Por Esteban Illades

En medio de la pandemia, de la crisis, de que el presidente quiere convencer al gobierno austriaco de que devuelva el penacho de Moctezuma, el partido mayoritario del país –aquel que controla las dos cámaras del congreso– está a punto de implotar.

El motivo es porque al interior nadie se puede poner de acuerdo para elegir a su nuevo presidente.

El asunto está así. Desde su fundación hace casi una década, Morena ha tenido cuatro presidentes. El hoy senador Martí Batres fue el primero. Luego dejó su lugar para que el peso pesado –hoy presidente del país– lo ocupara. Cuando el entonces presidente del partido se fue a la campaña para ser presidente del país, le cedió la silla temporalmente a Yeidckol Polevnsky, que se empezó a sentir a gusto. Medio trató de hacer elecciones durante su interinato, pero entre que nadie tenía idea cuál era el padrón de Morena y cuánta gente pertenecía, y que en las asambleas locales hasta a balazos se agarraron, simplemente no hubo manera.

Ahí hizo su entrada la autoridad electoral para tratar de arreglar las cosas y Polevnsky recibió las gracias. Su lugar lo ocupó Alfonso Ramírez Cuellar, quien también quiso aplicar la Yeidckol y quedarse más de lo que le tocaba. Hasta que otra vez tuvo que entrar la autoridad. Morena tenía que elegir a un nuevo presidente, porque en un tercio de toda su existencia –los últimos tres años– se la había pasado con dirigencia interina.

(De hecho, si uno ve a Morena a nivel local, el asunto es hasta peor: 17 de los 32 órganos estatales del partido, más de la mitad, no tienen presidente. Cinco de ellos ni comité o consejo tienen.)

El partido es un pollo sin cabeza.

Y entonces vino la encuesta. Se registró medio mundo y se pulverizó tanto el voto que elegir a seis finalistas –tres hombres y tres mujeres– les costó trabajo. Pero no sólo eso, como toda elección que involucra a Morena y a sus antecesores, hubo quien gritó fraude y armó tremendo berrinche porque no quedó; incluso, acusó sobornos en millones de dólares y toda la cosa.

Ah, por cierto, tres hombres y tres mujeres porque hubo otro no tan pequeño asunto en medio: a nadie en el partido se le ocurrió que tenía que haber paridad de género en la elección interna. Por vez enemil tuvo que ir la autoridad electoral –esa misma que a cada rato ataca Morena pero que le resuelve los problemas sin chistar– para decirle que eso no se podía porque estamos en el siglo XXI y qué oso que sigan siendo machos.

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Foto: Cuartoscuro

Se condicionó la elección: si un hombre quedaba de presidente o de secretario general, el otro cargo correspondía automáticamente a una mujer. Al final, entre las mujeres todo fue mucho más claro y Citlalli Hernández fue electa secretaria general del partido, mientras que la pelea por la presidencia se redujo a dos: Mario Delgado, coordinador de Morena en la Cámara de Diputados, y Porfirio Muñoz Ledo, expresidente de la Cámara de Diputados y quizás el hombre que más palabras ha dicho sin parar en la historia moderna del país.

Ahí hubo oooootra encuesta, y salió empate. Muñoz Ledo y Delgado aparecieron con traslape de rangos en las preferencias y las encuestadoras no se atrevieron a decir que uno de los dos había ganado.

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Foto: Presidencia-@CamMttz

Pero como esto es Morenaaaa y el surrealismo está a la orden del día, Muñoz Ledo se declaró presidente legítimo –digo, el ejemplo ya estaba: hubo quien lo hizo en 2006 pero del país entero– y procedió a ir a la sede del partido para asumir el cargo.

Sólo que no contaba con que el contingente feminista de Morena –ése que se ha quedado callado ante el machismo del presidente mexicano– saliera a clausurar el edificio. Muñoz Ledo intentó entrar a la fuerza pero las feministas no lo dejaron.

Y luego… pues en ésas estamos.

Delgado ya le dijo al Instituto Nacional Electoral que le eche ganas y se apure con la encuesta; por su parte, Muñoz Ledo dice que da igual que la hagan porque él ya ganó y háganle como quieran. 

Mientras tanto el resto del país se ríe y llora. Se ríe porque es increíble que Morena no pueda ni organizar su propio changarro y lleve tres años enteros peleándose para ver quién quiere administrar el condominio; pero llora porque pues Morena es el partido mayoritario del país y el próximo año quizá tenga la mitad de las gubernaturas estatales. En esas manos está México.

Eso sí, ni quien extrañe al Atayde, al Chino de Pekín o al Hermanos Vázquez, porque el circo de Morena tiene temporada permanente.

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Esteban Illades

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