriores, pero a mí uno de los elementos que más me cautivan de la saga es la forma en la que J.K. Rowling utiliza la magia como metáfora de otras cosas y continuamente esconde en sus tipos de brebajes, monstruos y conjuros, mensajes sobre cómo hacerse cargo de la vida, así como sobre el poder de la amistad y el valor.
Si pensamos, por ejemplo, en el significado del Expecto patronum, uno de los encantamientos defensivos más poderosos del mundo mágico en el cual se evoca a un espíritu guardián, nos encontramos, primero que nada, con el mensaje de que las fuerzas oscuras se combaten con una fuerza de energía positiva más grande, pero, más allá de eso, el Patronus es también el llamado a despertar al propio yo secreto. Si el hechizo es complicado es porque el Patronus requiere de autoconfianza y representa lo que está oculto dentro de la personalidad de cada uno y que sólo aparece cuando recuerdan lo que más los ha hecho felices. ¿Qué te salva cuando todo está perdido? La esperanza, la creencia en uno mismo y la fuerza del amor, parece decir J.K. Rowling con este conjuro.
Otro de mis hechizos favoritos es Riddikulus!, el cual sirve para combatir a los boggarts, esos seres de forma cambiante que tienen la capacidad de transformarse en el mayor de los temores de quien lo mira. En el caso de Ron, por ejemplo, los boggarts toman forma de arañas, a Harry Potter se le aparecen dementores, a Neville Longbottom el mismísimo Snape y la única vez que Hermione se enfrenta a uno, McGonagall le avisa que ha reprobado todos sus exámenes, un gesto de humor por parte de la autora.
¿Cómo se vencen los miedos?
En este caso, para derrotar al boggart los personajes deben hacer acopio de su fuerza mental y hacerle frente al miedo concentrándose en una versión ridícula de aquello que temen. Sólo entonces toman su varita y gritan Riddikulus!, obligando al boggart a adoptar una forma cómica, convirtiendo el miedo en risa.
Los boggarts son una plaga y nadie sabe realmente cuál es su forma original, lo que también es importante porque sugiere, en relación con los miedos, que detrás de los miedos no hay nada, ya que se encuentran alimentados primordialmente por el miedo mismo.
Si pensamos en nuestros propios miedos, el conjuro Riddikulus! funciona igual de bien: ¿realmente es tan grave lo que nos parece tan grave? Pensarnos, por ejemplo, vendiendo nuestras cosas en la calle cual ropavejeros, puede servir para hacerle frente al miedo a perder un trabajo, pues en realidad es posible que, si lo perdiéramos, ni siquiera tuviéramos que llegar a tal extremo.
A veces hace falta sólo una metáfora que nos recuerde qué queremos, quiénes somos o qué es lo importante para hacerle frente a los asuntos que nos aquejan. Si algo agradezco de Harry Potter es eso: que nos haya prestado imágenes atractivas y mundos mágicos para hacernos recordar que hay muchas formas de enfrentar la adversidad y que, a veces, en el centro de eso que llamamos mágico más que un poder sobrenatural hay una convicción y una entereza de espíritu.
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Mariana Pedroza es filósofa y psicoanalista.
Twitter: @nereisima