Por Raúl Bravo Aduna

Ya es un lugar común tratar de recordar cómo era la vida antes de la pandemia. La emergencia sanitaria que aún vivimos puso en alto una muy buena cantidad de las industrias de todo el mundo. Con ellas, nuestras formas de relacionarnos con los espacios públicos de cualquier pueblo o ciudad a lo largo de los últimos 18 meses; muy probablemente, en algunos casos será para siempre. Dejamos de ir a nuestras oficinas; a la educación presencial en México se le puso un freno de mano que duró más de un año; nuestras formas de esparcimiento, ya fuera el cine, el teatro o incluso practicar algún deporte, se trataron de adaptar a nuestros hogares para llevarse a cabo en videollamadas. Los eventos masivos desaparecieron de nuestros horizontes: conciertos, partidos, exposiciones, etcétera. La vida cambió radicalmente en medio de muchísima incertidumbre.

Todavía nos falta tiempo de seguir “conviviendo”—como muchos quieren llamarle a esto que enfrentamos—con el virus. Sin embargo, poco a poco, distintas esferas de lo público han reabierto a lo largo de los últimos meses, tanto en México como en el resto del planeta. Apenas hace un par de semanas en nuestro país regresaron estudiantes de todos los niveles a sus salones de clases. Los cines cada vez recuperan más vida. Igualmente, hace ya algunos meses que los partidos de fútbol empiezan a llenarse con aficionados. En la CDMX, la economía parece estar funcionando casi completamente sin importar el semáforo epidemiológico. ¿Llega el momento de empezar a pensar en el regreso de eventos masivos? El gobierno de la entidad comienza a evaluarlo con dos peces gordos en la mira: el Gran Premio de México de la Fórmula 1 y el festival de música Corona Capital. 

El negocio de las multitudes

De pronto, en la situación actual, ver alguna película o documental de hace más de dos años puede dejar sensaciones incómodas. Escenas de eventos masivos, sin cubrebocas, se sienten tan ajenas que a ratos se antojan de otro universo. Por supuesto, las industrias que dependen de la multitud fueran de las primeras en cancelarse. Por ejemplo, en la misma CDMX cuando se decidió continuar con el Vive Latino el mismo fin de semana que se pedía empezar a resguardarnos, las reacciones fueron casi de horror. Y tal vez es fácil imaginar que se clausuren ese tipo de eventos; digamos, qué más da que la súper estrella pierda algunos pesitos. Pero la realidad es que hay millones de personas detrás de ellos que no podían darse el lujo de parar: instaladores, vendedores, ingenieros, transportistas, etcétera. Personas que, al menos en México, siguen sin poder recuperar del todo su actividad económica.

La caída de ingresos en estos rubros, en todo el mundo, llegó a alcanzar 50,000 millones de dólares. No obstante, estas cantidades de dinero se calculan sin contemplar derramas aledañas a esos eventos masivos: viajes, taxis, comida, souvenirs, por mencionar sólo algunos elementos. Nada más con la cancelación de la Fórmula 1 en México el año pasado, por ejemplo, se estima que se perdieron alrededor de 17,000 millones de pesos; incluyen unos 6,000 millones de pesos de derrama económica y unos 7,000 por cobertura mediática. Estas pérdidas se ven reflejadas de manera muy distinta entre dueños, patrocinadores, atletas y trabajadores. Obviamente, son estos últimos los más afectados. En ese sentido, quizá, se entiende la necesidad por reactivar las industrias de los eventos masivos en la medida de lo posible.

El diablo está en los detalles

Tanto en WandaVision como en la vida, el diablo está en los detalles. El anuncio del gobierno de la CDMX sobre analizar la posibilidad de eventos masivos, como la F1 y el Corona Capital, se da en un momento en el que hilamos cuatro semanas a la baja en hospitalizaciones y contagios. Sin embargo, seguimos promediando más de 12,000 casos nuevos diarios. Y el sector más joven de la población que se considera (18 a 29 años) es el que más se ve afectado.

No sólo eso. Nuestras estrategias públicas de contención y rastreo en lugares públicos suelen reducirse a un tapetito y un termómetro sospechosamente mal calibrado. No hemos hecho parte de nuestras estrategias de reapertura, por problemáticas que puedan ser, instrumentos más estrictos como pasaportes de vacunas, solicitudes de pruebas negativas o rastreos QR (¿alguien ha, de hecho, registrado sus visitas en los puntos que hay?). Sin mencionar que poco se planea en términos de ventilación, lugar y vocalización (y su respectiva distribución de aerosoles).

Las vidas de las personas no deben ponerse en riesgo para privilegiar lo económico. Pero lo mismo debe decirse sobre el trabajo de las personas: no se puede seguir ahorcando a las personas que peor la pasan por no tener acceso a sus fuentes de ingresos. Contemplar el regreso de eventos masivos a la CDMX implica repensar nuestros métodos de cuidado, protección y contención. Algo que no se ha visto en el regreso a clases por parte de las autoridades y que ha recaído, enormemente, en la labor casi que heroica del personal docente de nuestro país. La planeación del Corona Capital y la Fórmula 1 para noviembre (probablemente) podría servir como un punto de inflexión para que gobierno e iniciativa privada trabajen de la mano para reformular nuestras estrategias de cuidado en lo público. Ojalá que así sea. 

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Soy Raúl, pero la gente me conoce como Ruso. Estudié letras inglesas en la UNAM y tengo una maestría en periodismo y asuntos públicos por el CIDE. Colaboro en Sopitas.com desde hace más de seis años....

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